Capítulo (53)

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-Mira –empezó Sara- creo que has confundido las cosas Judith. Es verdad que últimamente Carlos y yo estamos en una fase donde estamos probando cosas nuevas pero de ahí a hacer intercambios de parejas...

-Entonces... -empezó a decir Judith pero Sara la cortó.

-Mira, lo del sábado fue algo que se nos fue de las manos y que no teníamos planeado ni estábamos preparados para ello –siguió ella- siento si os dimos una imagen errónea del tipo de relación que tenemos pero no estamos interesados en lo del intercambio. Me alegro que hayas confiado en nosotros para confesar el tipo de relación que tenéis, lo respeto y, al menos por mi parte, me siento halagada que hayáis pensado en nosotros para ello pero, ahora mismo, no estamos listos para ello.

Yo miré a Sara confundido por sus palabras. Por un lado, segura y tajante diciéndoles que no estábamos interesados pero, por otro lado, como dejando la puerta abierta a que en un futuro fuera posible esa posibilidad. Y ellos también lo entendieron así.

-¿Eso quiere decir que puede que algún día lo estéis? –preguntó satisfecha su amiga.

-Puede... no lo sé... -ahora ya no parecía tan segura Sara- están cambiando tantas cosas últimamente que no sé qué nos deparará el futuro...

-Bueno, vosotros tranquilos –salió en su ayuda Rubén que la miraba fijamente- lo entendemos y respetamos vuestra decisión y, si algún día os planteáis probar, allí estaremos los dos para lo que necesitéis...

Le guiñó un ojo que hizo apartar la mirada a Sara y se produjo un silencio en la mesa algo incómodo que rompió Judith dirigiéndose a mí.

-Ya sabemos la opinión de Sara ¿tú qué dices de todo esto? –me preguntó a mí.

-Bueno, parece que Sara ya ha hablado por los dos –le contesté algo molesto- y bueno, si lo que quieres saber es si estoy dispuesto a acostarme contigo... ella se siente halagada que Rubén quiera follársela y yo no voy a ser menos, estaré encantado de follarte a ti... cuando estemos preparados, claro...

Los tres me miraron mientras soltaba mi exabrupto. Sara sorprendida, Judith satisfecha con mi respuesta y Rubén con una sonrisa que no supe muy bien interpretar.

-Y ahora, lo siento pero será mejor que me vaya –dije levantándome- ha sido un día largo... demasiado...

Con un escueto adiós salí de la cafetería mientras oía llamarme a Sara y, al poco, sus pasos corriendo tras de mí para alcanzarme poco después.

-Lo siento –dijo ella mientras intentaba acompasar su paso al mío.

No respondí. Estaba cabreado. No podía creer que Sara hubiera dejado la puerta abierta a un intercambio después de lo hablado la pasada noche, cuando habíamos quedado en mantener nuestros juegos dentro del hogar. Y encima, sin contar conmigo. Como si yo no tuviera voz ni voto en esa decisión.

Caminamos en silencio hasta el coche donde le alargué las llaves y fui a sentarme en el asiento del copiloto, no me apetecía conducir. Emprendimos la vuelta en silencio, sumidos en nuestros pensamientos.

-No sé porque he dicho eso –dijo ella rompiendo el silencio reinante dentro del coche.

-Sí lo sabes –le contesté sin mirarla- porque, en el fondo, sabes que te atrae la idea de acostarte con Rubén, de probar esa polla con la que tantas veces has fantaseado...

-Eso no es verdad... -intentó negar ella.

-Claro que lo es, no lo niegues. Me halaga que hayas pensado en mí –le recordé sus palabras- bonita forma de decirle que te gusta que él quiera follartem estar delante de otra mujer totalmente distinta a la Sara que conozco, otra Sara que vive oién me sorprende las cosas que he llegado a hacer –me confesó ella- pero, salvo alguna excepción, no me arrepiento de ello.

-También me he dado cuenta de ello, cada vez te gusta más y te encuentras más a gusto con tu nuevo yo ¿me equivoco? –le pregunté.

-No, tienes razón. ¿Te molesta?

-Sí, en el sentido que siento que cada vez estás más lejos de mí, que cada vez necesitas más y vas avanzando sin darte cuenta que me dejas atrás. ¿Entiendes lo que quiero decirte?

-Creo que sí –contestó- y siento mucho haberte dado esa impresión. Sabes lo mucho que te quiero y esto, sin ti, no tiene sentido para mí. Sabes que, a veces, pierdo el control y me dejo llevar...

-Lo he notado –dije mirándola por primera vez- tengo que reconocer que, a veces, me encanta cuando lo haces...

Ella sonrió pícaramente y alargó su mano para coger la mía.

-Odio cuando nos enfadamos...

-Yo también...pero sigues sin reconocer que te encantaría follar con Rubén y que por eso no has descartado lo del intercambio –dije recordando el origen de la disputa.

-Es verdad –reconoció ella- a estas alturas sería hipócrita negar lo evidente...

-Pues dilo, di que te encantaría follar con él...

-Carlos –dijo buscando mi mirada- me atrae Rubén o, mejor, su polla... la tiene enorme y me encantaría saber que se siente con algo así dentro... pero yo te quiero a ti y no haré nada que pueda perjudicarnos...

-¿Ves como no era tan difícil?

-Sienta bien decirlo...y ahora que hemos reconocido que nos atraen ya estamos más cerca del intercambio ¿no? –dijo riéndose.

-No tienes remedio –le dije dándole un manotazo en su brazo.

Llegamos a casa y subimos al piso casi como si nada hubiera pasado, otro conato de crisis atajado a tiempo aunque, últimamente, se sucedían con demasiada asiduidad.

Preparamos la cena juntos y cuando estábamos dando cuenta de ella sonó el teléfono de Sara. Ella miró quién era y vi que se quedaba largo rato mirando la pantalla del teléfono.

-¿Pasa algo? –le pregunté extrañado por su actitud.

-No, nada –dijo apartando el móvil y continuando con la cena.

No le di más importancia y seguí cenando. Cuando acabamos, quise ayudar a Sara a recoger y fregar los platos pero ella me dijo que mejor me acostara, que ya lo recogía ella y que no tardaba en venir a la cama. Yo le agradecí el gesto con un beso y me dirigí al dormitorio.

Estaba realmente cansado. Entre el estrés del trabajo y, sobretodo, el mental que me estaba provocando toda aquella situación, me dejaban extenuado. Me metí en la cama, apagué la luz e intenté dormirme pero, por algún motivo, no lo hice.

No tardé en oír los pasos de Sara por el pasillo acercándose al dormitorio, como se paraba en el umbral y, después de comprobar o al menos eso se pensó ella que dormía, de nuevo los pasos que se alejaban en dirección al salón.

Me extrañó su actitud y viendo que no regresaba, decidí salir de la cama y averiguar el porqué de la forma de actuar de mi mujer. Salí procurando no hacer ruido y me encaminé al salón donde me encontré a Sara sentada en el sofá y con el teléfono en la mano.

Miraba algo fijamente en la pantalla, algo que colmaba toda su atención y por eso no se había dado cuenta de mi presencia, algo que intuía que tenía que ver con el mensaje que había recibido mientras cenábamos.

Iba a entrar cuando me paré al ver como se movía ella, pensando que iba a levantarse ya para venir a la cama pero no. Desabrochó los botones de su blusa sin quitársela, se quitó el sujetador y luego su falda y su braguita. La imagen era erótica a más no poder, solo vestida con una blusa que apenas era capaz de ocultar sus pechos de mi vista.

Volvió a coger el móvil y concentrarse en él, abriendo sus piernas y empezando a acariciarse suavemente sus pechos que, al quedar al descubierto, me mostraron que ya tenía los pezones apuntando al cielo. ¿Qué era aquello que tanto la había excitado?

Continuará...

Matrimonio, timidez y perversión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora