Capitulo (69)

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Yo la miré contemplando su rostro completamente serio, incapaz de entender el porqué de su cada vez más intensa inquina contra Daniela pero me abstuve de hacer ningún comentario. No era el momento. Aunque tenía claro que debía averiguar el porqué de su actitud si en algún momento quería conseguir lo que ya había estado tan cerca de conseguir, que no era otra que acostarme con Daniela.

-No me has contado qué pasó cuando os quedasteis solos en el salón –dije queriendo cambiar de tema.

-Tú tampoco me has contado lo que hicisteis Judith y tú en la cocina –rebatió ella- pero vale, no tengo ningún problema en explicártelo. Judith ya me había comentado las intenciones que tenía con aquel encuentro y, cuando os fuisteis, entendí que quería intentar algo contigo en la cocina y darnos espacio a nosotros dos para intimar algo.

-¿Y por qué no me lo dijisteis a mí? –Le pregunté algo ofendido- tengo la sensación que siempre soy el último en enterarse de las cosas...

-Supongo que me avisó a mí para que no me asustara cuando Rubén intentara algún acercamiento. El por qué no te dijeron nada a ti lo desconozco –contestó Sara pareciéndome sincera con sus palabras- la cosa es que Rubén me invitó a sentarme junto a él en el sofá y me acarició la mejilla diciéndome las muchas ganas que tenía que llegara aquel momento. Bajó su mano acariciándome hasta llegar a mis pechos, que tocó por encima de la blusa, excitándome con su hábil manoseo. Fue entonces cuando me dijo que si no pensaba tocarle, comprobar si todo lo que me había dicho Judith era cierto...

-Y entonces es cuando perdiste en control... -apuntillé yo.

-Qué quieres. Tanto tiempo oyendo cómo se las gasta el tío, el pedazo de herramienta que calza, que cuando la toqué por encima del pantalón y comprobé que todo apuntaba a que sí, que todo indicaba que aquello era enorme, tenía que verlo por mí misma... y claro, cuando se la saqué y la vi, la necesidad era sentirla en mis manos y luego, pues ya lo vistes...

-Me hago una idea... -concluí yo.

-¿Te molestó verme así cuando entraste? –preguntó ella.

-No sé, fue todo muy extraño y precipitado –intenté aclararle yo- iba a ayudar a Judith a preparar algo para picar y, en su lugar, se tiró encima de mí a besarme y decirme que aquello estaba planeado para romper el hielo entre los cuatro. No podía entregarme ni disfrutar del momento porque no paraba de pensar en lo que debía estar sucediendo entre vosotros dos e insistí en volver. Sinceramente, me impresionó verte allí de esa manera pero, por otro lado, me tranquilizó el hecho de estar allí delante...

-¿Por qué? –Indagó ella- ¿te daba la sensación que así aun tenías el control? ¿O acaso era que te excitaba verme?

-Supongo que una mezcla de todo –respondí yo- aparte del hecho que, estando delante, era como si fuera todo consensuado... quiero decir, no estando delante, sin saber qué estabas haciendo, era como si me estuvieras siendo infiel, engañándome con él... ¿te parece extraño?

-Para nada, puedo comprenderlo –dijo asertiva- lo tendré presente para próximos encuentros porque, supongo que aún quieres repetir ¿no?

-Claro que sí –dije con rotundidad- y tampoco quiero que no hagas cosas que te apetezcan hacer. Solo te expresaba mis dudas de lo sucedido, supongo que con el tiempo lo que hoy me parece incomodo se volverá algo normal...

-Te agradezco que me lo hayas contado, cariño –comentó ella con amor- supongo que ambos tenemos que acostumbrarnos a ver ciertas cosas, gestos y actos nuestros que ahora compartiremos con ellos... al fin y al cabo, creo que es una cosa natural que suceda ¿no crees?

Matrimonio, timidez y perversión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora