Capítulo 11

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Aviso: Contiene parte +18

Cuando entramos todo estaba a oscuras. Miré a mi alrededor abrazando mi cuerpo, sin saber muy bien qué hacer. Nunca había hecho esto, así que esperaba que fuera él quien me guiara o sería un completo desastre. El alcohol me ayudaba, sí, pero no lo suficiente como para convertirme en una pantera.

—¿Estamos...solos? —pregunté para distraer mis pensamientos, antes de que me entrara el bajón.

—Sí, mi compañero también está de fiesta por ahí.

Cuando encendió la luz ambos nos quedamos mirándonos. Sus ojos oscuros atraparon los míos, dejándome sin respiración. Guardé las manos en los bolsillos de mi chaqueta mientras le analizaba de arriba abajo. Era guapo, con ese pelo oscuro revuelto y esa cadena que lo acompañaba. El aro en su oreja le resaltaba, además de esa ceja cortada. No entendía la moda, pero le quedaba bien. Sí, al jodido lobo le quedaba como un guante.

—¿Estás segura de lo que quieres hacer?

Su pregunta reverberó en el espacio. Sí, quería, claro que quería, pero nunca lo había hecho y asimilarlo hacía que me temblaran las piernas. Joder... necesitaba hacerlo. No por tener una noche reseñable que contar y sentirme, por una vez, una de esas chicas que se sentían deseadas por tener cientos de chicos a sus espaldas, o porque quisiera restregarle a Fran en los morros que no era ninguna aburrida ni ninguna estrecha. Sabía perfectamente que no era nada de eso, pero de cara a los demás... esas palabras ardían en mi piel, en mi mente. No, no era solo por esos motivos, era porque si no lo hacía sabía que me iba a arrepentir. Era guapo, la ropa que llevaba insinuaba el buen cuerpo que debía de tener, incluso era un chico con don de lenguas, aunque demasiado engreído. Nunca me habían llamado la atención los chicos que se querían más a sí mismos que a los demás, pero Lobo...

Tragué saliva antes de dejar soltar el aire que, inconscientemente, había retenido y asentí. Sí, quería, pero... no sabía ni por dónde empezar.

—Bien. Me gusta pasarlo bien, que ambos lo pasemos bien. Si en cualquier momento te sientes incómoda, dímelo.

Asentí de nuevo mientras jugueteaba con mis manos. Hubiera agradecido que en los libros que leí en este tiempo hubieran venido con un manual de instrucciones sobre qué hacer cuando has ligado con un chico guapo y te ha llevado a su casa. Sí, sabía la teoría de cómo funcionaba el sexo, incluso la práctica, pero siempre había tenido la confianza de conocer primero a la persona.

Me mordí la mejilla interna. Quería preguntarle cientos de cosas sobre él, pero tampoco quería que fuera una entrevista o un interrogatorio. Joder, se me había olvidado su nombre y eso que lo había recordado minutos antes. ¿Qué narices iba a hacer ahora?

Lobo pareció entender mi indecisión, pues se acercó a mí sin vacilar. Entonces me ofreció su mano y me hizo un gesto para que le siguiera.

Al llegar a la habitación no pude evitar mirar de reojo mientras él cerraba la puerta, apenas pude percibir un tablón, sobre la pared donde estaba su cama, lleno de cosas, como matrículas, y una hilera de... preservativos pinchados. Arrugué el ceño. ¿De verdad tenía algo así a modo de decoración?

—¿Eso son...?

Me ofreció una sonrisa divertida antes de asentir y sentarse sobre el colchón.

—Soy un chico preparado.

—No me ofrece mucha seguridad eso, ¿sabes? No quiero quedarme embarazada —respondí cruzándome de brazos.

—Esos están ahí estratégicamente para dárselos a alguien que me caiga mal. Los buenos están aquí. —El ruido que hizo el cajón de su mesita al abrirse captó mi atención. De ella sacó otra tanda de preservativos, aparentemente intactos.

Bésame en el cuelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora