HEARTBEAT | Anakin Skywalker

𝐈. DWARTII MANIFIESTA SU VALOR

HACE MUCHO TIEMPO EN UNA GALAXIA MUY, MUY LEJANA...

0 ABY. Guerra Civil Galáctica
PALACIO REAL DE DWARTII

Durante años, incluso cuando el Imperio Galáctico intentó acobardar miserablemente al planeta Dwartii, Asteria estuvo ahí para defenderlos anteponiendo su propia subsistencia, siempre activando los escudos, sentada sobre aquel trono brillante. Neburia vislumbró a su madre desvanecerse debido al inmenso dolor, aguantando cada grito, solo manteniéndose erguida mientras confiaba en la Fuerza.

Un día, los conflictos cesaron. Las naves imperiales se retiraron. Y fue entonces que el príncipe consorte ingresó trayendo noticias: la rebelión halló una manera de destruir al Imperio Galáctico. Debían rescatar los planos escondidos en algún sitio. Cuando Bastian se presentó muy orgulloso comentando que se uniría a la misión, ambas mujeres solo estuvieron en desacuerdo, comentándole que era peligroso marchar. Naturalmente, no hubo manera de persuadirlo.

— No irás. Es una orden de tu reina.

— Padre, es demasiado peligroso. No podemos perderte.

Bastian, que no temía morir, se les quedó mirando.

— He de hacerlo, amadas mías. —Bastian abrazó a Neburia y, aunque manifestó estar más decidido que nunca, sintió inmensa tristeza, a sabiendas que podría ser el último abrazo—. Los escudos están debilitándose cada día más. No podrás asegurar nuestra supervivencia cuando apenas puedes evitar sentir tanto dolor. Créeme, hija mía; marcharme es lo más doloroso que puede pasarme. Pero quiero, por encima de mi propia vida, protegerte.

— Sé que podemos resolverlo de otra manera. —sollozó.

— No, querida mía. Es nuestra única opción.

— ¿Por qué me abandonas, padre?

— Hija mía —acunó su rostro—, es porque te quiero.

Neburia nunca había estado tan triste en su vida. Estaba derramando preciosas lágrimas sobre el pecho paterno, mojando pulcro su uniforme azabache; pero no conseguía contenerse, ni siquiera con las súplicas melancólicas del general. Fue afortunada por tener durante dieciocho años a sus queridos padres, disfrutando cada momento junto a ellos. Entonces, ahí derramando un llanto silencioso, comprendió que crecer también significaba dejar marchar para madurar.

— Bastian, debes reconsiderarlo. —imploró su esposa.

— ¿Reconsiderarlo? No puedo hacer eso. Tengo miedo, como ustedes, porque sé que probablemente no regresaré, y solo pensar que este es nuestro último abrazo me hace sentir miserable. Sin embargo, esta oportunidad permitirá que Neburia sobreviva. Estoy pensando ahora mismo como un padre, no como tu príncipe consorte.

Los sabios ancianos se mantuvieron cabizbajos. Neburia siguió llorando melancólicamente entre sus fuertes brazos, repitiéndole muchísimas veces que lo quería, que siempre estaría esperándolo. Bastian también lloró. Quizás, no fue tan expresivo como su hija; pero demostró su tormentoso miedo, sintiéndose contento por haberlo hecho bien. Él marcharía a esa misión para conseguirles más opciones.

Veinticuatro horas después, antes del amanecer, el ejército imperial entonaba canciones heroicas mientras despedían al general. Cuando la noticia se hizo pública, los ciudadanos hicieron presencia cantando preciosamente, despidiendo al honorable príncipe consorte. Más allá, donde nadie podía oír esa dolorosa conversación intercambiada entre aquella familia imperial, mentalizándose para enfrentar un destino incierto, estaba Bastian observando a Asteria.