Capítulo 2.

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- ¿Y ahora qué se supone que debo de hacer? - Pregunté mientras Evangelyne, se limaba las uñas.

- Ya te dije. - Bufó. - Primero tienes que descubrir cómo moriste.

- ¿Y tú no me lo puedes decir? - Espeté.

- No. - Esa fue su última palabra y se desvaneció. Dejándome solo en el que era mi departamento.

¡¿Y cómo demonios se supone que descubriré eso?!

Salí de ahí y me encaminé por las calles de la ciudad, era tan extraño ir caminando y que nadie me notara. Si les soy sincero tengo miedo.

Llegué hasta esa tan conocida casa para mí, en la que pasé mucho tiempo estos últimos dos años.

Ahí estaba ella, parada frente al espejo pensando en que ponerse, su cabello negro era largo hasta su cintura, caía por sus hombros, sus ojos azules, llevaban un poco de mascara para pestañas y su piel era lechosa. Su exquisito olor a fresas, era embriagador.
Ella es tan hermosa, tan perfecta. Sentí un vacío en mi pecho al recordar que no podré volver a tocarla, besarla, decirle que la amo.

Después de un rato, se decidió por un vestido verde y unas sandalias, con su cabello suelto. Caminé con ella hasta una plaza, donde se reunió con Becca.

Me sentía un acosador de primera, estaba justo detrás de ella todo el tiempo.

- Fíjate por donde caminas, rara. - Vociferó, Maddy cuando se tropezó con una chica pelirroja.

- Lo siento. - Murmuró.

- Tienes que fijarte más, ahora estas toda llena de café helado. - Dijo, Maddy.

- P-pero yo no estoy... - No terminó de hablar porque Maddy, le derramó el café que traía en la mano.

- ¡¿Qué te pasa?! - Espetó la pelirroja.

- Ups. Fue un accidente. - Maddy y Becca rieron.

Guau, este es un lado de ella que nunca había visto.

- Lo siento, Maddy no suele ser así - Me disculpé, aunque ¿A quién quiero engañar? Ella no me oye.

- Pues tu novia es una pesada. - Me contestó.

Un segundo... ¡Me contestó! ¡Ella puede oírme y verme!

- Ahora habla sola. - Se burló Becca.

- ¿Puedes verme? - Pregunté asombrado.

- Claro que puedo verte. - Respondió.

- Fenómeno. - Dijo, Maddy. Quién se fue riendo junto con Becca.

La chica se quedó parada ahí. Llevaba una blusa blanca con un estampado pequeño, sobre ésta llevaba una camisola verde aguacate, unas medias negras, un short de mezclilla oscura y unas botas. Su cabello era anaranjado y sus ojos verdes.

Se intentaba limpiar el café de la blusa.

- ¿Sabes qué eso hará que la mancha se extienda?

- Da igual, creo que deberías irte con tu novia. - Contestó sin mirarme.

- Ella no puede verme. - Admití.

- ¡Qué creppy! ¡¿Cómo qué no puede verte?! - Gritó.

- Soy un «fantasma». - Mi voz se apagó.

- No, no lo eres. No te ves como uno.

- ¿Cómo qué no me veo cómo uno?

Todos los que pasaban por nuestro lado veían a la chica, como si ella estuviera loca.

Afterlife: Después de la vida ®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora