Capitulo (36)

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-Sí, sí... es que me has asustado, nada más.

-Me alegro de verte, hacía días que no venías.

-Trabajo. Y vaya si no lo he notado, he intentado seguir el ritmo de esas dos y me han dejado ko.

-Jajaja normal. Sara viene casi cada día y se ha adaptado perfectamente. A ti aun te falta algo para que tu cuerpo se acostumbre a la rutina.

Aun seguí un rato conversando con Rubén, con total normalidad, tranquilizándome al notar que no parecía saber nada ni de los mensajes cruzados con su amante ni que los hubiera pillado infraganti en plena acto sexual. Volvimos los dos juntos donde estaban las chicas, no pasándome desapercibido el hecho que Rubén le había dedicado una fugaz mirada al cuerpo de mi mujer que también se percató de ella. Y Judith claro.

Rubén nos dio nuevas directrices para seguir ejercitándonos y nos pusimos a ello al instante. El monitor fue corrigiendo nuestras posiciones aunque de forma distinta. A mí con unas pocas indicaciones me despachó rápido pero con Judith ya se explayó algo más, pegando su cuerpo al de ella por la espalda y rozando con sus brazos los laterales de sus pechos.

Tampoco nada raro desde mi parecer, sabiendo que se acostaban y que había más que confianza entre ellos dos. Pero claro, le tocó el turno a Sara y lo que pasó ya no me pareció tan normal. Mi mujer estaba sentada en una máquina ejercitando la musculatura y él se acercó a corregir su posición. Se situó delante de ella, de pie, con sus manos casi en sus axilas explicándole cómo debía ponerse lo que hacía que sus antebrazos rozaron sus pechos de forma descarada y, en esa posición, Sara tenía la entrepierna del monitor a la altura de sus ojos, no pudiendo apartarlos de allí haciendo caso omiso de sus explicaciones.

Al final parecieron ambos ser conscientes de nuestra presencia y, mientras el monitor se separaba de ella rápidamente Sara ponía en práctica los consejos recibidos. Sara buscó mi mirada, algo tensa, pero cuando vio como yo le guiñaba un ojo no dándole importancia a lo ocurrido, se relajó y me devolvió la sonrisa.

Aunque no me había hecho mucha gracia lo ocurrido, no pensaba dejar pasar aquella oportunidad para recrear aquella situación luego, en la intimidad de nuestra casa, y disfrutar de una sesión de sexo como hacía días que no teníamos. El resto de la sesión pasó sin más contratiempos, sin observar ningún cambio en la actitud hacía mi ni de Judith ni de Rubén, lo que acabó de disipar todas mis dudas.

Nos duchamos, nos cambiamos y, aunque ambos insistieron en salir a tomar algo, tanto Sara como yo teníamos otros planes. Casi corrimos en busca de nuestro coche, conduje casi de forma temeraria hasta casa, siendo manoseado por mi mujer durante todo el trayecto provocándome una erección casi dolorosa.

Ya en el ascensor, nos comimos la boca de forma desesperada mientras nos metíamos mano de mala manera, casi desnudándonos allí mismo. Por suerte, el camino hasta la entrada del piso estaba vacío y no nos topamos con nadie, que se hubiera extrañado de vernos de aquella guisa, con la ropa descolocada, botones desabrochados y una cara de vicio que daba miedo.

Cerrar la puerta y volvimos a besarnos con desespero mientras, ahora sí, nuestras prendas volaban por doquier, quedándonos completamente desnudos. La guié hasta una silla donde la hice sentarse y coloqué sus brazos tal como los tenía cuando Rubén aprovechó para rozar sus tetas.

Aunque yo, evidentemente, sí manoseé sus pechos a placer y ella, a su vez, tenía ahora a escasos centímetros de su cara mi polla completamente erecta y apuntando a su boca.

-Mira que eres zorra... ni has disimulado ni nada a la hora de comerte con la vista la polla de Rubén... te ha dado igual que tu marido estuviera delante ¿verdad putita? ¿Quieres polla? -le dije mientras con mis manos aferraba su cabeza y empezaba a frotar mi glande por su cara y ella, ansiosa, intentaba cazarla con su boca.

-Sí dámela -me rogó al final.

Y la complací pero a mi manera. Cuando ella abrió la boca deseando que se la metiera lo hice de golpe, provocando que casi se ahogara, al meterle más de la mitad de mi miembro. Sin darle tiempo a recuperarse empecé a mover mi pelvis metiendo y sacando mi polla de su garganta de forma rápida, con la cabeza bien sujeta por mis manos, no pudiendo hacer otra cosa que dejarse follar la boca.

-Ya te gustaría que fuera la de Rubén ¿a qué sí? Pero te vas a tener que conformar con ésta... eso es, sigue tragando puta- su mirada era puro fuego, le encantaba aquello que estábamos haciendo y se esmeró para poder tragar algo más de lo que ya estaba haciendo.

Seguí penetrando su boca sin parar notando sus manos aferradas a mis glúteos buscando así una mayor penetración, haciéndome enloquecer por momentos y acercándome inexorablemente al orgasmo que no iba a tardar en llegar.

-Prepárate zorra, que voy a llenar esa boca tuya de leche -le dije avisándole de lo que llegaba.

Dicho y hecho. Mi polla explotó derramando mi semen en el fondo de su garganta, provocándole nuevas arcadas pero hizo lo imposible por ir tragando todo lo que entraba en su boca, consiguiéndolo para mi sorpresa ya que Sara no era muy de tragarse mis corridas pero esa noche lo hizo como una auténtica profesional.

Cuando acabó, limpió bien mi v3rga y se relamió los restos que colgaban de sus labios de una forma tan sexual que, si había perdido algo de fuelle mi miembro, se recuperó enseguida. Ahora le tocaba a ella y, antes de que me diera cuenta, el que estaba sentado en la silla era yo y Sara se colocaba encimo mío, restregando su pubis contra mi polla endurecida.

-Muy rica tu leche pero lo único que has conseguido es abrirme el apetito. Ahora me apetece comerme otra cosa -dijo clavándose mi polla hasta el fondo.

Un largo gemido salió de su boca a la vez que cerraba sus ojos disfrutando de la sensación de sentirse llena, momento que yo aproveché para apoderarme de sus nalgas con mis manos y empezar a lamer sus tetas con auténtica pasión. Sara, ajena a mi quehacer y con los ojos aun cerrados, empezó a moverse sobre mi miembro de forma brutal, subiendo y bajando a un ritmo infernal con sus manos agarradas a mis hombros donde sentía como se clavaban sus uñas.

Con aquel ritmo era imposible seguir comiéndome sus tetas así que decidí seguir estimulando su imaginación, a sabiendas que seguramente debía estar imaginando al monitor en mi lugar.

-Imagínate que es Rubén el que está aquí sentado, su polla la que te estás clavando... seguro que eso te encantaría ¿a qué sí? Sentir ese pedazo de rabo llenarte hasta las entrañas...

Vaya si funcionó. Si antes me cabalgaba a un ritmo brutal lo de ahora ya no tenía nombre, me dolían los huevos de los golpes que me daba al dejarse caer de golpe sobre ellos pero era un dolor placentero, un dolor que me hacía desear más.

-Menudos pollazos te daría con esa herramienta que gasta, te partiría en dos mientras tú no pararías de gritar como la zorra que eres, abriéndote ese coño de puta que tienes como nunca antes te lo han abierto...

Le clavé mis uñas en sus nalgas a la vez que notaba las suyas clavándose en mis hombros, Sara saltaba sin parar sobre mi enhiesta polla y notaba, otra vez, mi polla a punto de explotar pero no quería hacerlo antes que ella, se merecía correrse como dios manda y me iba a encargar de ello.

-¿Y sabes lo que debe ser lo mejor? Sentir como te llena ese coñito con su leche, sentir sus trallazos de lefa llenándote como nunca antes te han hecho, sentir su semen calentito golpear las paredes de tu vagina mientras se van escurriendo cayendo sobre tu pubis y tus muslos...

Sara ya no pudo más y con un golpe de pelvis final se corrió de tal forma que provocó que no pudiera aguantar más, me dejara llevar y volviera a derramar mi semen en su interior.

Permanecimos juntos, unidos, el uno sobre el otro, no sé por cuanto tiempo. Exhaustos, con la respiración agitada, con los ojos cerrados aún, disfrutando de las sensaciones acabadas de vivir.

-Oye Sara -le dije con la respiración aún agitada- ¿Te apetece mañana por la noche salir a tomar algo?

-Sí claro ¿por qué no? -me dijo todavía medio ida.

No sé porque le propuse aquello pero si tenía claro dónde la pensaba llevar. Sí, al local donde pensaban encontrarse Roberto y Daniela. ¿El motivo? No lo sabía, supongo que por la curiosidad de ver su reacción al encontrarse allí los tres, lejos del ambiente laboral y ante aquella especie de cita que iban a tener aquellos dos. ¿Cómo reaccionaría Sara? No iba a tardar en descubrirlo.

Continuará...

Matrimonio, timidez y perversión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora