Una habitación con olor a sexo salvaje, pasión, deseo y el amor más puro se respiraba en mi recámara, estaba encima de Ellen, viéndola dormir, su cara estaba tan relajada que me causaba ternura verla. Terminamos en mi departamento después de que regresamos a nuestro destino, yo insistí en que se quedara conmigo.
—¿Qué somos? — me preguntó.
— No lo sé— le respondí, dejando escapar un suspiro, —Dime, tú ¿Qué quieres que seamos? —
—Eres todo para mí, Jime, pero siento que no sé nada de ti—
—Sí, sabes, soy chef— respondí.
Ellen, se apartó de mi cuerpo y se incorporó sentándose en el borde de la cama.
—No seas cínica, sabes a qué me refiero— estaba desnuda solo la cubría una sábana de las caderas hacia abajo.
—Ok. ¿Qué quieres saber, mi rubia? — me incorporé de una, —aunque no hay mucho que saber—
—Pues hay muchos temas, Jimena, evidentemente un día no alcanzaría para conocernos, pero podrías resumir, ¿No? —
—Ok, Ok. Empecemos por— la abracé desde atrás, —Mira, estamos aquí y ahora, mi pasado es mío y mi futuro es nuestro, no hay nada más que tengas que saber— dándole un beso a su brazo tatuado por completo con la figura de una mujer.
Su cara fue de total desagrado, pero es que es real, no tengo mucho que contar, mis padres habían fallecido hace años en un accidente dónde milagrosamente había sobrevivido, sin hermanos, familia con la que tenía poca interacción y con más de tres años viviendo en este rincón de mi país.
Interrumpiendo nuestra conversación sentimos abrirse la puerta, era Ana, desde unos meses después que llegue aquí he tenido tal confianza con ella que tenía las llaves del apartamento, rápidamente me incorporé de una para me coloque un camisón y la recibí con un fuerte abrazo.
—No lo puedo creer Jimena, tienes todo un desastre en este apartamento— decía Ana mientras recogía la ropa regada en el suelo, —mira esta ropa aquí— dijo molesta.
—Sí, sí, Anita, yo también te extrañé un montón— le dije con sarcasmo.
Me le acerqué y en susurro le dije —Ana hermosa, Ellen está aquí, ven— La llevé del brazo hasta la habitación donde Ellen me veía con cara de gran confusión
—Ana ella es Ellen, ¿No te dije que era guapa? — dije con gran alegría.
—¡Hola! Ellen, soy Ana la mejor amiga de esta loca— dijo señalándome. Ellen un poco ruborizada y tratando de taparse un poco más con las sábanas respondió el saludo de Ana.
—No, bueno, si esto para ti es no saber nada— la rubia se dirigió a mí.
—Bueno, ahora lo sabes— contesté.
—Sí, ella, es un poco despistada, ya te irás acostumbrando— dijo Ana en un intento de defensa a mi persona.
En ese momento Ana salió del cuarto a la sala y yo siguiéndola, —Y ese milagro, ¿Tú por aquí? — le pregunté.
—Pues, te parece poco, la inauguración de tu restaurante— contestó Ana, haciéndole un visible gesto para que se callara, cosa que no se daba cuenta y seguía hablando, —Tengo un tiempo libre en el hospital y te vine a ayudar— mis intentos fueron inútiles.
—¿Cómo? — salió Ellen del cuarto con el pantalón puesto, su top, descalza y su camisa y zapatos en las manos. —No entiendo, ¿Que inauguración de restaurante? — no paraba de hacer preguntas, —¿Y tú trabajo?, ¿Y yo?, ¿Pensabas decírmelo en algún momento? — gritó.
—Ok. ¿Puedo decir algo? — me le acerqué, pero ella me detuvo con un gesto.
—¿Ahora sí quieres hablar? — dijo Ellen. Ana, veía la situación desde una distancia prudencial, en la cocina con una taza de café. —No se alteren chicas, Ellen, no es para tanto, ya te dije que está chica tiene problema para recordar ciertas cosas— Ana no sabía cómo acomodar mi metida de pata.
Mi rubia estaba muy molesta, esos ojos cielos eran un mar totalmente embravecido, parecía un maremoto,
—A ver, mi amor, si me dejas explicar, todo se puede solucionar y listo— veía a Ana y me hacía un gesto para que me callara. Después Ellen se incorporó de la silla y ya arreglada tomó sus cosas y se fue a la puerta, —Ahora soy yo la que no quiere escucharte, ni hablar, te veo mañana en el bar, para discutir qué haremos con tu acenso o tu despido, Señorita Jimena—
Acto seguido se escuchó la puerta cerrarse violentamente.
Me voltee y mire a Ana, que ahora además del café estaba sentada en la mesa con un pedazo de torta, —Pero bueno, chica, tú lo que haces es comer— dije caminando al cuarto a terminarme de vestir.
—Bueno, qué hago yo si tengo una amiga chef y de paso estas peleas del colectivo LGTB me dan hambre— dijo mi amiga con burla, —¡Oyeeee! Pero Ellen está buenísima, mira qué brazos y ese cuerpo fitness. ¿Tiene Instagram para seguirla? — preguntó con picardía. No le di mucha importancia a ese comentario. Celos, ¿Quizás?
—Yo de verdad, no sé porque las mujeres complican todo y no sé por qué me gustan —
—Sí, mira, para nuestro un botón. Todo lo complicaste, Jime— me dijo Ana, —Como le ocultas eso— insistía mi amiga, —Te lo ganaste, mira que mentirle a ese bomboncito, es una ternurita—
—Se lo iba a decir— me defendí.
—¿Cuándo, pajúa? — me replicó Ana. Hubo un momento de silencio. —¡Bueno, ya! Volviendo al tema— tomó asiento en la mesa, —Es en 2 semanas y todo está listo, vendrán figuras públicas desde Caracas a la inauguración.
—Imagino, ya me han confirmado y si viene gente de allá, algunos colegas— le respondí.
—¡Escúchame! ¿Qué harás con Ellen, el ascenso y el trabajo? —
—Supongo que renunciar, no hay más, el restaurante ha sido mi sueño, y si Ellen me "ama" como lo dijo entenderá— dije fijando mi postura.
—Me das miedo, Jime, tu siempre tan fría, amiga, veamos los detalles entonces—
Seguidamente pasamos muchas horas organizando y afinando detalles, menú y temática, en mi mente estaba Ellen, tenía dividida mi cabeza era muy difícil trabajar así. Ana se quedó a dormir, yo no tenía muchas ganas, sentía que mi historia con esa rubia hermosa tenía las horas contadas. Solo contaban las horas para ir al bar y enfrentarla.
ESTÁS LEYENDO
Mi Chef Favorita
RomansaJimena, una chef de 24 años de edad con un futuro prometedor en el área gastronómica, deja su ciudad y se muda a la zona costera para convencerse que el amor no está en sus planes, sin embargo, todo cambiará la noche en que conoce a Ellen, una chica...