XII

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Chaos !

Si Steven tuviera que contar las veces que tuvo pesadillas, no logró conciliar el sueño o si quiera pegar el ojo por unos minutos, le bastaría toda la vida terminar de contar, porque eran infinitas.
Estaba harto de no poder dormir, ponerse una tobillera que debía atar a su cama y de lanzar el mismo estúpido cubo Rubik hacia arriba una y otra vez, mirando al techo, suplicando que acabase todo eso algún día.

Estaba más que consciente con su Transtorno del Sueño y más o menos había aprendido a lidiar con eso, pero no podía lidiar con el otro problema que acarreaba en su vida, como si fuera poco.

La presencia de Marc.

Decir que había pasado del odio a tolerarlo, era una mentirilla piadosa. El castaño de mirada dominante e imponente figura, erguido y tenso como usualmente estaba, había volteado toda su vida para ponerla de cabeza, más aún con el hecho de que éste le pedía el control de su propio cuerpo y como Steven no cedía, estaba obligado a permanecer constantemente ahí, fuera a donde fuera, sin moverse para nada, agazapado entre las sombras de su departamento, esperando el momento para volver a exigirle al hombre que su cuerpo fuera devuelto y según él, liquidar el asunto cuánto antes.

¿Y cuál era ese asunto? El puto escarabajo dorado que había causado una de las pesadillas más horribles y vívidas que había tenido. Todavía recordaba el sabor metálico de la sangre cuando se acomodó la mandíbula y todavía seguía mirándose las manos todos los días al despertar porque tenía miedo y asco de que éstas volvieran a estar manchadas de aquél líquido caliente y color carmín.

Y que Harrow le dijera mercenario, había logrado que mucho menos confiara en Marc, porque sabía perfectamente lo que hacía un mercenario y no le gustaba ni un poco, por lo que su voto de confianza hacia la silueta diaria de su espejo, era nulo.

Steven ya no conocía nada de lo que tenía a su alrededor. Su pez de una aleta ahora por arte de magia tenía dos, las lagunas de su mente seguían pasando a tal punto que perdía días enteros de su vida sin siquiera darse cuenta, sin poder evitar comparar al dichoso Marc como un parásito que dominaba y comía partes de su vida.

Le había hecho perder tanto tiempo que él, desde su sillón, se replanteaba qué cosas habían sido reales y qué cosas no.

Por ejemplo, lo que la dependiente de la tienda de mascotas dijo con respecto a que ya había ido a quejarse sobre el pez de una aleta, dejándolo más que confundido porque el no recordaba, pero más confundido todavía porque Marc realmente no sabía lo del pez, más aún la respuesta que le dió sobre si sabía el por qué del nombre de Gus, lo había dejado algo sospechoso y más por el tono en que lo dijo.

El castaño realmente dudaba de su existencia como si también la compañía grata que recibía de Stella, aquella rubia de ojos esmeralda que últimamente también lo tenía de cabeza.

¿Ella es real o un producto de mi subconsciente? Solía preguntarse a diario mientras observaba el número de la mujer y la foto en WhatsApp que tenía.

Era ella, enfocándose mientras su gato blanco estaba sobre sus hombros, mirando a la cámara como ella, posando y sabiendo que estaba siendo para una foto, haciéndolo sonreír y no pudo evitar pasar el pulgar de forma suave por la pantalla, pareciéndole muy tierna aquella imagen que sus ojos apreciaban, acordándose también de lo suave como una nube que era Orion, aquél gato con nombre de constelación.

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