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Su sonrisa apareció apenas éste lo miró.

—Me gusta como bailas. —le dijo al oído esperando que escuchara. La música seguía siendo muy alta.

—Gracias. —dijo tocando delicadamente su mejilla.

Ese acto desequilibró al castaño.

—¿Te gustaría ir por un trago?

—Obviamente cielo.

Caminaron a la barra pegando casi los hombros en el camino.

—¿Podrías darme dos tragos de whisky? —pidió Steve al encargado quien en seguida fue a prepararlos.

Steve volvió su mirada al pelinegro que lo miraba entretenido.

—¿Y cuál es tu nombre? —preguntó curioso por saber.

—¿Es importante saberlo ahora?

Una sonrisa se formó en su rostro.

—Mi nombre es Steve Harrington por si te lo preguntabas tú también. —el hombre apareció con los tragos y los entregó a los chicos. —Gracias.

El pelinegro dió un trago antes de responder.

—No me estaba preguntando tu nombre, más bien, me preguntaba que tan suaves podrían ser tus labios.

El castaño sintió una ardor en toda la cara.

—Eres muy directo, ¿sabías?

—Y tú muy atractivo.

“¿Cómo era que éste chico podía ser tan confiado con un extraño? Porque eso era en ese momento”

—¿Te gustaría salir de aquí?

Aquella pregunta sacó de sus pensamientos a Steve quien de inmediato lo miró confundido.

—¿De qué estás hablando?

El chico rodó los ojos con diversión.

—Hablo de salir para poder hablar tranquilos.

El castaño soltó una risa por aquello.

Aceptó salir porque en realidad el ruido era muy fuerte, y la plática no era del todo entendible.

—¿Qué hacías en un lugar cómo ese Steve? —preguntó mientras caminaban por la ciudad.

—No entiendo.

—Lo que quiero decir es que no te ves como un chico que busca diversión en discotecas.

No pudo evitar sonreír.

—Vine con mi mejor amiga, ella quería venir y no pude negarme. —mintió.

—Que buen amigo eres entonces.

Cuando llegaron a la esquina de la cuadra que transitaban, el más bajo se acercó bastante al castaño, y éste solo pudo retroceder un poco.

—¿Sabes Steve? —tocó su pecho. —Me gustas demasiado.

Steve abrió los ojos de par en par.

—Pero tú me acabas de...conocer.

—¿Y eso en qué importa?

—Bueno, en realidad en nada...

La juguetona mano del menor caminó a su cuello, sujetándose de allí.

—Entonces, no le demos más vuelta al asunto.

Sus ojos se cerraron en un acto de inconsciencia mientras sus manos tomaban la cintura del más bajo.

Maniac || Steddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora