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Los rayos del sol pegaban justo en su rostro, impidiéndole continuar durmiendo, abrió apenas un ojo como para así poder ver la hora en el reloj que se encontraba sobre la mesa de noche, las nueve y treinta de la mañana, había dormido casi diez horas y aun así se sentía cansado.

Se dio la vuelta con ánimos de ignorar la molestia que le causaba la luz natural, y enterró el rostro en las sabanas gris oscuro que lo cubrían. No pudo evitar buscar el tenue rastro del aroma de su alfa que había en ellas.

Desde que había salido del hospital estaba bajo los cuidados, algo excesivos pero de todas formas bien recibidos, de Vincenzo. Viviendo en el apartamento que este tenia en plaza geumga.

Aún se encontraba débil ante ciertas cosas, aunque eso en realidad era a causa del lazo roto que todavía no sanaba, principalmente, lo que más le afectaba eran los aromas de omegas y alfas, más que nada los de estos últimos, le provocaban mareos que su lado humano resentía y un miedo profundo a su omega, el cual aún estaba atemorizado ya que no podía protegerse a sí mismo.

Por eso, desde que estaba allí, Vincenzo había comenzado a utilizar supresores para disminuir su aroma, incluso aunque estuvieran en su propia casa, realmente le agradecía por eso, aunque de igual forma extrañaba poder sentir su aroma, el cual era igual al de las uvas más dulces, de alguna forma u otra siempre terminaba con la nariz enterrada en los almohadones o en la ropa que el mayor le prestaba en busca de poder sentirlo.

Esa mañana claramente no era la excepción, y cuando pudo sentir el leve rastro de este, bajo las capas, demasiado intensas, de jabón para la ropa, su omega y él gimieron con gusto.

Deseaba poder animarse a pedirle que dejara de usar los supresores para poder disfrutar su aroma sin tapujos, pero sabía que por su propia salud, tanto mental como física, no podía darse el lujo de disfrutarlo todavía.

Disfrutó todo lo que pudo de la tenue sensación de estar envuelto en el aroma del mayor, siguio así por unos momentos, hasta que se dijo a si mismo que debía dejar la flojera de lado y levantarse de la cama para desayunar.

Con un pesar propio de adolescente que reniega de ir a la escuela, por fin alejo las sabanas de su cuerpo, el clima era cálido, por lo que no usaba más que unos shorts deportivos negros y una remera blanca de mangas cortas, toda ropa de Vincenzo. Arrastro sus pasos hasta el umbral de la puerta en busca de su amado alfa.

Las sabanas del sillón, que Vincenzo usaba como cama desde su llegada, estaban ordenadas, por lo que significaba que se había levantado antes que él, aunque eso era de esperarse realmente. No lo vio en la cocina ni en algún otro rincón, así que simplemente se limito a asumir que no estaría muy lejos y que volvería pronto, después de todo, nunca se iba de la casa mucho rato sin avisarle.

Paso por el umbral de la cocina dispuesto a preparar algo para desayunar, no estaba muy seguro de si Vincenzo ya lo habría hecho o no, pero decidió dejar algo preparado para el también.

Puso la cafetera a calentar y un par de trozos de pan en el horno a baja temperatura para que no se quemen, no le gustaban las tostadoras, ya que en ellas solo podía hacer dos o tres a la vez. Estaba buscando la mermelada que sabía le gustaba al alfa cuando escucho el ruido de la puerta ser abierta, levanto su cabeza en su búsqueda y se sorprendió gratamente al ver que alguien más lo acompañaba, Cha Young.

La otra omega chillo emocionada al verlo, y no le importo el haber empujado —y casi derribado— a Vincenzo para acudir a su lado y darle un cálido abrazo.

—Por eso es que no te quería dejar venir. —menciono Vincenzo con clara molestia en su rostro.

—No me querías dejar venir solo porque estas celoso de cualquier persona que se le acerque. —le respondió burlona y sin soltar al omega.

il mio omega || VinSeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora