Epílogo

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EPÍLOGO

Hagrid hizo el último llamado alentando a todos los estudiantes a ingresar al tren. Las puertas ya se cerraban.

Ginny se dejó caer pesadamente en su asiento. Sólo estaban ellas dos ya que Luna se había cruzado de vagón para tener mejor luz y así poder leer El Quisquilloso.

-Bueno, libres de Hogwarts!

-Sí, libres... -Hermione miró a desgano por la ventanilla, su actitud hizo que la pelirroja la observara con curiosidad.

-¿Te ocurre algo? ¿Te sientes mal? -Hermione volteó a verla con los ojos húmedos y tragó amargamente.

-Es que... Es por... tú sabes.

-¿Sé qué?

-... Snape... -murmuró Hermione con la voz quebrada. Ahora sí que Ginny no entendía nada.

-¿Es que acaso... recuerdas algo? ¿La poción perdió su efecto? ¿Qué pasó?

-Ninguna poción, Ginny. Estuve fingiendo -la muchacha negó con la cabeza y volvió a tragar saliva duramente. Ginny se irguió.

-¿Estuviste pretendiendo que habías olvidado todo? ¿Pero qué locura es esta? ¿Qué...?

-Era la única manera... No había otro modo de conservar los recuerdos y que me atormentase menos. Lo sé, lo sé... Estoy peor que Luna, pero fue la única solución que encontré.

-¡Por las barbas de Merlín, Hermione! ¿Quieres decirme que actuaste conmigo también?

-Perdón, pero si me preguntabas algo o lo mencionabas yo no iba a poder soportarlo... Como ahora... -y rompió a llorar aunque intentaba contenerlo. Fueron muchos días de sostener un muro frente al mar de emociones, Ginny la abrazó. No existe barrera para ningún mar, y eso hasta Hermione debía suponerlo, menos para un mar de emociones. Las emociones no pueden ocultarse, siempre algo las revela tarde o temprano, ni siquiera hacía falta una amortentia.

-¡Oye! ¡Espera! -la menor de los Weasley se sobresaltó asustando tanto a Hermione que dejó de llorar en seco. La miró con sus ojos aun húmedos y enrojecidos. -¡No te lo conté! Pensé que estabas desenamorada y desmemoriada y...

-Calma, Ginny... ¿qué es lo que no...?

-¡SNAPE! -aulló con urgencia mientras se ponía de pie, los ojos de Hermione observando alrededor la hicieron bajar considerablemente el volumen de voz- Es que Snape... -la interrumpió el silbido del tren- ¡Rápido, Hermione, ve! -la castaña arrugaba el ceño sin ser capaz de comprender la locura momentánea de su amiga.

-¿De qué estás hablando? ¿Ir a dónde?

El tren empujó hacia delante y el vapor cegó la vista por las ventanillas.

-¡Su amortentia! ¡Yo lo engañé... él! ¡SUAMORTENTIAHUELEATIMALDITASEA!

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Vio al tren partir. La nube de vapor blanca se puso borrosa, se restregó los ojos y dio media vuelta para tomar su maleta.

Escuchó nuevamente pasos subir hacia la torre. Frunció el ceño.

-¿Flinch eres tú? -el celador no respondió.

-Soy yo... -la cabellera castaña más alborotada de lo normal fue lo primero en asomar. Snape sintió un hueco abrirse en su pecho que bajó hasta su ombligo. Se quedó sin palabras hasta que la tuvo enfrente a unos pasos de él.

-Señorita Granger -titubeó viéndola sin aire. Vio sobre su hombro de nuevo al horizonte: el tren ya había partido. -¿Qué es lo que hace aquí...? ¿Cómo supo...?

-Los retratos -dijo tras tomar nuevamente una bocanada de aire. Snape analizaba la situación sin poder encontrar mayor respuesta. ¿El destino le estaba jugando una broma?

-Pues, ya que está aquí... -el profesor caminó con paso tranquilo hasta las gradas donde Flinch había dejado el caldero y lo tomó de un asa ofreciendoselo a ella sin quitar la vista de él.- Yo se lo había... -iba a decirle que había sido su regalo, pero se arrepintió al recordar la poción.- ... quizá lo olvidó.

-No... -respondió ella sin quitar los ojos del caldero- No lo he olvidado.

Snape pensó que fingía recordar para no discutir con él, o quizá quiso decir que sí recordaba tener un caldero pero prefirió dejarlo en el castillo para no cargar con él.

-Fui muy feliz ese día... -soltó la muchacha mientras esgrimía una especie de sonrisa en la que sus labios se achicaban. Snape la observaba con interés, dio un paso al frente.

-¿Lo recuerda? -preguntó con un dejo de incredulidad. Hermione asintió.

-Recuerdo... todo- dijo ella finalmente. Snape examinó sus ojos. Hermione le permitió mirarla, entregó una mirada pacífica y rendida.

-Pensé que... Faltaban ingredientes para la poción del olvido. -dijo él de repente y vio como los ojos de Hermione se volcaban al suelo, fue como si el telón del teatro cayera frente a él. La ficción acabó con una carcajada tímida y nerviosa que escapó de la boca de la señorita Granger.

-Sí, pero hice lo mismo que aquella otra vez -dijo ella encogiéndose de hombros, Snape recordó el episodio del lavabo en el que su estudiante arrojó toda la poción. Se irguió en su lugar y los ojos de la muchacha volvieron a él- Ya se lo dije: no quiero olvidar todo lo que siento... cuando estoy con usted.

Severus tragó saliva mientras la observaba pacientemente, miró al suelo. Su mente trabaja a toda velocidad, su alma se sacudía dentro suyo... No sabía qué hacer, qué decir, qué era lo correcto. Hermione también sufría la misma ignorancia y pensó que, como siempre, debía ser la primera en responder.

Y otra vez alzó su mano... pero esta vez la dirigió al rostro de Snape, su profesor se inclinó hacia atrás observando la mano como una amenaza, buscó una respuesta en los ojos de ella, que le sonrió suavemente.

-Sé que no le soy indiferente... -Severus quería negarse, decirle que se equivocaba, que se fuera, que era una niña, una alumna, que él era un viejo... pero guardó silencio y la palma de Hermione tocó su mejilla.

Vulnera Sanentum.

Snape cerró los ojos ante un contacto que no estaba seguro que hubiera sentido anteriormente. Los abrió, y él también alzó su mano pero la posó sobre la que Granger sostenía en su rostro. Todo transcurría con una impresionante lentitud, permanecieron así unos segundos, sin mirarse a los ojos. Él se sentía inmensamente culpable por permitir aquel episodio, y ella insegura completamente de poder ser rechazada otra vez... pero en cuanto el pulgar de Snape acarició el revés de la mano de Hermione con un simple movimiento, ella se puso en puntas de pie lentamente, y con mayor lentitud se acercó a él. El mundo se extinguió a su alrededor, no sólo porque dejaron de verlo al cerrar los ojos, sino porque al rozarse sus labios todas las demás cosas dejaron de existir, incluso las dudas.

Fin

IgnorantiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora