16. Mañana cálida.

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Dentro de una habitación donde apenas el reflejo del sol pegaba contra el cristal que la separaba de las avenidas que el dueño de esta solía recorrer cada mañana, dos cuerpos reposaban sobre el colchón cubierto por sábanas delgadas y un edredón con el que no se taparon, el frío se perdió en los brazos del otro.

El primer chico despertó un poco extrañado a pesar de que él era el dueño de aquella habitación. Pronto comenzó a sentir un peso extra sobre su pecho, el peso de la cabeza de Park SungHoon. Sonrió por inercia notando que jamás había imaginado estar en esa posición con la persona que más le había gustado entre una larga lista de amores imposibles y uno que otro que se concretaron, pero terminaron de la peor manera.

Pasó las yemas de sus dedos por las raíces del cabello de SungHoon, era tan suave al contrario del suyo que parecía haber sufrido cientos de decoloraciones, mismo acto que se había convertido en el favorito de su vida. El menor liberó una pequeña sonrisa aún estando inconsciente, Jake pudo notarlo, ¿cómo podría haber ignorado aquella imagen celestial?

—Me pregunto que estarás soñando —dijo murmurando sin detener la tarea de depositar caricias sobre el de cabello negro—, me gustaría que sea algo sobre mí, eso solo podría significar que piensas tanto en mí como yo en ti. Sé que lo nuestro no ha sido fácil, sé que estamos envueltos en una situación complicada, pero me gustas más que nadie —Suspiró—. Es extraño que diga esto mientras descansas, pero hay cosas que, entre más despierto estés, más pena me da decírtelo. Quisiera decirte con cientos de palabras melifluas lo enamorado que estoy. ¿Tú sientes lo mismo, SungHoon? ¿No es demasiado pronto para sentir que lo único que quiero justo ahora eres tú?

No hubo respuesta, claro que no la recibiría, Jake lo sabía bien, pero no podía esperar el momento en que pudiera gritarle al mundo lo mucho que amaba a SungHoon y saber que él era correspondido.

—Seremos más de lo que los demás puedan pensar de nosotros —prometió dejando una última caricia antes de que el menor despertara sin decir ni una sola palabra—. Finalmente puedo decir que son buenos días.

SungHoon se levantó hasta terminar sentado a solo milímetros de Jake. Comenzaba a recordar cada parte del día anterior y los momentos previos a terminar dormido en los brazos del castaño.

—Eres hermoso, SungHoon.

El nombrado sonrió. Sus ojos aún estaban entrecerrados, estaba avergonzado, era en demasía probable que su cabello fuera un desorden y sus ojos estuvieran llenos de lagañas.

—Adoro tus mejillas abultadas, justo como las tienes ahora. Eres lindo incluso confundido —expresó Jake poniéndose de rodillas hasta acunar aquel rostro tibio entre sus manos y dejar un pequeño beso sobre los labios resecos de Park.

—¿A qué se debe tanto amor? —cuestionó el menor luego de que los labios contrarios se apartaran de los suyos.

A diferencia de una respuesta elaborada como pensaba, solo recibió una sonrisa. Jake siempre tenía algo que decir, pero en esa ocasión se quedó en silencio, pero no uno incómodo, solo el silencio juzgador de su mirada sobre el cuerpo del menor que necesitaba tomar de inmediato.

Jake estiró sus brazos hasta poder abrazar a SungHoon que colocó de inmediato una sonrisa desconcertada en sus adorables labios. Pronto se alejaron. Jake tomó de nuevo una de las mejillas de SungHoon con la palma de su mano. Se miraron como nunca, analizando cada parte del rostro contrario con cientos de pensamientos de por medio. SungHoon, por su parte, deseaba sentir de nuevo aquella tierna explosión en su corazón de emoción que Jake lograba provocar en él sin esforzarse demasiado. Sin embargo, Jake pensaba en lo mucho que amaba y necesitaba a SungHoon, pero tenía miedo, miedo de lastimarlo con todo aquello que en su instituto decían de él, no quería que su amado sufriera lo mismo que él en su momento.

Midnight 𝗠𝗶𝘀𝘁Donde viven las historias. Descúbrelo ahora