Pregunta 3: ¿Cómo seguir?

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"La violencia que uno mismo se impone para dejar de amar
a menudo es más cruel que los rigores del ser amado"

PREGUNTA 3

Snape fue interceptado por McGonagall cuando salió de la enfermería, la directora de Hogwarts tenía un favoritismo que intentaba no hacer notar hacia la señorita Granger, y conocer su estado la había alterado bastante más de lo normal.

-¿Pero cómo puede ser que la señorita Granger estuviese sola en el bosque? -el hecho por sí mismo merecía una sanción. Severus no supo qué responder, simplemente se encogió de hombros.- ¿Está muy mal?

-Estoy seguro que Madame Pompfrey sabrá explicarte mejor que yo, Minerva. -Como siempre, Snape pasó junto a la directora sin querer dar más explicaciones que las puramente necesarias.

-¡Severus! ¿Cómo está Hermione? -el semigigante Hagrid se acercaba agitado con su andar aparatoso, el profesor Snape pudo ver de refilón que traía empuñando una varita. -Ah, la trajo Fang a casa, me resultó familiar y cuando me crucé con Filch él me dijo que habías entrado con una alumna herida... o algo así... ¿Cómo está?

-Se pondrá bien.- Severus señaló con su mentón hacia atrás, donde McGonagall y Pompfrey hablaban, Hagrid comprendió y alargó el paso hacia ellas despidiendo al profesor de pociones con un movimiento de cabeza.

No faltaría mucho para que McGonagall le pidiese detalles de su "heroica" actuación. Alguna vez, en el tercer año del señor Potter, fue propuesto para recibir algún homenaje del Ministerio por arriesgar su vida e interponerse entre Lupin y "el trío dorado", cuando éste había sufrido su transformación de licántropo. Por costumbre había seguido a los tres hasta el sauce boxeador, sabía que se traían algo entre manos, siempre lo hacían.

Quizá por rememorar dichos momentos fue que Severus tomó el mapa del merodeador que le arrebató al trío dorado al ver acabada la guerra (reglas son reglas y McGonagall había estado de acuerdo en la peligrosidad de que el objeto cayera en manos equivocadas en un futuro), Snape ya sabía la clave y la dijo con un espíritu seco que no dejaba entrever un humor digno de hacer "travesuras", sin embargo el mapa se mostró y él lo observó largo rato sin mirarlo realmente... hasta que vio un nombre muy alejado de los demás, ingresando en territorios prohibidos, la señorita Granger.

Su sonrisa escueta festejó la ironía mientras volvía a plegar el papel. Había sido muy bondadoso con ella al otorgarle cinco puntos a su casa, ahora podría restárselos al por mayor si la encontraba merodeando en el bosque.

Cuando llegó a orillas del lago y la vio correr en medio del hielo mientras era perseguida por el perro de tres cabezas, no pudo entender qué estaba ocurriendo, pero era un mago experimentado y no necesitaba mucho razonar para actuar por reflejo. Lanzó el primer ataque y le imprimió más fuerzas al segundo, intentó caminar hacia la muchacha pero el hielo a su paso se desquebrajó... Lo demás pasó muy rápido y cuando vio la figura de Granger desaparecer de la superficie lanzó un accio especial que la hizo avanzar los metros que le faltaban para orilla. Sintió temor, el embrujo que realizó para secarla iluminó un poco a la joven, mostrando su piel blanca, sus labios morados por el frío y la sangre que se escurría por su mentón mientras temblaba de un modo incontrolable.

No estaba muy convencido de lo que hacía cuando se descubrió asi mismo entrando en el castillo con la chica en brazos. Los pocos que lo vieron parecían más preocupados que asombrados.

Quizás el único asombrado era él.

No se presentó a comer, estaba tenso por alguna razón que no podía adivinar. Ver a la figura del pocionista avanzar sin su capa por los pasillos a las mazmorras era algo que llamaba la atención a los cuadros vivientes del castillo.

IgnorantiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora