Prologo parte 3

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Prólogo parte 3

Doy un paso atrás, me quito la camiseta y luego la pongo en el suelo. Agarro mi chaqueta del mostrador y la despliego, entonces también la pongo en el suelo. Me giro de vuelta al mostrador, luego la recuesto. Ella se me rodea, enterrando su cabeza en mi cuello.

- ¿Dónde está tu camiseta? -pregunta, pasando sus manos sobre mi hombro. La bajo al piso, sobre su espalda. Fácilmente me tiro a su lado y la empujo contra mí.

-Estás acostada sobre ella -respondo.

-Oh -dice-. Eso fue considerado de tu parte. Llevo mi mano a su mejilla. -Eso es lo que la gente hace cuando están enamorados.

Siento su sonrisa. - ¿Cuán enamorados estamos?

-En todas las formas -digo.

- ¿Por qué? ¿Qué es lo que amas tanto de mí?

-Tu risa -digo inmediatamente, no estoy seguro de cuánto de eso es en realidad inventado-. Amo tu humor. También amo la manera en que metes tu pelo detrás de las orejas cuando estás leyendo. Y amo como odias hablar por teléfono casi tanto como yo. Realmente amo que me dejes esas pequeñas notas todo el tiempo con tu letra adorable. Y amo que tú ames tanto a mi perro, porque a él realmente le agradas. También amo ducharme contigo. Esas siempre son divertidas.

Deslizo mi mano por su mejilla a su nuca. Tiro mi boca hacia adelante y descanso mis labios contra los suyos.

- Guau -dice contra mi boca-, eres muy convincente.

Sonrío y me alejo. -Deja de salirte del personaje -bromeo-. Ahora es tu turno. ¿Qué amas de mí?

- Amo a tu perro -dice-. Es un perro genial. También amo como abres las puertas para mí a pesar de que se supone que quiero hacerlo por mí misma. Amo que no intentas fingir que te gustan las viejas películas en blanco y negro como todos, porque me enfadan como el infierno. También amo cuando estoy en tu casa y cada vez que tus padres miran hacia otro lado, me robas pequeños besos. Mi parte favorita de ti, sin embargo, es cuando te atrapo mirándome. Amo que no mires hacia otro lado y me observes sin pedir disculpas, como si no estuvieras avergonzado de que no puedas dejar de mirarme. Es todo lo que quieres hacer porque piensas que soy la cosa más increíble que has visto. Amo lo mucho que me amas.

- Tienes toda la razón -le susurro-, amo mirarte.

Beso su boca, luego dejo un sendero de besos por su mejilla hasta la mandíbula. Presiono mis labios contra su oreja y aunque sé que estamos fingiendo, mi boca se seca al pensar en las palabras a punto de pasar por mis labios. Lo dudo, casi decidiendo que no lo haré. Pero una parte aun mayor de mí quiere decirlo. Una gran parte de mí desea lo que podría significar y una pequeña parte piensa que probablemente lo sea.

Corro mis manos hacia arriba y por su cabello. -Te amo -susurro.

El próximo aliento que aspira es profundo. Mi corazón está martilleando en mi pecho y estoy quieto, esperando su próximo movimiento. No tengo ni idea de lo que viene después. Por otra parte, tampoco ella.

Sus manos se mueven por mis hombros y poco a poco se abren camino hasta mi cuello. Inclina la cabeza hasta que su boca está alineada en mi oído. -Te amo más -susurra. Puedo sentir la sonrisa en sus labios y me pregunto si coincide con la sonrisa en mi cara. No sé por qué de pronto estoy disfrutando tanto esto, pero lo estoy.

- Eres tan hermosa -le susurro, moviendo mis labios a su boca-. Tan malditamente hermosa. Y cada uno de esos tipos que de alguna manera pasaron eso por alto son unos completos idiotas.

Cierra la distancia entre nuestros labios y la beso, pero esta vez el beso parece mucho más íntimo. Por un breve momento, realmente siento como si de verdad amo todas esas cosas de ella y ella realmente ama todas esas cosas sobre mí. Estamos besándonos, tocándonos y tirando del resto de nuestra ropa con tanta prisa, que se siente como si estuviéramos con un temporizador.

Supongo que técnicamente lo estamos.

Saco mi billetera del bolsillo de mis pantalones y agarro un condón, entonces me acomodo de vuelta contra ella.

-Puedes cambiar de opinión -murmuro, esperando al infierno que no lo haga.

-Tú también puedes -dice.

Me río.

Se ríe.

Entonces ambos nos callamos de una maldita vez y pasamos el resto de la hora demostrando exactamente cuánto nos amamos.

Estoy en mis rodillas, recogiendo tranquilamente nuestra ropa. Después deslizo mi camiseta sobre mi cabeza, tiro de ella hacia arriba y la ayudo con su propia blusa. Me levanto y me pongo los pantalones, luego la ayudo a ponerse de pie. Descanso mi barbilla en la cima de su cabeza y la jalo hacia mí, reconociendo el ajuste perfecto.

- Podría encender la luz antes de que te vayas -le digo-. ¿No estás un poco curiosa por ver la cara del hombre del cual estás locamente enamorada?

Sacude la cabeza contra mi pecho con su risa. -Lo arruinará todo -dice. Sus palabras son amortiguadas por mi camiseta, así que levanta su cabeza de mi pecho e inclina su cara hacia la mía-. No vamos a arruinarlo. Una vez que descubramos quien es el otro, vamos a encontrar algo que no nos gusta. Tal vez un montón de cosas que no nos gustan. Éste momento es perfecto. Siempre podremos tener este recuerdo perfecto de que alguna vez amamos a alguien.

La beso de nuevo, pero no mucho porque la campana suena. Ella no suelta su agarre de mi cintura. Simplemente presiona su cabeza contra mi pecho de nuevo y me aprieta más fuerte. -Tengo que irme -dice.

Cierro los ojos y asiento. -Lo sé.

Estoy sorprendido de lo mucho que no quiero que se vaya, sabiendo que nunca la veré de nuevo. Casi le ruego que se quede, pero también sé que tiene razón. Sólo se siente perfecto porque estamos fingiendo que lo es.

Comienza a alejarse de mí, así que levanto mis manos a sus mejillas por última vez. -Te amo, nena. Espérame después de la escuela, ¿de acuerdo? En nuestro lugar habitual.

-Sabes que estaré ahí -dice-. Y también te amo. -Se pone de puntillas y presiona sus labios con los míos, duro, desesperado y triste. Se aleja y hace su camino a la puerta. Tan pronto como empieza a abrirla, camino rápidamente hacia ella y cierro la puerta con mi mano. Presiono mi pecho contra su espalda y bajo mi boca a su oído.

-Desearía que esto pudiera ser real -le susurro. Pongo mi mano en el pomo de la puerta y la abro, luego giro mi cabeza cuando ella se desliza por la puerta.

Suspiro y corro mis manos por mi cabello. Creo que necesito unos minutos antes de que pueda dejar esta habitación. No estoy seguro de querer olvidar todavía la forma en que huele. De hecho, me paro aquí en la oscuridad y trato con todas mis fuerzas de guardar cada cosa de ella en mi memoria, ya que es el único lugar en donde alguna vez la veré de nuevo.

Buscando A CenicientaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora