Un chico del siglo XIX (diecinueve) solitario que busca descubrirse a si mismo cuando la llegada de su tutor derriba toda su percepción del mundo y ¿por qué no?, del amor.
Querido diario, he decidido ocultar lo que siento. Tengo miedo de padre e incluso de la reacción que cause en madre si se llegasen a enterar. Además, no estoy seguro de lo que siento... Quizás sólo necesito encontrar una señorita a la que amar.
Víctor ahora habita aquí, su habitación está frente a la mía. Vuelve a casa sólo los fines de semana y para vacaciones de invierno y verano.
Anoche luego de escribirte, te escondí en el hueco debajo de la tabla. No puedo arriesgarme a que alguien te vea por curiosidad, en este momento eres el objeto más valioso que poseo.
Se me hizo difícil conciliar el sueño sabiendo que Víctor estaba a unos cuantos metros de mi, una sensación extraña me recorría. El imaginar si duerme con bata o quizás su piel es resguardada directamente por las cálidas mantas. Me preguntaba si acaso la luz de la luna se vería bien sobre él. O quizás dormía con luz de vela.
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Me preguntaba si acaso tenía un diario y si en él también escondía algo. Si acaso la razón de las cicatrices en sus manos estaba grabada en tinta. Por un momento me imaginé intercambiandote por su diario. Por un momento el precio por saber quién es Víctor fue totalmente justo.
Hay algo en él que me parece fascinante, quizás estoy siendo consumido por su radiante presencia. Quizás sus ojos llevan las cenizas de todas aquellas personas que ardieron bajo su tacto.
Y yo estaba ardiendo.
Bajo las sábanas mi piel era fuego, un ya conocido calor recorría mi cuerpo y de pronto el tacto de las sábanas se hacía más notorio. Mis piernas se movían buscando sentir fricción, había cierto morbo al pensar que podría abrir mi puerta y encontrarme en aquel estado.
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La razón intentó calmarme ¿qué iba a pensar de mi si me oía? Es de las primeras noches que pasa en la casa, esta es mi primera impresión. Todo eso me hacía querer parar pero sobretodas las cosas... ¿Por qué me sentía de esa forma al pensar en él? Estoy perdiendo la cordura.
Con esos pensamientos en mente, me dirigí al baño y puse mis manos en agua fría. Lavé mi rostro y pude ver lo rojo que estaba, lo dilatadas que mis pupilas se encontraban. Mis ojos oscuros se veían aún más negros que de costumbre.
