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🚫 Trigger warning 🚫 : Violación.







Hoy era uno de esos días malos.

Era uno de esos días en los que perdía la cuenta de la cantidad de horas de corrido que llevaba acostado en posición fetal sobre la cama.

No era nada inusual que le pasara aquello todavía, quizás los periodos de tiempo entre sus días así iban espaciándose, pero todavía no se habían ido del todo y en verdad, dudaba que se fueran en un tiempo cercano.

Los médicos ya se lo habían advertido, además de que el mismo ya lo sabía y era plenamente consciente de ello, pero de todas formas no dejaba de ser doloroso y difícil de afrontar.

Estaba sufriendo las consecuencias de un lazo roto, uno que ni siquiera había elegido por su propia voluntad.

Su cuello ardía, y no tenía la necesidad —siendo sinceros, tampoco las fuerzas— de levantarse para mirarse al espejo y comprobar que, efectivamente este seguro se hallaba rojo e inflamado.

Justo en su lado derecho, casi a la altura de su hombro, allí donde alguna vez habían sido enterrados esos colmillos que compartían su misma sangre, al menos de parte de su padre. La cicatriz de lo que alguna vez fue la marca que le dejo Han Seok seguía presente, presente y persistente en el hecho de atormentarlo de igual forma desde el primer día, tal cual lo harían aquellos espiritas que quieren atormentar a la gente que les desagrada en las películas.

Las lágrimas caían por sus ojos sin el siquiera ser consciente de ello, o quizás era que ya ni siquiera le importaba, con el rostro enterrado en la almohada y sus manos vueltas en puños sobre las sabanas con las pocas fuerzas que le restaban, no se veía en la capacidad de limpiar sus ojos para asi poder ver con claridad.

Sentía que el aire le faltaba, no era por la posición en la que se encontraba pues llevaba dando vueltas desde la noche anterior, tratando en vano de calmar aquel dolor que lo recorría, pero nada de lo que hiciera parecía surtir efecto.

Los calambres llegaron una vez más a su vientre bajo y llevo sus manos hacia ese lugar al mismo tiempo que profería un grito mudo, la voz ya la había perdido, después de tantas suplicas nocturnas dirigidas hacia el dios que lo estuviera escuchando para que termine con todo aquello.

Su olor era amargo, agrio, ni el mismo podía soportarse, era el olor de un omega muerto a pesar de no estarlo, al menos en teoría.

Podía sentir leves notas del aroma de Vincenzo entre las sabanas e impregnadas a las paredes, incluso podía sentirlo a través de la madera de la puerta, de la cual no se había despegado desde que su calvario personal comenzó. Rezando talvez incluso más que el por qué todo aquello termine.

Recordaba vagamente algunas de las palabras que los médicos le habían brindado en advertencia, eso podría, no, de hecho eso IBA a pasar le dijeron. En sí, era un milagro el simple hecho de que siguiera con vida, el perder a su alfa y no morir en el proceso era algo con posibilidades de uno a un millón.

Lo sabía, claro que lo sabía, pero no podía estar agradecido de estar vivo, no cuando tenía que alejarse del amor de su vida y su pareja destinada por que su aroma lo hacía sentir rechazo y dolor, su omega interno había sido sometido a otro alfa y a pesar del daño que le había hecho, y todo lo que había provocado, parecía todavía no aceptar a otro que no fuese a este.

Lo hacía sentirse furioso consigo mismo. —"Omega inútil" — no paraba de repetirle.

Y a pesar de la furia que recorría su lado humano, sabía que su lado animal tampoco tenía la culpa, de hecho nadie tenía la culpa de que la vida le haya dado como medio hermano a un psicópata que de inmediato se había encariñado con el como un juguete.

il mio omega || VinSeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora