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Mis manos tiemblan y me duelen los nudillos.

Pero mi presentimiento fue tan acertado, que no puedo evitar sonreír con aire victorioso.

Ni siquiera me doy cuenta de cuán jodido estoy realmente, hasta que mi oponente aprieta sus manos alrededor de mi cuello, dificultando el paso del oxígeno a mis pulmones.

Sin embargo, Sunghoon no se demora en socorrerme, y rodea al tipo con su brazo (a la altura de la garganta) para jalarlo hacia atrás, con la intención de que me suelte.

En medio de la desesperación y varios jadeos erráticos, el tipo comienza a arrojar golpes hacia Sunghoon y, a pesar de que él se la ingenia para esquivarlos, veo claramente que un puño acierta en su ojo izquierdo.

Hijo de puta. A mi hombre nadie lo golpea.

El eco de gritos ahogados y exclamaciones aterradas de todos los testigos de esta caótica escena vuelve a intensificarse una vez que, nuevamente, me abalanzo contra el hombre que es apenas un poco más bajo que nosotros dos.

—¡¿En la boda de mis padres, cabrón de mierda?! —Le grito, justo antes de estrellar (otra vez) mi puño en su cara—. ¡¿El viejo que te contrató no te enseñó modales?!

El hombre no es capaz de responder, pero sigue intentando defenderse.

—Sunoo, déjalo —escucho que Sunghoon me dice—. Por favor. Ya tuvo suficiente.

«Suficiente tuvieron mis bolas. »

Con la respiración hecha un desorden, consigo incorporarme. Un poco de sangre brota de mi labio y me limpio el mismo con la manga de mi camisa blanca antes de proporcionarle una última patada al hombre, que gime en respuesta ante el brusco contacto de mi pie con su muslo.

—Te vas a arrepentir de esto, mocoso —consigue decir en un gruñido ronco.

—Sí, claro. Chúpamela.

Reviso otra vez el iPhone que le pertenece al hombre y vuelvo a reírme al ver las últimas imágenes mías enviadas por correo a un tal "Byun Minwoo". Reviento el aparato contra el suelo y luego lo pisoteo.

Cuando me doy la vuelta con la intención de encarar a Sunghoon y enfrentar todo lo que tenga para decirme, noto que un mesero del salón me está mirando con cierto temor, pero también con enfado palpable.

—Ustedes tres —dice, mientras que Sunghoon, el golpeado y yo somos señalados por su dedo acusador—. Llamaré a la policía. ¿Qué creen que están haciendo? Este es un espacio familiar.

La reacción de mi persona es mirar a Sunghoon y, de pronto, noto que su expresión facial es la definición misma de soberbia. Se relame los labios antes de posar delicadamente su mano en el hombro del empleado.

—¿Tienes idea de quién soy yo, jovencito?

Los ojos del muchacho se amplían un poco mientras ve a Sunghoon directamente a los ojos. Como acto seguido, efectúa una reverencia larga con una mezcla de veneración y miedo.

—Sí —contesta.

—Muy bien —le da una palmadita amable—. No hay nada roto, ¿verdad? Entonces... ¿Te parece realmente necesario llamar a la policía?

El chico traga saliva, pero niega con la cabeza.

—Podemos simplemente olvidarlo —Sunghoon se encoge de hombros, con un gesto modesto mientras tuerce los labios hacia abajo.

No soy consciente del billete de color verde que se desliza con disimulo a la mano del jovencito, hasta que su boca se abre debido a la absoluta consternación que lo embarga. Mis ojos se amplían por la mera realización del accionar de Sunghoon, pero pronto chasqueo la lengua.

TENDENCIA + TORPEZA [Sungsun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora