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— No creo que exista un fetiche así, ¿acabas de matarlo con tu mordida o lo has acuchillado?

— Para justo ahí, yo no lo he matado, el ya estaba muerto cuando llegué.

— ¿Y qué hacías tú por aquí?

— Soy una hiena, encuentro cosas lindas y las vendo, el bosque tiene mucho de eso.

— ¿Sabes cómo ha muerto? ¿Has visto al asesino?

— No he visto al asesino pero no dudo de que ha sido un vampiro, tiene dos marcas en el cuello y está completamente seco. — dijo mientras señalaba el cuello del cadáver dónde efectivamente reposaban dos marcas profundas y luego el brazo del hombre en dónde reposaba la marca que el pelirrojo había dejado sin embargo no parecía como si hubiese sido demasiado penetrante, tan solo lo suficiente como para traspasar la primera capa de piel.

— ¿Eres humano? — preguntó mientras se arrodillaba del otro lado del cadáver para estar frente a frente al joven.

— Obviamente. — respondió el menor de forma irónica mientras rodaba los ojos.

— Pues menudos fetiches raros que te traes. — confesó y le pareció raro pero adorable el bajo color carmín que recorrió las mejillas del menor.

— Si bueno, nací siendo raro. — contestó despreocupado. — Eres un vampiro.

El azabache alzó una ceja mientras miraba atento al pelirrojo esperando que este dijera algo más.

— Puedo olerlo, tu esencia.

— Los humanos no pueden oler las esencias de los vampiros.

— Creí que habíamos dejado claro el tema de que soy raro, y sobre la esencia... he convivido entre vampiros por mucho tiempo, y me he dado cuenta de muchas cosas.

— ¿Cómo cuáles? — quiso saber.

— Que cada vampiro tiene una esencia diferente según su edad.

— ¿Edad?

El menor asintió mientras señalaba el cadáver. — El que lo mató era un recién convertido, pude sentir su olor putrefacto, como una calabaza podrida bañada en hilos de pescado con vómito de relleno.

— A esos los llamamos rebeldes.

— Lo que sea, los jóvenes que ya tienen entre eso de cien años tienen una esencia más agria que cruza un poco lo dulzón, como limón con azúcar.

— Entiendo.

— Los adultos, que ya cruzan el quinto siglo tiene una esencia dulzona, como de caramelo, muy empalagoso si me lo preguntas.

— Concuerdo con eso.

— Y los más viejos, los que ya tienen bastantes siglos... cada uno tiene una esencia diferente pero refrescante.

— Acertaste, me sorprende que un humano como tú pueda oler la esencia de los vampiros.

— Me ha salvado muchas veces, es un don para sobrevivir.

Y Jeno estaba de acuerdo con eso, aquel don era sin duda muy útil... al igual que su fetiche.

Podría servirle para las próximas cazas...

— ¿Dónde vives?

— Que te importa. — debía suponer que no sería fácil sacarle información personal.

— Te tengo un trato, tú...

— Jaemin, Na Jaemin.

Eso fue contradictorio...

— Jaemin, bien, quiero que tú me ayudes en mis cazas.

El pelirrojo lo miró con el ceño fruncido y una mueca en sus labios, como si lo que hubiera dicho fuera completamente loco.

— ¿Tu cazas estas cosas? — pregunto sin embargo mientras se levantaba de su sitio y limpiaba el polvo de sus prendas.

— Sí. — contestó calmado, las ramas secas en el suelo crujieron sonora mente en el momento en que pudo por fin estar completamente de pie.

— ¿Y quieres que yo te ayude? — preguntó nuevamente profundizando su mueca.

— Si, quiero que tú me ayudes. — el olfato del humano podría ayudarle para encontrar a los rebeldes más rápido y su fetiche haría que lograra acercarse a ellos sin mayor problema.

— ¿Y qué gano yo a cambio?

— ¿Cuáles son tus demandas? — preguntó el mayor mientras colgaba su arco en su espalda y descansaba las fechas sobre el cinturilla de su pantalón.

El joven pelirrojo lo pensó, por lo que pareció unos cinco a ocho minutos, el vampiro suponía que querría muchas cosas pero esperaba que supiera que él no hacía milagros.

— Quiero un buen sueldo por esto.

— Puedes contar con ello.

— Y también quiero un lugar para dormir, con comida incluida y ropa.

Suponiendo que el humano viviera en las partes bajas de la ciudad o en el centro de esta a duras penas lo que le pedía era...

— Comprensible. — contestó. — entonces vendrás conmigo.

— ¿A dónde vamos? — preguntó el muchacho mientras seguía los pasos del vampiro quien no dudó en avanzar por dónde vino.

— A la mansión Lee. — contestó con simpleza.

— ¿Trabajas para la familia Lee?

La pregunta estuvo dotada de asombro e inocencia, como un niño de cuatro años cuando te conoce por primera vez y te pregunta tu nombre.

— Yo soy parte de la familia Lee.

Después de eso, el camino fue silencioso, el mayor avanzaba calmado mientras mantenía su vista fija en el sendero que lo llevaría a la mansión, detrás de él, el joven pelirrojo iba sumido en sus pensamientos.

Iba a trabajar para uno de los Lee ¿Que tan posible era eso? Las posibilidades eran casi nulas, solo personas de alto rango o de grandes dotes de guerra trabajaban directamente para la familia Lee.

En cuanto la mansión pudo ser vislumbrada desde la distancia en la que se encontraban Jaemin no pudo evitar pensar que este había Sido su día con más suerte, encontró una mina de oro más que cualquier baratija llenada de polvo.

La cuestión ahora era saber mantenerse en la mina de oro para no volver al centro de la ciudad.

No volvería a sus sucios negocios como una vagabunda hiena.

— No me has dicho tu nombre. — recordó Jaemin en cuanto estuvieron frente a las puertas de la Mansión.

— Jeno. — respondió él sin voltear a mirarlo.

Y en cuanto las puertas fueron abiertas de par en par pudo darse el lujo de deleitarse con la sofisticada decoración del lugar, los muebles y estatuas no eran de diseños ostentosos como había conocido antes en otra familia de vampiros.

En color rojo carmín y blanco predominaban en el lugar, sorprendentemente todo estaba muy bien iluminado con la poca luz que el oculto sol podía dar y eso le daba un toque cálido y relajante.

El pelirrojo siguió en silencio al mayor quien caminó por el lugar con la mirada en alto y la postura recta, su largo saco de cuero quedó olvidado en manos de algunas mujeres quienes corrieron a él en cuanto lo vieron.

Pasaron por distintos pasillos antes de llegar a una zona abierta que estaba rodeada por bastantes balcones que daban a distintas habitaciones.

El vampiro mayor lo guío hasta una de estas que tenía una puerta de color negro intenso con algunos bordes dorados.

— Está será tu habitación, mandaré a alguien para que traiga ropa para tí.

Y se fue sin más, como si traerlo hubiese sido cosa de todos los días, como si fuera un invitado real a la que su presencia no era bien tolerada, pero fingían mostrarse educados.

Fetiche | NOMIN (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora