10- Seúl.

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Sowon se quedó de pie hasta que las puertas estuvieron cerradas y el Señor Jung tomo asiento, solo entonces, ocupo la silla frente al escritorio cuando él la invitó.

—Espero que mi hija no te haya causado demasiados problemas en Japón.

Todas sus rabietas y la embriaguez cruzaron por su mente. —No mucho, Señor Jung.

El hombre mayor suspiró. —Entonces, ¿de qué quieres hablar? Espero que no vayas a renunciar.

—Tenemos un contrato de tres meses. No voy a irme antes. Pero usted parece estarlo esperando. ¿Eso fue lo que sucedió con los otros guardaespaldas?

—A Eunha no le gusta ser vigilada. Lo odia.

—Eso es comprensible.

—Pero la quiero mucho —el Señor Jung volvió a suspirar— así que me alegra que lo entiendas. Pero si no vas a renunciar, ¿de qué se trata?

—Hay una gran variedad de guardaespaldas. Algunos son principalmente para la disuasión o "display", como lo llamamos. Y algunos son para protección contra amenazas reales que atenten a la vida... —Sowon se detuvo y fijó su mirada en los ojos del Señor Jung— Cuando me contrató, no hubo ninguna mención de ninguna amenaza inminente, pero basada en nuestra conversación después del incidente, tengo razones para creer que usted estaba esperando que algo sucediera. La mayoría de las personas suelen contratar guardaespaldas como yo, sólo cuando existe una verdadera amenaza para ellos. Pero creo que, en su caso, va más allá. ¿Estoy en lo cierto?

El Señor Jung cerró los ojos. Y parecía haber envejecido diez años.

—Tienes razón... —dijo al fin, sonando derrotado— Me lo esperaba.

—Por lo general, los clientes informan a su personal de seguridad esas cuestiones. Me gustaría saber por qué retuvo esa información.

—Es altamente confidencial.

Sowon frunció el ceño. —Tenemos una cláusula de confidencialidad en nuestros contratos. No tiene por qué preocuparse de los soplones.

—Se trata sobre corrupción y algunos funcionarios del gobierno. No puedo decir nada más, pero te puedo asegurar que he recibido amenazas veladas contra la vida de mi hija menor —sus ojos se cerraron de nuevo— en realidad, es más que eso... —sus labios temblaron— Ellos prometieron hacerla sufrir antes de matarla.

—Ya veo.

—No pensé que intentarían hacerle algo en Japón. Así que me alegro dejarla ir a ese viaje. Pero supongo que creyeron que les sería más fácil porque no había tanta seguridad a su alrededor.

—Ella tiene suerte de que regresara a su habitación.

—No puedo agradecerte lo suficiente por salvarle la vida. Así que espero que sigas protegiéndola por el resto de tu contrato.

—¿Las amenazas serán retiradas dentro de tres meses?

El Señor Jung asintió. —Las detenciones deben tener lugar en ese tiempo.

—Es un hombre valiente y noble, Señor Jung.

El negó con la cabeza. —Soy un padre terrible.

—Ella estaría orgullosa si lo supiera.

El Señor Jung rio entre dientes. —¿Quizás, dejaría de intentar deshacerse de sus guardaespaldas si se enterara?

Sowon sonrió. —Tal vez.

—Ya he dicho demasiado. Confió en ti. Por favor, cuida a mi hija.

—Lo hare. No se preocupe.

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Mi Guardaespaldas (Wonha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora