Días... Semanas...

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Días... Semanas...

Sergio

Cuando desperté Max ya no estaba conmigo, salí del hospital y me despedí de él como cualquier compañero lo haría frente a nuestras familias, los días pasaron extraños entre interrogatorios y recuperación, dos días más tarde Max se unió a esas actividades, no era nada agradable tener que contar lo que nos pasó, por supuesto que ni él ni yo habíamos hablado de lo que nos obligaron a hacer entre nosotros, pero mencionamos que no nos alimentábamos correctamente y que en algunas ocasiones recibíamos golpes, amenazas y descargas eléctricas.

No fue nada fácil soportar repetir y repetir cada detalle de todo, del lugar, las voces, los eventos y los motivos, finalmente después de una pesada semana decidieron que no teníamos más información que dar, nos dejaron libres, la mayoría de nuestros compañeros pilotos nos habían llamado o escrito, regresar a la vida cotidiana fue por demás desconcertante, pero yo estaba intentando por todos los medios estar bien.

La FIA decidió que las carreras se retomarían donde quedaron seguía Qatar pero para mi fortuna pude ir a México unos días, así que junto con mi familia regresé por fin a mi país, nos quedamos en la casa que tenía en la Ciudad de México, después de dos días de casi pasarla durmiendo y después del desayuno, supe que Carola quería hablar, estábamos solos y me sentía nervioso y más asustado de lo que me sentí en el encierro, ella no me había visto desnudo desde que regresé, yo evitaba cada tipo de contacto más allá de los besos y abrazos que por alguna razón me hacían sentir tanta culpa y ansiedad y lo peor era que no sabía si por mi esposa o por Max, al final me sentía un infiel de primera.

Intenté ser lo más sincero posible con mi esposa, pero por supuesto no le dije nada de lo que hicimos Max y yo, sin embargo, tuve que enseñarle la marca que tenía en el pecho, no podía seguir alargando esa parte, inventé explicar que simplemente fue para torturarnos, para nada hablé del malicioso juego al que nos hicieron entrar, ella se sorprendió al verla, en verdad que era grande, en el momento en que pasó todo en mi mente volaba entre el dolor y la preocupación por Max, así que no le puse mucha atención al tamaño, pero cubría gran parte de mi pecho izquierdo y ya estaba formada la cicatriz que llevaría de por vida.

La mirada que mi esposa me dio fue de total angustia y tristeza, me abrazó muy fuerte y entre besos me dijo que con algún cirujano podría mejorar la apariencia, todo me daba vueltas, por un lado sentía dolor por ella y culpa por no desear que me tocara, enojo por que ella quería que borrara la marca de Max, la tenía más grabada dentro de mi que esa cicatriz que jamás quitaría, tantos y tantos sentimientos luchaban entre sí, mi esposa me amaba y yo a ella pero algo no era igual, me dejé llevar por sus besos y caricias, por sus suaves manos que me tocaban con tanto amor como lo recordaba, esos besos suaves y dulces que trataban de calmar mi tormento, pero sabía que hoy nada lo haría, posiblemente con el tiempo, me metí en su cuerpo tratando de satisfacer algo de ese deseo frustrado, era un ser horrible tratando de encontrar a Max en algún recóndito punto del cuerpo de quien hasta hace unos meses era la única persona en mi mente, estaba destruido, cerré los ojos y me perdí hasta el final.

En la semana de carrera en Qatar llenaron nuestra agenda con gran emoción de por fin vernos, así que no tenía mucho tiempo para pensar en nada además de las noches que pasaban como antes con mi esposa abrazándose a mi cuerpo, algunas ocasiones me miraba en el espejo y de verdad no me reconocía, observaba esa cicatriz cada día con más fascinación, me había obsesionado sintiendo que eso me mantenía unido a Max y que de alguna manera no solo había soñado sus besos y su cuerpo pegándose lo más posible, la tarea de olvidarlo no estaba resultando tan buena, en cuanto lo veía en las entrevistas y en el garaje todo mi cuerpo sentía una revolución, me imaginaba a mi mismo mordiendo sus labios, ese labio inferior que sobresalía al hablar o acompañado de un gesto de su entrecejo, algunas veces nuestras miradas se encontraban y el calor viajaba dentro de mi como un fuego quemándome todo, además de esos momentos juntos yo lo evitaba tanto como podía y lo más lamentable es que notaba el dolor que eso le provocaba, pero no tenía otra opción o sucumbiría y haría algo de lo que me arrepentiría.

Sergio y Max ¡Perstappen!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora