Capítulo 17

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El jueves entré en la cafetería con la garganta seca y el abrigo sobrándome por el sprint que había hecho para intentar no llegar tarde. No había vuelto a ver a Hugo porque a la peque la recogía su madre, pero había estado tan ocupada entre leer, trabajar y estudiar que apenas había tenido tiempo para pensarlo. Además, seguía con la insistencia de Fran acechándome, y no entendía el porqué. Quizás la chica ya le había dado la patada o puede que se hubiera dado cuenta de lo que valía y lo que había perdido por idiota, pero, fuera como fuese, no quería recular, quería aprender a estar sola e intentar ignorar mis inseguridades, como el miedo a que nadie más me quisiera.

—Dime que has encontrado a alguien. —Fue lo primero que alcancé a decir nada más poner un pie dentro de Bom Bon café. Estos días habían sido tan caóticos que lo único que pedía era un trabajador más, fuera quien fuese. Si volvía a hacer un día más sin ayuda, me desmayaría del cansancio.

—Justo a tu lado, bombón.

Al escuchar su voz me paralicé, hacía tanto tiempo que no la escuchaba que ya se me había olvidado cómo era y, además, lo que menos me esperaba era encontrármelo aquí de nuevo y... Me giré. Lo siguiente que hice fue mirarlo de arriba abajo, analizándolo sin poder creérmelo. Llevaba el uniforme típico de la cafetería y su habitual sonrisa lobuna adornaba sus labios. ¿No estaba ahí como cliente? ¿Para tomar algo? Me mordí la mejilla interna mientras miraba a mi jefa, que estaba saliendo del almacén.

—De todos los que vinieron, él fue el que más captó mi atención. No tiene experiencia laboral, pero me dijo que hace un par de años ayudó en la cafetería de los padres de un amigo suyo, y... en fin, no todos quieren acceder a trabajar en estas condiciones. Así que te presento a tu nuevo compañero, Hugo.

—El futuro empleado del mes. —Sonrió y me guiñó un ojo.

—Bueno, con que no termines con mi vajilla y recuerdes las comandas me conformo —respondió Mónica y le palmeó la espalda.

Observé, sin decir nada, como mi jefa volvía a esconderse en el almacén, dejándome a solas con él. No sabía ni qué decir, ni tampoco qué hacer, seguía en shock. Al ver que tenía un pincho preparado, junto a mi habitual café, suspiré y decidí centrarme en eso. Necesitaba poner en orden mis pensamientos y emociones.

—¿Te has quedado muda, bombón?

Vaale, se me olvidaba que Hugo no iba a permitirme tener un minuto de paz, por lo poco que le conocía, era bastante claro que le gustaba ser el centro de atención y tenerlo todo bajo control.

—Tengo hambre y dentro de poco comenzarán a venir bastantes clientes impacientes y hambrientos, deseosos de resguardarse del frío y hablar.

—Entiendo —asintió—. Seguramente los primeros días sea una carga para ti, y comprenderé si te pongo de los nervios, pero solo quería decirte que lo haré lo mejor que pueda.

Asentí también, incapaz de cerrar la boca. Al mirarlo con mayor detenimiento, me di cuenta de que, a pesar de seguir esbozando esa sonrisa lobuna, sus ojos mostraban nerviosismo, además de sus manos, que no paraban de tocar el pantalón. Hugo iba de sobrado y creído, pero en el fondo era alguien normal, con sus miedos. Suspiré y mis hombros se relajaron, al igual que su expresión.

—Lo harás bien, cualquier cosa no tienes más que preguntarme. Como es tu primer día, iremos de a poco. Encárgate tú de anotar los pedidos en una libreta y yo me encargaré de servir. Haremos equipo.

Su sonrisa se amplió, convirtiéndose en un gesto de alivio, sincera. Tras eso, me dejó a mi aire y se dedicó a contemplar el lugar, hasta que sonó una canción de Alessby que había sacado hacía poco. Entonces gruñó.

Bésame en el cuelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora