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Los gritos resonaron por toda la habitación, rompiendo con el silencio natural de las noches en el edificio.

Vincenzo sintió los gritos, así como el terror recorrerle el cuerpo una milésima de segundo después, en un estado de alerta total se levantó de la cama y abrió la puerta de la habitación en la que dormía, la propia se la había dejado al omega en cuanto se mudó con él.

Los pocos pasos que los separaron se sintieron tan largos como nunca, su piel estaba erizada mientras sentía sudor frío recorrerle, poco le importo la apariencia que seguro tenia al momento de irrumpir en donde estaba Han Seo, miro hacia todas las direcciones en busca de algún posible enemigo, un movimiento más bien instintivo por su trabajo, pero no encontró nada.

Se tomó un momento para inhalar profundo, había estado conteniendo la respiración sin darse cuenta, a sus pulmones llego el olor a terror puro que desprendía aquel bulto sobre las sabanas.

Se mordió los labios con frustración, su rostro se envolvió en una mueca que contenía sus ganas de llorar y su frustración por todo aquello que pasaba quien fiera su pareja destinada.

A pasos lentos se fue acercando, temía que si lo irrumpía sin cuidado podría hacerle peor, los gritos habían parado para convertirse en sollozos y en quejidos lastimeros que entre susurros pedían por clemencia a una persona que solo se encontraba entre pesadillas.

Dejo salir un poco su aroma mientras se acercaba, se inclinó junto a él, con una distancia prudencial para que no se sienta agobiado, pero lo suficientemente cerca como para poder ver las lágrimas corriendo por su rostro, así como aquella expresión de dolor que decía todo lo que estaba reviviendo dentro de su mente.

—Han Seo... —pronunció casi como un susurro, más no hubo reacción. —Han Seo, estoy aquí, despierta por favor.

Pero era inútil, algo tan sutil no servía para despertarlo, veía el pequeño cuerpo temblar y no pudo más que sentirse inútil como pocas veces en la vida.

Con algo de brusquedad se levantó, poniendo sus manos sobre los hombros del omega, dejándolo boca arriba, mirando hacia él. —¡Despierta Han Seo!

Cumpliendo la orden, tal y como si realmente hubiera usado su voz de mando, los ojos del omega se abrieron con susto, estos estaban rojos y humedecidos por el agua salada que en ningún momento había parado de brotar de ellos.

El primer instinto de Han Seo había sido el abrir la boca para volver a gritar, pero así como la abrió, también la cerro, lo hizo en el mismo instante en que se dio cuenta de que a quien ahora mismo tenia encima suyo no era nada más ni nada menos que a su alfa, a su verdadero alfa, no aquel que lo había sido por obligación. Se mordió el labio con fuerza, como si aquello fuera suficiente como para contener los sollozos que aun luchaban por salir de su ser, su nariz se arrugaba dando en cuenta de cómo se contenía, pero sin poder evitarlo las lágrimas seguían corriendo, las sentía descender por los costados de su rostro hasta perderse entre su pelo y las sabanas.

Han Seo desde su lugar podía observar casi con completa claridad el rostro de Vincenzo, al menos gracias a la luz que se colaba del pasillo hacia el interior de su oscuridad, pudo observar su mueca compungida y dudosa sobre qué hacer, así como también notar su cuerpo temblar, no tanto como el suyo pero si lo suficiente como para ser visible a sus ojos.

Sus fosas nasales fueron inundadas por el dulce aroma que provenía del alfa en un intento de tranquilizarlo, eran pocas las oportunidades que tenia de sentirlo de esa forma, la mayoría de ellas habían sido cuando las sabanas que usaba aun olían a él.

Tan concentrado estaba en aquello que sentía, que tardo unos momentos en darse cuenta de que se había quedado mirándolo como bobo sin decir nada, envuelto en la sensación de haberse olvidado de sus pesadillas momentáneamente.

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⏰ Última actualización: Jan 26 ⏰

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il mio omega || VinSeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora