Cleptómana

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Suspiré de resignación al darme cuenta de que la onceaba posición que optaba para trabajar no daba resultado. Quién lo diría, yo, la encarnación del trabajo duro, el habilidoso ninja en su máxima expresión, sin poder concentrarse. Hacía unas tres horas que ya debería haberse concentrado en pro de su investigación, pero no, aquí me tienen mirando la pared de mi laboratorio en espera de que mi cerebro se conecte para así poder dejar de pensar en ella.

Harto de girar sobre la silla, se movió para sentarse junto a la ventana solo para contemplar que el reloj de la mesa de trabajo marcaban las cuatro y media de la madrugada, así se esfumaban mis escasas esperanzas de trabajar antes de ir a ver a tratar con Hashirama y sus locuras. Un aroma a rosas inundó mis fosas nasales y me sentí perder la cabeza, no podía ser que ahora estuviera imaginándome su olor.

Lo primero que Uzumaki Mito me robó fue mi tiempo; volverme su escolta personal en las frecuentes visitas que hacía a Konoha era un trabajo de veinticuatro horas. Incluso cuando la dejaba reposando en su habitación de hotel no podía dejar de imaginarme a algún sujeto entrando por la ventana para atacarla: velar por su seguridad se volvió uno de mis pasatiempos más cotidianos.

Lo segundo que me había quitado era mi paciencia; esa mujer tan problemática podría sacar de quicio a cualquiera, incluso a una persona lógica como yo. Sus constantes comentarios que tenían la intención de irritarme lograban su cometido, verla era sinónimo de padecer dolor de cabeza.

No conforme con eso, también me robó mis pensamientos; hasta el más mínimo detalle me hacía pensar en ella. Sentarme en la oficina a revisar el papeleo de Hashirama me recordaba a nuestros momentos como embajadores de nuestras aldeas; los jutsus de fuego que inventaba y perfeccionaba me hacían pensar en sus cabellos rojizos; los días de calor, por obvias razones, me hacían rememorar las veces que me tocó ir a buscarla a Uzugakure, siendo que su aldea es costera; incluso los días invernales traían a mi mente las palabras que me había dicho cierta vez: "Deberías apreciar más la nieve, para mí es una rareza hermosa".

Lo cuarto que me robó, y quizás lo más vergonzoso, fue mi primer beso; sí, ni siquiera fui capaz de ser yo el que la besara. De alguna manera parecía que Mito siempre estaba un paso por delante de mí, y yo no soy la persona más romántica del mundo. Siguiendo mi naturaleza racional había ideado un plan a prueba de fallas: la iba a llevar al lugar donde disfrutaba de observar el paisaje de Konoha, tomaríamos té de su sabor predilecto (el de menta, obviamente) y esperaría a que se relaje para acercarme y besarla. ¡Pero no! Fue ella la que me acarició las mejillas con la yema de sus dedos y posó sus labios en los míos. Ahí concluí que, cuando se trataba de ella, no existía ningún plan a prueba de fallas.

Podía tolerar todo eso, pero lo quinto que me arrebató fue la gota que rebalsó el vaso. ¿Cómo se atrevía a robarme mis horas de trabajo? Me sentía un completo idiota, sin poder descasar por pasarme día y noche soñando despierto con ella; lo hacía antes por trabajo pero esto, era una locura; ya estaba armando estrategias para la próxima vez que la vea, extrañándola con locura.

─Mito, eres una maldita cleptómana ─murmuré para mí mismo mientras utilizaba mi antebrazo para cubrirme los ojos ─, ¿cómo te atreves a robarme el corazón?

One shot's NaruTemaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora