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Estoy teniendo una maldita crisis.

¿Me va a despedir?, ¿enviará un sicario a matarme?, ¿me dará más órdenes?... ¿Qué demonios es lo que hará?

Me siento en el carrusel de lo incierto y eso está generándome una ansiedad imposible de controlar.

Quiero irme a casa, por favor.

Shim Jaeyoon abandona la oficina del jefe tres minutos después de que los intercepto, y ni siquiera se digna a mirarme. Parece una persona totalmente diferente al hombre amable y simpático que conocí esta misma tarde.

Trago saliva y continúo acariciando a Gaeul que descansa con sosiego en mi regazo.

Mis ojos se presionan fuertemente cuando escucho el tranquilo y ronco "nene" proveniente de la oficina de Sunghoon. Mi hora ha llegado. Me levanto y mis temblorosas rodillas me guían hasta el despacho mientras cargo a la perrita.

Cuando el jefe me ve, automáticamente extiende los brazos y a mi cerebro le cuesta unos cinco segundos entender qué es lo que quiere con exactitud. Cuando logro captarlo, le entrego a Gaeul.

—¿Puedo ayudarle en algo más? —Me esfuerzo por no balbucear cuando le pregunto.

—Oh, sí. Dime cuál es el precio de tu silencio, nene.

—¿Disculpe? —Mi ceño se arruga.

—Vamos, sabes de lo que hablo —dice con una quietud tan natural que me pone los nervios de punta—. ¿Veinte mil dólares te alcanzan?, ¿treinta, quizás?

—¿D-Dólares? No, Sunghoon, ¿de qué está hablando? —El pulso se me descontrola de inmediato.

—Nene, no tengo tiempo para esto —anuncia, y veo que toma una chequera de su cajón derecho. Tomándose su tiempo para ser prolijo, rellena las casillas—. Lleva esto a cualquier banco y retira el efectivo. Si no quieres, puedes ingresar todo en tu cuenta de ahorro.

Estoy en blanco. Y mi subconsciente se encuentra con la boca abierta, en silencio, atónito. Veinte mil dólares más dinero de todo el que vi en mi vida, pero no estoy conmovido. De hecho, me siento totalmente incómodo e incluso ofendido.

—Sunghoon, yo... No quiero su dinero —le comunico—. Lo digo en serio, si usted y el señor Shim... Bueno, eso, no me interesa.

La risa sarcástica que el jefe suelta pone mi corazón a latir con más velocidad y fuerza.

—Nene, ¿esperas que yo te crea eso? —Espeta mientras me mira a los ojos—. Llevas un día trabajando para mí. Sé que apenas salgas de aquí, irás corriendo a las oficinas de TMZ, Herald, BuzzFeed o Dispatch. Quizás vayas a todas esas compañías mediocres para vender esa información muy comprometedora que tus ojitos vieron.

—No lo haré —con verdadero denuedo, afirmo—. No sé qué impresión tiene de mí, pero está equivocado. Vine aquí a trabajar, no a meterme en asuntos que no me incumben ni interesan.

—Si quieres que crea esas patrañas que dices, entonces toma el dinero —contesta—. Así mis abogados tendrán una base de dónde sujetarse en caso de que falles a tu sagrada palabra. Y si esa suma no te convence, entonces te invito a proponer tu precio.

—Sunghoon, con todo respeto, deje de ser tan cretino.

Tomo el cheque con forzoso desprecio y me giro sobre mis talones para retirarme.

—Nene.

Oh, por Dios. Gritaré si me llama así de nuevo.

—¿Qué? —Replico.

—Me sorprendiste. Pensé que te tomaría más tiempo hacer todo lo que te dije.

—Fui a Calvin Klein mientras atendían a Gaeul.

TENDENCIA + TORPEZA [Sungsun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora