II. Complot

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Una mueca aparece en sus labios cuando, debido a su nerviosismo, clava las uñas en la palma de su mano, exactamente en el mismo lugar donde esa tarde se había cortado limpiando su espada. Es lo que pasa cuando tienes un arma letal en las manos y tu mente está muy lejos del filo plateado que refleja la misma muerte.

Encima tendrá que aguantar el regaño de Lan Huan cuando finalmente venga. Todo era genial.

Aunque... es bastante tarde, más de lo que siempre suele llegar. Quizá haya tenido algún problema y no pueda venir hoy, cosa que sería terrible y espantosa porque entonces no podrá advertirle de lo que sucederá mañana.

¿Y si no viene? ¿Y si no pueden hablar y sucede lo peor? ¿Y si sus manos terminan manchadas de su sangre? ¿Y si...?

-Hola, A-Cheng – saluda el humano después de cerrar la puerta.

-A-Huan – llama con sumo alivio, por una vez siendo él quien comienza el contacto físico, tirándose directamente sobre Lan XiChen, rodeando su cuerpo en un abrazo.

El rey de Gusu Lan se muestra sorprendido ante su repentino arrebato, pero no tarda nada en devolver ese abrazo, ese que él también necesitaba más que nada.

Inmediatamente después de que sus brazos se separen, toca el turno a sus labios de hacer contacto, si bien lo cierto es que ese roce no dura mucho debido al gruñido de Lan XiChen, que provoca que Jiang Cheng se separe de él y lo mire con el ceño fruncido.

Se percata entonces de que ese sonido de dolor se debe al corte que había en la parte derecha de su labio superior. No era profundo pero la zona estaba hinchada.

El rey de las hadas se le queda mirando un buen rato y coloca su mano justo al lado de la herida, sin llegar a tocarla directamente, inclinándose hacia delante para tener una mejor perspectiva.

Ante ello, Lan Huan sonríe cariñosamente y coge esa mano entre las suyas antes de llevársela a los labios y dejar un beso en ella. Hizo eso sin despegar los ojos de su rostro, sabiendo que un bonito rubor aparecería en sus rasgos afilados.

Efectivamente, sucede, y una suave risa sale de su boca, impactando contra esos dedos llenos de cicatrices por los cortes y callos.

Cuando Jiang Cheng la aparta de repente lanzándole una mirada con los ojos entrecerrados, pero todavía con restos de rojo en sus mejillas, lo único que hace es que la suave risa del Lan se convierta en una carcajada y se lance a rodear su espalda (porque se había enfadado y estaba poniendo rumbo a la puerta para irse) y llene su cuello de besos, unos dulces y otros un poco más acalorados, aunque siempre con cuidado de no dejarle marcas.

-Eres un tonto – le espeta Jiang Cheng con el ceño fruncido que no había llegado a desaparecer una vez que (a regañadientes, como siempre sucedía cuando tenía que dejarlo ir) le suelta y permite que se sitúe de nuevo frente a él.

Es entonces cuando Lan XiChen se permite echarle un vistazo en serio, comprobando que su lucha del día anterior no le haya provocado otro daño más grave que cierto corte superficial que le hizo en el brazo y que ya habían pactado de antemano. Para su disconformidad, no es así

-A-Cheng – le riñe cuando ve la reciente herida en la cara interna de su mano.

-No es nada – responde. En serio ¿Por qué ese hombre que había sido herido de gravedad infinidad de veces se preocupaba por cosas insignificantes como esa?

-Sí que lo es – reprocha.

Antes de que proteste, ya ha sacado un pañuelo con el que rodea su palma cuidadosamente antes de amarrarla con un nudo en el centro, sobre el que deja un besito encima, como si así la pequeña herida fuera a curarse repentinamente.

Crónica de unos ojos escarlata [XiCheng]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora