XIV

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"Lés Separés"



Decir que Steven no estaba nervioso, era una vil mentira. Estaba lamiéndose los labios mientras escondía sus manos en los bolsillos de su chaqueta, debido al viento helado que allí había mientras caminaba por las largas calles de Londres.

El clima estaba algo fresco, siendo algo usual allí. El día estaba por completo nublado con alguna probabilidad media de lluvias y el castaño miraba al cielo constantemente rogando que no se largara a llover, porque no tenía nada más que un beanie bordó para cubrirle la cabeza.

Pensaba en lo que podría llegar a encontrar en el depósito de Marc y lo que haría después de descubrirlo. Tenía mil y un posibilidades pero una sola decisión que determinaría su futuro, ya que estar toda su vida siendo perseguido por un artefacto egipcio, no estaba en sus planes.

Aunque tampoco estaba en sus planes la presencia repentina de Marc o ser despedido de su empleo.

Pero de todas formas, los nervios que tenía no lo detuvieron, sino que le dieron la valentía que parecía necesitar en aquel momento. Tenía una oportunidad de descubrir algo más de lo que el hombre con acento americano decía, ya que al haberlo visto vestido así, había terminado por ponerlo mucho más ansioso de lo que estaba antes y en el transcurso de conocerlo.

Aunque también, le parecía raro el hecho que después de la noche desastrosa en el Museo, Marc no había aparecido más para molestarlo y le extrañó porque, a pesar de que no lo admitiría, una parte de él se había acostumbrado a verlo en su espejo.

Marc era molesto, pero al menos sabía que estaba allí. Y ahora no estaba, haciéndolo sentir extraño. ¿Debía admitir que lo echaba de menos aunque sea un poco?

No pudo contestar aquello ya que al alzar la vista, reconoció el logo del lugar donde Spector tenía el depósito y la maraña de nervios que tenía, se intensificó cada vez más a medida que iba acercándose.

Llegó hasta la puerta y después de limpiarse las manos en su pantalón, entró y se acercó hacia el mostrador, donde un hombre estaba sentado.
Tenía un uniforme rojo, se le veía aburrido y estaba leyendo una revista, pasando las páginas desinteresadamente.

Steven carraspeó su garganta—Hola, buen día.

De inmediato, el hombre lo miró y esbozó una sonrisa amable—Buen día, ¿en qué puedo ayudarle?

El castaño buscó en sus bolsillos la llave del depósito y se la mostró—. Quería saber si podría entrar a...ordenar mi depósito.

El empleado asintió—¿Nombre y apellido?

—Puede estar a nombre de Steven Grant o...Marc, solo Marc—contestó esbozando una pequeña sonrisa que no delatara que se estaba muriendo de los nervios.

—¡Me pareció conocido apenas lo vi! Por supuesto, el número 43, ¿verdad?

Steven asintió rápido—Si, el 43.

El empleado asintió y rodeó el escritorio. Le hizo un gesto para que lo siga y luego abrió la puerta con una llave de seguridad, le indicó a Steven que lo siguiera y entraron al largo pasillo oscuro.

Steven había estado guardando el aire hace mucho pero dió un respingo cuando la puerta se le cerró detrás de él y cuando el empleado encendió las luces, que se iban prendiendo lentamente, dándole un aspecto tétrico al lugar.

Ya no hay vuelta atrás. Se dijo mentalmente antes de seguir al hombre que lo guiaba hacia el depósito de Marc, quien seguramente estaba maldiciéndolo en mil idiomas por inmiscuirse en su vida privada, pero no le importaba.

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