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La mañana de ese otoño se convirtió de pronto en una muy acogedora para cierto castaño que descansaba muy tranquilamente en su enorme cama. Aunque no tardó mucho en desaparecer.

La puerta de su habitación fue golpeada.

Con un poco de pereza, extendiendo su mano para poder tocar algo que claramente no se hallaba ahí. Tanteó un par de veces el colchón buscando aquel lindo cuerpo que la noche anterior había tenido entre sus brazos, y al no sentirlo por ningún lado, abrió los ojos con brusquedad.

Miró ese lado de la cama y no pudo encontrarlo.

"Seguramente se fue por la madrugada".

Los golpes en la puerta volvieron a sonar.

-Cariño, tú desayuno ya está servido. Por si quieres desayunar con nosotros.

Se puso de pie y caminó a la puerta, al abrirla observó a su madre parada allí. ¿Hace cuánto que no la besaba?
Tomó sus mejillas y plantó un beso en su frente.

La cara de la mujer fue de asombro y emoción.

-Veo que tuviste una buena noche.

-No te imaginas cuánto -comenzó a caminar hacia el baño. -Por cierto,
¿qué hay para desayunar?

La sonrisa de la mujer se hizo más grande.

Cuando Steve bajó a la cocina, miró que sus padres ya estaban desayunando.

-Buenos días. -dijo sonriendo.

-Steve, hijo, ¿dónde está tu auto? -preguntó el hombre

"¡Mierda!".

Había olvidado el auto en la disco de anoche. Después de haber platicado con Eddie, caminaron hasta aquí y se olvidó completamente de él.

-Se averió y lo llevé al mecánico. Hoy paso a recogerlo. -dio un sorbo a su taza de café mientras miraba a su madre que no había quitado la sonrisa en todo ese tiempo.

[...]

En el camino de su casa al trabajo, estuvo pensando todo el trayecto en el rizado de ojos bonitos que lo hizo por primera vez en toda su vida sexual, dudar sobre sus gustos, ¿es que acaso era gay?

Naah, no podría, le seguían gustando las chicas, pero ¿y entonces?.

Una cuadra antes de llegar a su trabajo pudo visualizar su coche. Sus ojos se abrieron de par en par y comenzó a correr en dirección a éste.
Junto al auto, se hallaba Robin mirando una revista.

-¡Mi auto! -se acercó y besó el techo del vehículo. -Disculpa por haberte olvidado ayer. -apoyó su mejilla y lo abrazó.

-Si, exacto, me dejaste sóla ayer en la maldita discoteca Harrington, y estoy bien por si te preguntabas cómo fue que volví a mi casa. Idiota.

El castaño se colocó frente a la chica, abrazándola sin previo aviso.

-Gracias, gracias, gracias. Eres como un tipo de ángel aunque, no tan atractivo para ser uno. -habló con burla recibiendo en seguida un codazo por parte de la chica. -Oye Robin.

La ojiazul volteó a verle.

-¿Qué ocurre? -preguntó curiosa.

-¿Cómo fue que, lograste entrar a mi auto?

-¡Duh! Dejaste la llave pegada al volante, tarado. Me debes dos favores Harrington, mira que olvidarte de mí. -dramatizó las palabras -Por cierto Steve, ¿por qué te fuiste anoche, eh?

El castaño se rascó la nuca mientras miraba a otro sitio.

-Ah, bueno, yo... conocí a alguien y...

-¡¿Qué tú qué?! -el gritó hizo dar un pequeño salto al mayor. -¡Estoy tan orgullosa de ti maldito idiota!

Maniac || Steddie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora