De regreso en casa tuve poco tiempo para descansar, el detective arribó con anticipación, había llamado a mamá para saber a que hora estaría llegando.
—Señor Lorca —Saludó cordial, le señalé con una sonrisa amable la escalera, caminamos hacia el despacho, ya en este lo vi revisar su portafolio sentado enfrente de mí, reclinado con cansancio en la silla descifro sus rasgos... robustos, algunas arrugas que los años han definido y esa mirada dubitativa, casi tanto como su voz al hablarme.—Recuerda que le mencioné... un hermano joven, él... Johan sí, su padre me pidió hablara con los padres, hice una llamada dos días atrás en la que conversé la situación con el padre, el Señor Rossi un hombre bastante cordial —Observa el papel frente a él, es el mismo que ya me había mostrado —La noticia los tomó con sorpresa, como era de esperarse pidió tiempo para dialogar entre ellos, justo hoy temprano recibí una llamada para expresar que no desean un encuentro, prefieren no hacer pasar esta situación a su hijo y piden no insistir en... en general, de este tema —Me entrega los papeles que sostenía —No le he comunicado al Señor Lorca, pensé que quizás sería mejor esperar su llegada para amenizar. El chico es menor de edad, por lo que depende de la decisiones de sus tutores, es decir los padres. —Entendía su punto, cualquier intención de insistir sería sancionable, debo buscar la mejor forma de explicar a mi padre que no podrá conocer a ese joven, sin que reaccione tercamente, quizás la mala noticia sea menos pesada seguida de una buena, perdía un hijo pero ganaba conocer a otra, así ha sido esta situación desde el principio, creer que conoceríamos a todos... no era realista, desde que acepté ayudale estaba claro... entonces, por qué siento que fallé. —Si quiere puedo explicarle en su presencia.
—Tranquilo Señor González, yo hablaré con él, creo que soy el más indicado para comunicar las novedades y... lidiar cualquier reacción —El asintió su cabeza entendible, luego recibió de regreso aquella información para guardarla —Podría traerme una copia de la información de Ana Elena.
—Sí, la haré llegar mañana en formato digital.
—Gracias —El entiende que no tengo más dudas y se se retira. Me sirvo un poco del ron que tiene papá sobre el escritorio, creo que lo tiene para aparentar o brindar cuando le visita algún cliente pudiente, él no bebe casi nunca, el sabor es amargo y fuerte, pero tiene un leve tono que me hace sentir menos agotado, tras unos minutos de mirar el líquido sin ninguna idea, solo tocado por un trago, bebo todo de golpe y tomo valor para ir a la habitación de mi padre, últimamente pasaba las tardes en ese espacio de la casa y esperaba encontrarlo allí, pero no.
—Está en el antiguo cuarto de Marta, con el viejo piano. —Avisa mamá, el cuarto vacío de mi hermana mayor era casi una bodega de cosas en la casa, lleno todo aquello que estorba pero es útil en ocaciones: El piano, las pinturas de mamá, libros, un escritorio pequeño y vacío, bancos de madera... es el taller de los pasa tiempos o gustos. Intento abrir pero la puerta está cerrada así que llamo, papá no tarda en abrir.
—¡Que bien, para que me ayudes a quitar un poco el polvo! —Me entrega un trapo y vuelve a adentrarse, veo todas aquellas cosas alumbrada por la escasa luz que deja entrar la única ventana, papá la ha abierto para que el aire entre, lo ubico pasando la escoba por el banco alargado usado para sentarse a tocar, se esfuerza en eliminar las telarañas que tenga —Qué esperas hijo, pasa el trapo al piano, pero con amor no sea que se raye, allí está el líquido. —Tomo la botella de un banco que fue alguna vez una zona para convivir en el jardín, pero fue remplazado por un espacio de juego al nacer Francis, aplico en el trapo aquel líquido de pulido y me dispongo a hacer caso.
—Papá.
—Dime.
—Recuerdas a el chico del sureste, Johan.
—Sí, uno de mis hijos.
—Sí eso —Él se detiene para mirarme dado que me hando con rodeos, eso no mejora mis nervios —Él no quiere conocerte. —Bueno, sus padres, pero si digo esto solo voy a hacer crecer su intención de hablar con el chico, para asegurarse que concuerda con sus progenitores lo cual rompería la petición de no insistir que le dieron al detective.
—¡Oh! Entiendo —Menciona algo bajo de ánimo mientras frota con cuidado la tela que cubre el asciento.
—Es que... es difícil para un joven la situación.
—Yo entiendo hijo, sabía que estos casos se podrían dar, no todos quieren encontrar sus orígenes, menos si ya han tenido uno distinto toda su vida.
—Lo sé, pero no quiero que te deprimas. Tengo una buena noticia —Me miró esperando siguiera —Ana Elena, tu hija de la ciudad quiere venir, a conocerte.
—Hijo, aunque solo ella de los siete quisiera conocerme, valdría la pena para mí todo este esfuerzo —Señaló con una sonrisa para seguir limpiando animado, eso me dio paz, no obstante, me dolió también muy dentro del alma.
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Los doce hijos de mi padre
RandomToda persona cree saber todo de sus padres, es la ignorancia de ser hijo, imaginarlos ir al sanitario, teniendo instintos carnales o ideas suicidas nos resulta tan perturbador que expulsamos de inmediato cualquier intento de imagen al respecto... pe...