I. Piloto

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-Te quiero.

-Yo también te quiero, A-Cheng.

Llevaban ya un año y medio de relación y Jiang Cheng aún no se acostumbraba a decir y recibir esas palabras sinceras.

Sintiéndose cohibido, escondió su cara en el pecho contrario y pegó aún más sus cuerpos desnudos, esos que momentos antes habían pertenecido al otro.

-Apenas unos días – dice de pronto el rey de las hadas, devolviendo ese acercamiento tanto como era posible – unos días más juntos y nos tocará estar tres meses separados antes de volver a vernos en el campo de batalla.

Lo dice en un tono bajo, casi susurrándolo, con la esperanza de que tal vez así no sea tan real, tan vez así puede fingir que no es verdad lo que sale de sus labios, tal vez así esa separación nunca llegue a darse.

-¿Cuándo te vas de Nryan? – pregunta el rey de Gusu Lan para calcular así las noches que les quedaban juntos, con la confianza que solo podían permitirse los necios de robarle tiempo al tiempo.

-Mn – ronroneó Jiang Cheng debido a las caricias en la parte baja de su espalda – se supone que dentro de tres días el ejército de Yunmeng Jiang tiene que partir hacia Muelle del Loto. ¿Cuándo te vas tú?

-Seguramente por la misma fecha, día arriba, día abajo – dice con un tono lastimero – el otoño está a punto de llegar a su fin y no quiero estar aquí cuando caigan los primeros copos. Estos últimos días los dedicaré a recoger los cadáveres y reorganizar lo que queda de mi ejército antes de partir hacia la capital.

Al escucharlo el feérico hizo más fuerte su abrazo, disculpándose silenciosamente con él.

-No te sientas mal, cariño – dice sobre su cabeza – ya habíamos pactado que esta vez me tocaba perder a mí.

"Pero eso no quiere decir que no duela ver morir a mi gente."

-¿Crees que algún día acabará todo esto? – pregunta esta vez Jiang Cheng en un susurro triste.

-Sí – responde muy seguro Lan Huan – algún día seremos libres y por fin podré casarme contigo.

Jiang Cheng sintió cómo toda la sangre de su cuerpo se arremolinaba en su rostro. Su estúpido nán pèngyǒu no tenía ninguna vergüenza en decir esas cosas, de hecho, el rey de Yunmeng Jiang juraría que lo hacía porque sabía cómo le afectaban a él.

Escuchó una carcajada y como venganza le pellizcó el brazo.

-Lo siento WanYin, pero es que eres muy adorable – dijo mientras deshacía ese abrazo lo justo y necesario para unir una vez más sus labios en un beso apasionado y necesitado, reflejo de sus propios sentimientos.

🌸🌸🌸🌸🌸

Cuando Jiang Cheng despertó, sintió un vacío frío donde antes había estado el cuerpo cálido de Lan Huan y gruñó. Desesperezándose, se percató de que debían ser las 6:00 de la mañana, así que haría ya más de una hora que su acompañante se habría ido. Odia amanecer en soledad, pero por desgracia era lo habitual cuando se quedaban a dormir juntos, más cuando el día anterior había habido un enfrentamiento y debían hacerse cargo de las bajas a primera hora. Menos mal que el horario de actividad de los feéricos comenzaba un poquito más tarde que el humano porque dudaba mucho que pudiera levantarse todos los días a las 5:00.

Bostezando se incorporó y vio una nota en la mesilla de noche que decía:

<Buenos días, cariño

Siento haberme tenido que ir tan temprano sin decir adiós, pero estabas tan a gusto dormido que no he podido despertarte por muchas que fueran mis ganas de darte un beso de despedida.

Crónica de unos ojos escarlata [XiCheng]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora