Capítulo (88)

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Pero claro, aquella no era la Sara con la que me había casado, la Sara de unos meses atrás. Era la Sara de la última semana, la que no necesitaba mucho para excitarse, la ansiosa de sexo, la que siempre iba buscando sus límites y saber hasta donde era capaz de llegar. Y lo hizo, vaya si lo hizo. Su boca se abrió y la v3rga de Roberto entró en su boca, hasta donde fue capaz, llevándose consigo la droga allí dispuesta. Y lo que quedó sobre su polla que no pudo meter en su boca, lo lamió con su lengua hasta no dejar ni rastro del polvo blanco.

-Así me gusta, puta... -dijo divertido Roberto- ya sabía yo que eras una zorra de cuidado... anda, date la vuelta que te voy a follar como la perra que eres...

Sara, para nada molesta, se giró y gateó hasta colocarse a cuatro patas sobre la cama, ofreciendo su retaguardia a su jefe que meneaba su miembro esperando su momento. Yo, viendo todo aquello, solo pude dar otro trago a aquella botella intentando mitigar el dolor que todo aquello me estaba provocando.

Roberto se subió a la cama, detrás de una Sara que miraba hacia atrás esperando que su jefe la penetrara, viendo como él acercaba su miembro a su raja y la repasaba con él, arrancándole el primer gemido de su garganta.

-¿Quieres que te folle, Sarita? –Le dijo Roberto sabiéndola a su merced y queriendo humillarla, humillarme- Ruégame que te folle, pídeme que le ponga unos buenos cuernos a tu marido...

-Fóllame, Roberto... -le pidió- quiero que me folles...

-No es eso lo que te he pedido, Sarita –dijo haciendo amago de apartar su polla de su coñito ansioso.

-Nooo –imploró ella- fóllame como la puta que soy, soy una zorra infiel y quiero ponerle los cuernos a Carlos, ese cabrón que me ha traicionado... conviértelo en cornudo, Roberto...

-Eso ya está mejor, zorra –dijo acercando su polla hasta rozar la entrada de su gruta.

Su coñito brillaba fruto de lo húmeda que estaba, deseosa de recibir aquel trozo de carne en su interior. Enseguida lo hizo. Roberto no se demoró más y empujó hasta clavar su gruesa polla, sin protección alguna, en el coño de mi esposa.

-¡Joder, sí!... -gritó Sara al sentirse llena por su jefe- fóllame, por dios... no dejes de follarme...

Roberto asió sus caderas y empezó a follar a Sara, primero de forma lenta pero subiendo su ritmo de forma inexorable para, a los pocos minutos, follársela de forma ruda y salvaje. Me dejé caer en el sofá completamente derrotado, viendo cómo se culminaba su infidelidad y triunfaba el engaño de él que, sabedor que lo estaba grabando todo, había colocado a Sara de tal manera que no perdiera detalle de lo que sucedía en la cama.

Me mataba ver sus ojos entrecerrados disfrutando de la follada que le estaban dando, el gesto victorioso de él que lanzaba continuas miradas a la cámara mientras no dejaba de penetrar a Sara, azotar su culo y estrujar sus pechos bamboleantes. Moría al sentir las palabras que salían de su boca, buscando humillarme y no encontrar respuesta por parte de Sara.

-Ojalá estuviera aquí el cornudo de tu marido, viendo cómo te follo –decía mientras seguía arremetiendo contra ella- ¿te gustaría que te viera así? ¿Entregada a mí? ¿Disfrutando como una perra? Seguro que el muy cornudo hasta se la pelaría viendo a un hombre de verdad follándote cómo te mereces...

Ella no respondía, solo gemía con cada acometida suya que perforaba su coño anhelante de polla, dándole alas a seguir con su retahíla.

-Ahora eres mía, puta... mi puta... te voy a follar cuando y como quiera... -decía él- te voy a llenar tu coñito de leche siempre que me plazca y luego harás que el cornudo de Carlos se beba mi leche, que pruebe el sabor del hombre que complace a su esposa...

Matrimonio, timidez y perversión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora