VI

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A nightmare  !




El silencio se había vuelto insoportable. La oscuridad se ceñía cada vez más sobre ella y la incertidumbre de querer saber dónde estaba, la mataba.

No entendía cómo había pasado de soñar algo extraño como que el Señor Nouvelle la ascendía de puesto a estar parada en el medio de algo que parecía césped pero que no terminaba de definirlo debido a la oscuridad que allí había.

No podía moverse ni un centímetro y eso la estaba desesperando porque ni siquiera un gesto había podido hacer y el silencio no la ayudaba porque la ponía más ansiosa, expectante, deseando que pudiera despertar pronto de aquello, porque se sentía consciente de que estaba soñando pero la parálisis que tenía era insoportable y su corazón latía fuerte debido a ello.

Era tanta la desesperación de estar en completa y absoluta oscuridad además de que no haya ni un ruido, lo que estaba logrando que comience a respirar más rápido, como si un ataque de ansiedad la estuviera atacando e intentó con todas sus fuerzas cerrar los ojos pero tampoco podía, solo las lágrimas que caían de sus ojos y bajaban lentamente, tenían movilidad propia porque más allá de eso, nada más que eso había logrado hacer.

De repente una mano se posó sobre su hombro y toda su piel se tensó. Parecía una mano grande, huesuda, con un olor repugnante que calaba sus fosas nasales de manera horrible y que parecía ejercer más presión a cada minuto que pasaba.

Stella quería gritar, sacudirse, salir corriendo pero nada funcionaba. La parálisis no la dejaba hacer absolutamente nada y la mano huesuda sobre su hombro no la estaba ayudando para nada, pero entonces una pequeña luz se hizo presente en aquél lugar desconocido para la rubia.

La luz crecía, de modo lento, dejándola divisar lo que era un campo verde, de un verde tan intenso que parecía irreal, sintético, como si estuviera puesto a propósito para que ella pudiera verlo, pero sin poder tocarlo.

Una vez que todo estuvo claro, Stella miró lo que tenía enfrente y el alma se le fue del cuerpo al notar aquella pequeña figura.

Era un niño, sentado de espaldas a ella y estaba jugando con unos autos de juguete, haciéndolos pasar por un pedazo de tronco para luego hacerlos volar en el aire y reírse de aquello. Estaba bien, estaba feliz y ella podía notarlo.

Lo reconoció al instante y las lágrimas nuevamente bajaban por sus ojos de manera incontrolable. Quería moverse, ir hasta aquél niño y abrazarlo fuerte para nunca más soltarlo, pero no podía y eso estaba desesperándola, entonces no le quedó otra que seguir observando inmóvil, aquella escena tan conmovedora para ella como lo era el pequeño niño, absorto a su mirada, mientras seguía jugando con los autos y reía de forma escandalosa, ruidosa, risa que calaba en lo más profundo del corazón de Stella, ablandándola aún más pero a pesar de sentirse con su pecho cálido, una punzada amenazaba con hacerse más grande porque los recuerdos eran dolorosos, más aún verlo tan contento, sabiendo lo que estaba a punto de pasar.

De repente, el niño paró en seco y se levantó, quedando tan rígido como ella, entonces la rubia sintió miedo, terror y entonces el infante se dió vuelta, encontrándose con los orbes esmeralda de Stella.

Con la garganta seca, los ojos derramando salvajes lágrimas que bajaban por su cara sin poder evitarlo, ella lo único que podía hacer era observarlo y algo dentro de ella se estremeció cuando la miró.

Sus ojos, estaban inexpresivos, su risa se había apagado de golpe y su cara estaba seria, enojada, como si se le hubiera ido toda la felicidad apenas la vió y eso la destruyó.

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