Epilogo

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Se venía profetizando un clima frío, helado para esa época del año, y todos los aldeanos de Konoha fueron preventivos y se dedicaron a la colecta de leña antes de siquiera existir el primer copo de nieve. Con la ventisca helada en pleno auge, era común dentro de las familias mantener el calor con una buena taza de té, aparte de las muy necesitadas brazas del fuego de chimeneas. Todo lo caliente era aceptado.

Así pues, en una de estas residencias, dos niñas jugaban y bebían un poco del té caliente que su madre les preparó y dio con anterioridad. Entre muñecas y mucha creatividad, ambas imaginaban, recreaban en sus pequeñas mentes, la leyenda popular que sus amigos habían compartido con ellas.

—Había una vez, una criatura humanoide que asolaba la aldea, él antes solía ser humano, pero se cansó de su condición humana, y para cambiar hizo un trato con el
mismísimo demonio en persona, a cambio de 15 almas inocentes lo que logró conferirle poder. —murmuró la pequeña a su hermana con voz llena de suspenso, tratando de crear una atmosfera aterradora.

»—El monstruo, luego de obtener el ansiado don, fue confrontado por el monje de la comunidad pero él, hombre devoto y misericordioso... ¿Hina, qué es “misericordioso”? —preguntó la niña de lacia cabellera castaña.

—Es un sentimiento, sintió piedad por su alma seguramente, no quiso destruirlo creo. —respondió con cautela la otra niña de cabellera azabache.

—Oh, bien. —contestó la niña sin tomarse mucha importancia lo dicho por su hermana mayor. Formando una sonrisa, volvió a su relato. —Aquél monje resolvió expulsarlo a las profundidades del bosque Kubun-ka, donde su maldad y perversión no osara dañar ninguna otra vida… ¡Pero! —exclamó con latente voz, causando un pequeño y casi imperceptible salto por parte de su hermana, lo que le causó gracia a
la otra muchachita. —Años después de aquél acontecimiento, una joven invidente resolvió su problema de la vista haciendo un pacto con ese mismo monstruo, y para ello, dio la vida de su esposo para pagar el precio. La bruja volvió a la aldea, donde fue descubierta rápidamente y puesta en arresto a espera del castigo por su crimen.

—Hanabi. —murmuró lo más calmada que pudo la niña de lacia cabellera negra a su hermana menor. —Ya no quiero escuchar más.

— ¡Hinata, pero viene la mejor parte!

La niña enmudeció y solamente asintió calladamente ante lo dicho, mientras su corazón revoloteaba en su pecho, debido al miedo que crecía en ella.

»―El castigo fue decidido: ¡Ardería en el fuego!

Unos sonidos en la puerta distrajeron a la menor de su relato, e hicieron que la mayor dejara salir una exhalación irregular. El padre de ambas, un hombre alto y de abundante cabellera castaña, las miraba con notorio reproche.

—Creí haberles dicho que se acostaran a dormir temprano, niñas.

—Padre, le contaba a Hina la leyenda de La Cruz de Fuego, ella no la sabía.

El hombre vio a su hija mayor, su rostro dibujado por el pavor y a incomodidad, y dejó escapar un suspiro. —Duermanse, ya. Mañana podrán seguir su plática. —su hija
menor iba a replicar. —Hablo en serio ahora, Hanabi. Mañana tenemos muchos pendientes, y necesito que tu hermana duerma bien, mañana comenzará sus lecciones.

Y sin más se fue, dejando a ambas hermanas en la alcoba.

En silencio, las niñas organizaron su cuarto, preparando sus camas, sin embargo, en un momento, Hinata se giró hacia Hanabi, con la duda clara en su rostro.

— ¿Irás?

Hanabi le miró y asintió sin más. Hinata suspiró; desde que su hermana escuchó la leyenda del monstruo y la bruja de Konoha de unos amigos, había desarrollado un
fervientemente deseo de visitar aquél lugar para averiguar más de la leyenda. Le había pedido a su hermana que le acompañase, pero si esto no sucedía, le había recalcado que no le importaba ir sola, y aquello asustaba más a Hinata.

Siluetas [ObiRin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora