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Los días pasaban casi volando al lado de su amado, en algún momento en que no fue consciente del todo el tiempo paso y ahora mismo faltaba menos de un día para que se terminara el año, tenía sentimientos encontrados, pero ninguno de ellos le traía pesar alguno a su vida actual, por fin estaba sintiendo lo que era la verdadera felicidad.

Como toda persona coherente, tenía el leve temor de que llegara algún momento en el que ya no pudiera disfrutar de ella, pero no dejaba que sus miedos lo dominen, al menos no en aquel sentido.

Sonrió para sí mismo mientras empujaba un poco más hacia adelante el carrito de la compra por los pasillos del supermercado, Vincenzo iba tan solo unos pasos adelantado a él, ocupándose de encontrar todos los productos que necesitaban y ubicarlos junto al resto de cosas que debían de llevar.

Debía de admitir lo raro que era la imagen de Vincenzo comparando los precios del papel higiénico y su calidad.

Era de las primeras veces que salían del edificio desde que le dieron el alta, y la primera que iban a un lugar tan concurrido, Vincenzo había accedido venir sin considerar la cantidad de gente que estaría haciendo las compras para la cena de año nuevo.

Una mascarilla cubría el rostro de Han Seo, así como una parte del gorro que llevaba, la ropa, no especialmente holgada, pero si de un talle más grande al que solía usar, estaba cubierta de las feromonas ajenas para evitar cualquier tipo de mal entendido, o como medio para ponerle freno a algún idiota que tuviera la mas mínima intención de coquetear con el omega.

Vincenzo no era un alfa celoso, no, no lo era, pero su lobo todavía seguía igual de alerta como el primer día que había salido del hospital, siempre teniendo su mirada en él, aunque sea de reojo.

El mayor debía de admitir que nunca dejaría de odiar esa marca que el omega portaba en su cuello, su único consuelo era ver como a paso lento, demasiado lento para su gusto, se iba cerrando, dejando a su paso una cicatriz bastante fea. Cicatriz de la cual, si en algún momento Han Seo se lo permitía, borraría todo rastro cuando dejara la suya propia.

Sacudió aquellos pensamientos de su cabeza, apenas había pasado un mes, ya tendría tiempo más tarde. Por lo pronto solo disfrutaría de marcarlo con su aroma mientras hacía que use su ropa, era especialmente tierno ver el leve sonrojo que cada tanto aparecía en las mejillas del menor.

Continuaron sus compras con la mayor tranquilidad hasta terminar, tuvieron que esperar un par de minutos en la fila de la caja por la cantidad de gente que había, pero por suerte no fue tanto como para arruinarles el día o algo por el estilo, cargados de bolsas salieron y fueron al auto, el supermercado quedaba a pocas calles de Geumga plaza, pero Vincenzo no dejaría cargar peso en el camino al menor, además de que el mismo no tenía ganas de caminar.

Ya en el auto Han Seo aprovecho para —por fin— sacarse la mascarilla del rostro, tenía especial desprecio por usarlas, incluso cuando estaba enfermo. Bajo un poco el vidrio de la ventanilla para apreciar el paisaje que le daban las agitadas calles de Corea, no sabía si era así para todos o solo para él, pero sentía este año especialmente distinto a los anteriores, en el buen sentido claro, después de todo lo estaba pasando con Vincenzo, con su pareja.

Pudo observar a una pareja de adolescentes caminar tomada de la mano, y no supo si su mirada fue demasiado obvia o si solo Vincenzo estaba mirando hacia el mismo lugar en el mismo momento, pero su mano fue envuelta por la ajena

Se acomodó en el asiento para ver a la persona a su lado, Vincenzo miraba al frente, concentrado en el camino con una mano en el volante y la otra entrelazada a la suya. No pudo evitar la sonrisa que ilumino su rostro cuando siguió sujetándolo mientras movía la palanca de cambios, parecía que estaba viviendo una escena sacada de alguna película de amor barata, pero se sentía demasiado correcto.

Su corazón golpeteaba acelerado dentro de su pecho, volteo hacia un lado al sentir como sus mejillas comenzaban a sentirse demasiado calientes, en un sinónimo de que se estaba sonrojando. Quiso concentrarse en el aire frío que golpeaba levemente su rostro para dejar pasar ese pensamiento momentáneo sobre cómo se sentiría un contacto más íntimo entre sus pieles.

Pocos minutos más bastaron para llegar al apartamento, termino siendo más tiempo el que tardaron en acomodar todo en su lugar que el del viaje.

El menor puso a hervir agua mientras el mayor buscaba dos de los potes de ramen instantáneo que habían comprado antes, se había hecho algo tarde, ambos tenían hambre y nulas ganas de cocinar por lo que recurrieron a la mejor opción, además de la que tenían más a mano.

Al traer los potes Vincenzo se ubicó a su lado y, casi con timidez, deposito un suave beso en su mejilla.

Una vez todo estuvo listo, ambos se acomodaron en el sillón de la sala, era bastante amplio, pero al parecer eso poco les importo, pues ambos se sentaron lo más cerca del otro posible mientras comían, y veían la primera película que les había aparecido en las recomendaciones.

Al poco rato los envases vacíos quedaron abandonados sobre la mesa ratona y el alfa no tardó mucho en rodear al omega con sus brazos, este por supuesto no se negó al contacto sino que aprovecho también para así poder recargar su cabeza en su pecho, no le importaba mucho que por la posición no pudiera ver parte de la pantalla, la película no era tan interesante, y aunque lo fuera, esto seguía siendo mucho mejor.

Leves caricias desinteresadas eran repartidas por sus brazos, de reojo pudo observar como afuera ya estaba completamente oscuro, probablemente estuviera haciendo frío, pero el calor corporal ajeno era el suficiente como para no tenerlo tiritando a pesar de no tener alguna manta que los cubriera.

En un momento sus ojos comenzaron a cerrarse de a poco, no estaba cansado, pero la comodidad que sentía en esos momentos hacia que su cuerpo y su mente quisieran ser arrastrados por los brazos de Morfeo. Froto un poco su rostro contra el pecho del mayor como si de esa forma pudiera alejar los rastros de sueños de su ser, haciendo remover levemente a Vincenzo que tenía el mentón levemente recargado sobre su cabeza.

Iba a murmurar una disculpa, pero antes de que pudiera siquiera separar sus labios, sintió como este depositaba un beso sobre su cuero cabelludo, justo en el mismo lugar en el que había estado apoyado anteriormente, ronroneo con gusto ante la acción, al menos durante medio segundo hasta que se dio cuenta de lo que estaba haciendo, levantándose rápidamente de su cómoda posición.

—¿Eso fue...? —escucho a Vincenzo preguntar, pero le obligo a dejar aquella frase inconclusa ya que antes de poder seguir le tapó la boca con sus dos manos.

—¡No fue nada! —exclamo con la mirada gacha y ruborizada.

Vincenzo lucho un poco para lograr liberar sus labios, asegurándose de no hacerle ningún tipo de daño ni de molestarlo lo tomo por las muñecas, con una sonrisa entre divertida y emocionada adornando su rostro. —Fue un ronroneo.

—C-claro que no... ¡Fue tu imaginación!

—Oh no, créeme, pienso en ti todo el tiempo, pero mi imaginación no es tan buena como para poder crear algo tan hermoso como lo que acabo de escuchar.

—E-estas diciendo tonterías... —negó, ahora aún más avergonzado por las lindas palabras.

—Claro que no, no es ninguna tontería o exageración, cada cosa que haces o que dices, haces que se acelere mi corazón, eres tan malditamente tierno y hermoso que siento que un día de estos harás algo como lo que acabas de hacer y mi corazón simplemente explotara, aunque no dejaría de morir feliz por ello.

Han Seo quedo sin palabras, seguía de rodillas en el sillón, a la altura y distancia suficiente como para que Vincenzo solo tuviera que inclinarse levemente si quería conectar con sus labios.

Quedaron en silencio por unos segundos, iba a separarse, lo iba a dejar tranquilo para que recuperara el alba, pero algo dentro de él se lo impidió al ver el hermoso brillo natural de sus labios.

Dejo su lado racional de lado en ese momento, todo el mundo y su alrededor quedo en mute cuando por fin ambos rompieron la distancia, cerrando sus ojos y por fin uniendo sus labios, tanto con la misma cantidad de dulzura como de fervor.

Con las luces silenciosas de los fuegos artificiales que de fondo indicaban la llegada del nuevo año.

il mio omega || VinSeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora