Capítulo 3. La investigación

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Nada más salir de la comisaría volví a atender mi teléfono. No eran más de media mañana y sin embargo la última conexión de Ágata seguía siendo de la pasada madrugada.

Aproveché para hacer uno de esos pedidos. Le llevarían algo de desayuno a casa a las doce, para no despertarla demasiado pronto.

La avisé con un mensaje.

"He sido yo. Esta mañana me han llamado de la comisaría para que declarase sobre lo que pasó en el bar. No te volverán a llamarán a ti, imagino que no es lo más adecuado para el tema de Axel. Que aproveche."

No quería que eso terminase con nuestra relación. No quería volver a ser el tipo del bar con el que se cruzaba y en una cosa mi hermano volvía a tener razón. No tenía ni idea de mujeres.

Al menos no como él.

Una de las muchas que había tenido vivía entonces en Madrid. E iba a necesitar recurrir a ella. Caminé hasta el campus universitario mientras aprovechaba para reordenar mis ideas. Fui directo hacia la biblioteca y una vez allí, hasta el sótano. Allí estaba situada la hemeroteca, y con ella, Tatiana Marsé.

─ Pero bueno. ¿A quién tenemos aquí? ─ Tatiana era una mujer bajita, aparentemente tierna y con una personalidad aterradora. Podía resultar adorable o completamente arrebatadora.

Pero era un demonio. Literalmente. Normalmente se mantenían alejados de nosotros, por precaución más que otra cosa. Tatiana no. Jugaba con fuego y había jugado con mi hermano.

─Buenos días, Tatiana. ─murmuré, manteniendo las distancias. ─Venía a consultar la hemeroteca. ─dije, lanzando una mirada a la chica que tenía de prácticas. Humana. Pude escucharle el latido del corazón y quizás solo por eso me libré de una sarta de preguntas y comentarios que no me gustarían nada.

Se me permitió acceder a los archivos sin supervisión al identificarme como profesor aunque nada tuviera que ver mi trabajo con los materiales que allí guardaban.

Entonces empecé a buscar. Por temática: policía nacional, luego, busqué entre los titulares el nombre de la inspectora. Raquel Murillo no empezó a aparecer hasta que comenzaban los dos mil. Primero por ser una de las pocas mujeres licenciadas como inspectoras en la Academia. Después por sus buenos resultados, y un par de artículos más en los que reseñaban sus intervenciones en casos de secuestros importantes, negociaciones.

Mi curiosidad por ella no hizo sino aumentar. Cuanto más leía más quería saber. Había algo que no terminaba de cuadrar.

Me pasé la siguiente hora buscando casos de corrupción, denuncias de malos comportamientos en algunas de las comisarías cercanas a la que había estado.

No obtuve demasiados resultados y cuando por fin me creía libre de marcharme con mis apuntes en la pequeña libreta que guardaba en el bolsillo interno de mi chaqueta, me la crucé.

Se había esperado para tropezarse conmigo y yo lo sabía. No podría pasar si no se apartaba del comienzo de las escaleras así que la miré.

─ ¿Qué quieres? ─pregunté directamente, sin establecer el contacto visual.

─ Por qué no me ha vuelto a llamar tu hermano, ¿umh? ─me preguntó, toquiteando con sus afiladas uñas la corbata que llevaba.

No cedí tan rápido.

─ ¿Es por esa humana de cabello garcon? ─la simple mención de Tokio tuvo más efecto.

─ No es lo que te piensas. ─agregué, intentando sobre pasarla entonces. Me siguió escaleras arriba.

─ ¿Estás seguro...? Porque conozco a tu hermano, sé como es con las mujeres y los dos sabemos que una chica tan guapa y joven es demasiada tentación. ─ yo sabía qué era lo que intentaba así que hice caso omiso. Sin mirarla, sin detener mi paso.

ÁNGEL CUSTODIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora