Mis perros ladraban a la oscuridad, alarmados.
Siligiosamente liberé mi espada y camine despacio hacia la penumbra.Alessandro a mi derecha copió mi acción.
El frío calaba los huesos y mis telas no eran suficientes para mantenerme caliente.
Mis manos temblaban ligeramente por la helada pero sostuve firme mi espada.Cuando avisaron acerca de una presencia extraña en mi reino quise asegurarme yo mismo que era lo que atormentaba a mi gente de este lado de la ciudad.
Los perros mostraron sus dientes cuando una figura salió de entre los árboles y tiraron de sus correas para atacar, pero los detuve.
Mi primo me miró entre el asombro y la confusión. Lo más probable es que yo tuviera la misma expresión en mi rostro cuando la vi:
Era una mujer. De cabello negro, y ropa sucia.
Su rostro oculto tras su melena y su cuerpo temblaba de frío.Algo en mi se removió ante tal escena
— Espera– la voz de Alessandro me detuvo cuando vio mis intenciones.– No sabemos quién es.
— Es una mujer.
No le hice caso. Le entregué los perros y avancé despacio hacia la mujer, quien aún no nos miraba.
¿Tenia miedo?
— Señorita ¿Se encuentra bien?– oí el bufido de mi primo pero lo ignore
— Te-tengo...– sonó como un susurro apenas inaudible– Yo no...
Su rostro se levantó lentamente, como si supiera a quien se iba a encontrar y evitara lo más posible el verme, pero cuando por fin lo hizo y sus ojos hicieron contacto con los míos sentí un impulso desconocido de admirar su belleza sino fuera por las circunstancias en las que nos encontrábamos.
— ¿Don-donde estoy?– dijo y sus dientes castañearon.
Me saqué la capa y se la tendi, pero no la aceptó... y tardé en darme cuenta que tenía las manos inmóviles a los costados de su cuerpo, y en ellas había sangre.
— Soy el rey Ascian, se encuentra en mi reino– me acerqué y le coloqué la capa sobre sus hombros. Ella no protestó y dudé que siquiera pudiera intentarlo en el estado en el que estaba–. Ya está a salvo. Alessandro trae los caballo.
Él asintió antes de ir y no tardó en volver.
El frío se filtraba por mi ropa pero lo ignore. En cambio, me dediqué a observar a la mujer en busca de heridas.
¿Qué hacia afuera con el invierno en su punto máximo?
Ella por alguna razón ya no dejaba de mirarme y sus ojos eran demasiado hipnotizantes como para no detenerme a mirarlos.
— ¿Cómo se llama?– mi voz distrajo sus curiosos ojos
Dudó antes de responder:
— Amatista.
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Guardiana
FantastikAmatista tiene una sola misión. Proteger a la princesa de la profecía. Pero todo se desmorona cuando quien quiere matarla es el rey más temido de todo el reino, y además, prometido de Amatista.