él.

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Felix caminaba con calma por la acera de la transitada calle. Era temprano y no tenía prisa alguna, menos en tener que desesperarse para llegar puntual.

Saludó a un pequeño grupo que conversaba fuera de la universidad y sin más, se adentró para seguir su camino hacia los casilleros.

Una preciosa sonrisa se dibujó en su rostro al notar que justamente ahí, ya estaba parado su mejor amigo, Chan, un alegre y sociable alfa de brillante sonrisa.

—¡Hola, Felixie! —saludó emocionado, esperando a que el omega se acercara para poder abrazarlo con cariño.

—Hola, Chan. —contestó de igual forma.

—¿Cómo estuvo tu fin de semana? —preguntó el pelinegro mientras sacaba los cuadernos de la primera clase.

—¡Me la pasé bien! —sonrió ampliamente —La casa de campo de mis papás es hermosa y me divertí mucho.

—Ah, me alegra tanto —respondió.

—¿Y tú?

Chan bajó levemente la mirada. —Pues estuve conversando con el omega que te conté.

—¿Ese lindo y escurridizo pelirrojo? —el pelinegro sonrió levemente.

—Sí, sobre ese lindo omega.

—¡Qué bien, Channie! —aplaudió emocionado —Ustedes van a hacer una hermosa pareja.

—Alto ahí, que apenas y somos amigos. Me falta mucho para eso, pero en verdad lo anhelo. Él me gusta mucho.

Felix lo miró enternecido y es que el alfa se veía adorable con las mejillas sonrosadas. Cuánto daría el omega por ver si quiera al menos una vez así a cierto alfa castaño de carita perfecta y labios esponjosos.

—Ay, no —el quejido fastidiado de Chan logró sacarlo de su trance—. Ahí viene ese.

—¡Chan, no le digas así! —le reprochó infantilmente, haciendo de su boquita un lindo puchero.

—Ah, cierto, me olvidé que hablaba de tu alfa —canturreó, sonriendo al ver como el rostro de Felix se sonrojaba efusivamente—. Lamento decirte que no me cae casi nada, Lix.

—Pero, pero casi nunca has socializado con él. No lo juzgues sin conocerlo antes. —explicó suavemente.

—Nah, no es como si quisiera hablar con él de todos modos. —se encogió de hombros.

—¡Oppa, se ve muy hermoso! —una voz chillona se hizo presente. Haciendo que el omega formara una mueca por tan estruendoso grito.

Tanto Felix como Chan fueron testigos de cómo Hyunjin era rodeado por varias y varios omegas, unos más escandalosos que otros. Todos sacando un gesto de molestia y desagrado en el castaño.

—No me toques —gruñó, advirtiendo a los omegas que querían sobrepasarse.

—¡Hyung! ¿Almorzará hoy conmigo? Por favor~

—Ni siquiera te conozco —frunció el labio, poniendo su brazo frente a él como escudo de protección.

—¡Hoy se ve muy lindo! —exclamó una chica.

—Sí, sí, no me importa —rodó los ojos cansado. ¿Por qué no lo dejaban tranquilo?

El castaño hacía un esfuerzo enorme por no usar su voz de mando y hacer que todos se quitaran de su camino. No soportaba a tantas personas, le colmaban la paciencia.

—¿Lo ves? Es un amargado de primera —murmuró Chan.

—Quizás solo le gusta su soledad.

—¿Qué persona quiere estar sola por tanto tiempo? —preguntó incrédulo —Hwang sobrepasa los límites.

—Pero no es mala persona.

—No hables como si lo conocieras —repitió firmemente—. Casi nadie sabe de él, pero aun así están tirados a sus pies.

—Es muy lindo —suspiró enamorado.

—Lo que tiene de eso lo tiene de cruel. ¿Sabes cuantos corazones rompió y cuántas declaraciones rechazó de una horrible manera?

Ante la pregunta, el omega se encogió levemente. Aquel era su mayor temor.

A veces Felix pensaba tanto en decirle al castaño cuánto le gustaba, decirle cuántas noches soñaba con que fuera su alfa y que le diera muchos mimos. No obstante, la idea pasaba a segundo plano al ser consciente que los omegas que se atrevieron a hacer dicha osadía salieron lastimados y profundamente rechazados.

No, Felix no quería sufrir algo tan feo como eso. Estaba seguro de que tanto su lobo como su frágil corazoncito no lo soportarían.

—¿Te das cuenta? Ha de ser por eso que sigue solo. Lo que aun no entiendo es por qué los demás se empeñan en insistir —el alfa hizo un mohín—. Alguien como Hwang es muy complicado.

—Yo quisiera hacerlo —musitó bajito, recostándose en los casilleros al notar que Hyunjin –siendo rodeado por varias personas– caminaba por el mismo pasillo, sin atreverse a mirar al rubio o a Chan siquiera una sola vez—. Pero tengo más que claro que yo no existo para él.

El pelinegro sonrió con desgana, viendo el leve cambio de ánimo del precioso omega. Sin dudarlo, se apegó a él y lo rodeó por sobre su pequeño hombro.

—Ya verás que encontrarás al alfa perfecto para ti —le ánimo, sacándole una tímida sonrisa —Solo es cuestión de esperar.

—Pero yo en verdad, en verdad quisiera intentar algo con Hyunjinnie —habló con voz baja, arrastrando cada palabra con mucha sinceridad y anhelo—. Pero él es todo un príncipe y no se fijará en nadie, menos en mí.

—¡Nada de eso! Tú eres demasiado para un corazón tan vacío y frío como el de él. ¿Entendido? Vamos, Lix, no te pongas así.

—No debería hacerme ilusiones, ¿verdad? —susurró, con la mirada fija en Hyunjin que estaba junto a uno de sus amigos no muy lejos de él.

Chan hizo un pequeño mohín, callando en absoluto.

—Ya me respondiste, Channie —sonrió con cierta tristeza—. Es algo imposible.

El pelinegro le dio una suave caricia en la mejilla. —Mejor vamos al salón, de paso compramos la cajita de jugo de durazno. ¿Qué dices?

—Gracias —lo abrazó por la cintura, pegando su rostro al pecho del mayor.

Ambos soltaron una leve risa y juntos decidieron ir, no sin antes llevar sus respectivos cuadernos para la siguiente clase.

Estaban tan sumidos en su trivial conversación que no se percataron que cierto alfa castaño, en vez de escuchar lo que sus amigos le decían, ladeó su cabeza al percibir un suave, cálido y dulce aroma. Un aroma que hizo que su lobo saltara con emoción.

"¿Qué diablos pasa?" se recriminó a sí mismo. No viendo a nadie merodeando cerca.

el príncipe y el plebeyo ୨ৎ hyunlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora