IV. Engaños

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¿Cómo había podido olvidarse de algo tan sumamente importante?

-¿Qué pasa? – pregunta Li Meiling a su lado.

Jiang Cheng coge la pequeña caja negra que había caído al cubo de basura y se la tiende.

-Tiene que tomarse esta medicina todas las noches – explica – según me dijo, cuando era niño intentaron envenenarlo y desde entonces cada medianoche debe tomar este antídoto para evitar que el veneno que sigue circulando por su sangre llegue a su corazón y lo mate.

Ante su explicación, la doctora frunce el ceño, una manía que le había pegado al pequeño Jiang Cheng y que desde entonces es su marca más característica.

-¿Te habló de algo más? – pregunta – ¿qué tipo de veneno es o con qué sustancias se elabora la pócima?

-No – niega – solo sé que sabe a manzanilla.

-No es una información muy valiosa, pero me servirá para descartar unos pocos y centrarme en aquellos que lleven ese ingrediente cuando busque información sobre algo parecido en el Libro de Venenos de Faesia. – argumenta – Parece que tanto comerle la boca al rey humano va a servir para algo más que para intercambiar fluidos.

-¡Oye! – espeta, sintiendo su cara arder, nadie nunca se atreve a hablarle así y esa mujer lo hacía constantemente, está seguro de que disfruta humillándolo, que se alimenta de su vergüenza.

-Uno de los tres frascos está roto – relata después de sonreír perversamente al ver su reacción, recuperando la seriedad que la conversación merece cuando abre la caja y ve lo que hay dentro – el que se encuentra más arriba de todos, seguramente por la fuerza del golpe, ya que es el que estaba más cerca de la costilla rota del pecho. Debemos estar agradecidos de que hayan sobrevivido dos teniendo en cuenta la dureza del mismo.

Jiang Cheng asiente. Sabe que siempre guarda los frascos en un pequeño bolsillo que hay dentro de su casaca, entre el pecho y el abdomen, la zona más protegida por la armadura, esa que el malnacido hechicero hizo prácticamente añicos. Jura que se las pagará.

Aunque, ahora que se ponía a pensarlo, le resulta curioso que haya sucedido exactamente lo mismo que aquella noche hace dos años donde dio comienzo su extraña amistad, aquella en la que uno de los tres frascos también se rompió.

-¿Puedes duplicarlos? – pregunta esperanzado.

-Podría, pero necesito más de ellos para hacer experimentos – dice, preocupada – teniendo en cuenta que uno hay que dárselo esta misma noche y que el otro lo necesitará mañana, no puedo permitirme el lujo de usar ninguno de los dos ya que el proceso llevará tiempo. Conociendo un solo ingrediente va a ser prácticamente imposible dar con el tipo que es buscando en los libros y aunque pudiera estudiar el contenido de uno de los viales no podría crear nuevos para cuando los necesitase porque primero debo averiguar todos los componentes que lo forman, luego hacerme con ellos y por último usar las dosis adecuadas para que sea exactamente igual, cualquier mínimo error en uno de estos pasos y el remedio será peor que la enfermedad.

Jiang Cheng suspira, pero ha tomado una decisión.

-Entonces tendré que ir a por medicinas nuevas – y eso era una mera frase informativa porque no estaba pidiendo permiso.

-No – niega – de ninguna manera podrás entrar al campamento humano, menos tú y menos ahora con el revuelto que habréis armado.

-No seré yo quien se infiltre – dice con una sonrisa que no puede augurar nada bueno – y precisamente ahora con todo el caos será el mejor momento para hacerlo, todos estarán demasiado ocupados intentando mantener el orden y no repararán en mí.

Crónica de unos ojos escarlata [XiCheng]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora