Lunes por la mañana. El frío vespertino en Guayaquil era escaso, y escapaba rápidamente al pasar el candor del Sol. Los pájaros cantaban en el tope de los árboles y edificios, acompañando la melodía de las hojas rodar por el viento. Dentro de una escuela, una fila de niños avanzaba, todos coordinados hacia el aula de Literatura. Ahora sentados, una maestra joven, de ojos verdes y cabello rubio, empezó a tomar lista. Amanda, presente. Boris, presente. Daniel, Dennise, Emmanuel... los nombres que decían se volvían más difíciles de entender, como si la voz de la profesora descendiera en volumen.-¿Isaac? Isaac. Dónde est- ah.- Decía la joven adulta al acercarse al pupitre del niño, que tenía su cabeza hundida en un cuaderno, escribiendo a velocidad. -Tienes que prestar atención cuando tomamos la lista, ¿si? Luego puedes seguir con tu cuaderno.-
El niño, Isaac, alzó su mirada, mostrando su cara pálida, los ojos café claro, y el cabello rizado que apenas agarraba forma. Cerró el cuaderno de inmediato, pidiendo disculpas y diciendo presente. La maestra solo sonrió, y siguió con la asistencia. La clase de hoy trataba sobre El Principito. Todos se tomaron turnos para leer, tomando notas, alzando la mano para participar y comentar. El sonido de la campana hizo que todos salieran apurados al recreo, entre risas, gritos y ruido. Excepto Isaac, que quedó sentado en total silencio, otra vez con su cuaderno afuera, llenando páginas con su caligrafía. La maestra se acercó una vez más al pupitre.
-¿Me permites ver, Isaac?- Dijo con una sonrisa, y un destello marcado en sus lentes.
-S-si Miss. Disculpe que me distraje al inicio. No volverá a pasar.- Decía Isaac, su voz temblorosa y entrecortada, obligándose a susurrar para que no se note. Su cara pálida llena de vergüenza, las manos que no paraban de picar y rasgarse entre sí, como si llevaran el peso de algo más que la simple vergüenza por su falta de atención, e Isaac estuviese obligado a arrancarlas antes de que salieran más.
La maestra se mantuvo en silencio por un momento, antes de continuar con su cálida presencia.-No pasa nada, tranquilo. Has estado trabajando en un nuevo dibujo, por lo que veo. -Dijo la joven dama, sirviéndose té de un termo- ¿Qué tal te fue?
Isaac aspiró fuerte, dejándose de lado los pellejos de piel en sus dedos, que hubiesen sido arrancados de no ser por esa voz reconfortante. El niño sacó y abrió un cuaderno con tapa negra, que decía su nombre e iniciales en letras grandes y sencillas. Dentro, multitudes de párrafos y dibujos residían entre las hojas. Pasando por las páginas, a la más reciente, un dibujo hecho con lápices, a trazos temblorosos e imprecisos, mostraban un trío de loros, acostados sobre una hamaca, riendo y comiendo semillas.
Isaac apuntó con su dedo izquierdo, el menos lastimado, a un bloque de texto al lado de su creación.
-Son mis nuevos amigos. No sé sus nombres aún, pero son chistosos, listos y amigables. Hacen lo que quieren y vuelan. Y siempre están juntos.- Isaac parecía sonreír entre cada palabra, mirando con expectativa a su maestra.
-Que lindos, Isaac. ¿Y has intentado jugar otra vez con tus compañeros? Tal vez tengan un nuevo juego que sí te guste.- Dijo la joven dama, la calidez en su tono desvaneciendo un momento, reemplazado por preocupación.
-Lo intenté Miss. Pero siempre me escogen de último, o me ponen de árbitro todo el tiempo.-
Isaac volteó la página de inmediato, a una multitud de iguanas regulares, pequeñas, todas cargando comida u objetos brillantes en sus colas y bocas. -¡Creo que le podría gustar! Todas trabajan con el objetivo de encontrar comida y objetos para su guarida, como las abejas!-
La profesora puso su vaso con té en la mesa, sujetando ahora sus lentes firmes a sus ojos verdes. Un ligero suspiro escapó de sus labios, y la sonrisa se hizo más grande. Incluso si solo fuese para ocultar la tristeza en sus ojos.
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Paraguas
Fantasía*¡En proceso!* La lluvia no se detiene. Aguacero se hundirá. El fenómeno del Niño impacta Guayaquil, haciendo que las escuelas cierren, obligando a varios jóvenes a quedarse en casa por las lluvias descomunales. Seguimos a Isaac, un niño de escuela...