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M A T E O

Intento prestar atención a las recomendaciones que me dice el doctor sobre la medicación y rehabilitación de Úrsula, pero mi concentración está puesta en vigilar que la recién mencionada no se haga daño al levantarse de la cama.

En realidad estamos a unos pasos de la puerta, yo creo que podría llegar si...

— ¿Le ha quedado claro? — cuestiona el doctor después de una eternidad.

Desvío la mirada del interior del cuarto y me fijo en él, su ceja está ligeramente elevada mientras espera una respuesta.

— Sí, sí — el médico asiente y da la vuelta dispuesto a irse cuando hablo de nuevo. — De todas maneras, ¿no podría darme las indicaciones en escrito? Digo, por si me surge alguna duda no tener que recurrir a usted...

Su respuesta es un resoplido largo, pero no me deniega la petición.

— Pásese por mi despacho cuando hayan terminado.

Le doy las gracias y ahora sí entro en la sala. no sin antes tocar la puerta. La voz del otro lado me da permiso para acceder y eso hago. Úrsula, ya vestida con su ropa usual y no con la bata azul con la que ha estado estas ultimas semanas, está ya lista para marchar. Por otro lado, Joel espera pacientemente la hora de largarse de este lugar.

— ¿Están listos? — Úrsula asiente sin mirarme a la cara, al menos esa sensación de decepción pesa menos en mi pecho.

— ¡Sí! — exclama el pequeño. — Vámonos ya por favor.

Alcanzo su pequeña mochila y se la coloco a la espalda. Una vez equipado, corre a darle la mano a su madre y ella se lo coge encantada con una sonrisa en la cara.

No me atreveré a sentir celos de un niño, ¿no?

— Bien, salgamos de aquí entonces — cargo con la bolsa deportiva de las pertenencias de Úrsula y les guío hasta la salida.

En el ascensor nos rodea un silencio sepulcral que sería mucho peor si no fuera por las voces animadas que salen de la tablet del nene. Nuestras miradas se encuentran en el espejo del ascensor, pero no duran más de dos segundos degustándose, echándose de menos. Ella lo evita. Bajo la mirada derrotado y miro al suelo hasta que llegamos al parking.

— ¿Iremos a tu casa? — escucho que pregunta a mis espaldas.

— Nuestra casa — corrijo abriendo el maletero y dejando la bolsa deportiva. Antes de acceder a la puerta trasera para acomodar a Joel me acuerdo de que tenia que pasarme por el despacho del doctor. — Mierda — se me escapa al momento.

— No digas palabrotas — me reprende el enano sin levantar la vista de los dibujos animados que está viendo en la tablet.

Sonrío y le pido perdón.

— Tengo que volver arriba, se me ha olvidado algo. ¿Puedes sentarle en la sillita? No tardaré nada — le explico a Úrsula. Asiente con la cabeza, le doy las gracias y subo de nuevo, esta vez por las escaleras.

Tardo menos de treinta segundos en estar frente a la puerta, el doctor me dice que pase. Rezo porque su plan no sea volver a explicármelo todo, esta vez con un croquis incluido y gracias a Dios no es así.

— Antes de irte Mateo — comienza cuando mi mano está en contacto con el pomo de la puerta — Por favor, recuerda no presionarla a recordar, deja que todo fluya y llegue cuando tiene que llegar.

Ojalá fuera tan fácil de poner en práctica...

Le aseguro que así será, le doy las gracias y en el un cerrar y abrir de ojos regreso al aparcamiento. La bolsa negra y Joel, embobado a la pantalla como siempre, siguen fuera y no veo a su madre.

Me asusto hasta que al acercarme al carro escucho su voz, parece ser que está hablando por teléfono y cuando se percata de mi presencia, se despide rápidamente y cuelga.

— ¿Nos vamos ya? — pregunto dubitativo al no saber muy bien que está pasando, a quien ha llamado y por qué.

— No nos podemos ir contigo — contesta. Mi expresión pasa a ser de sorpresa.

— ¿Qué? — cuestiono entendiendo menos por segundos. — ¿Te encuentra mal? ¿Quieres que llame a alguien para que...?

— Me encuentro perfectamente — dice interrumpiéndome y acto seguido levanta la mirada y me mira. La última vez que lo hizo solo pude ver horror y esta vez capto... No capto una mierda. Vamos de mal en peor. — Agradezco todo lo que has hecho por nosotros mientras he estado ingresada pero no nos podemos ir contigo — repite.

— ¿Por qué no? Úrsula, entiendo que puedas estar asustada pero estoy aquí para ayudarte, para ayudarles. ¿Cuál es el problema?

— ¡Qué no sé quien eres! — grita, haciendo que esa frase se quede atrapada entre las paredes que nos rodean y resuenen una y otra vez dentro de mi mente por culpa del maldito eco. — No sé quien eres y no puedo confiar en ti. — Si antes estaba agonizando ahora me ha matado del todo, y entre tanto dolor ahora sí puedo ver destellos en su mirada que me facilitan ver más allá, ver su indiferencia. Observo como no le ha costado nada decirlo y mucho menos importado. Pero, ¿qué me esperaba? Esta es la realidad, nuestra realidad. Traté desde el primer momento evitarla y al final ha sido ella quien me ha plantado cara, y de qué manera.

Recoge la bolsa del suelo, agarra a Joel cargándolo contra su cadera mientras el nene pregunta una y otra vez que es lo que está sucediendo y sale del aparcamiento dejando que sus pasos rompan el angustioso silencio.

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⏰ Última actualización: Aug 30, 2022 ⏰

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sincronicidad; truenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora