She's my saint (Sasharcy)

Capítulo cuatro

Mientras un demonio está pensando en las miles de maneras que podría matar a ese "ángel", este está pensando en las consecuencias que le traerá comportarse tan desobedientemente en el infierno. Le asusta que en algún momento Boscha le tire una bola fuego por no saber hacerlas correctamente, pero no lo demuestra, Marcy finge ser indiferente e ignorante, porque no quiere ayudar en las torturas -trabajo que le han asignado al igual que a todos los demonios.

Boscha está casi echando humo por las orejas, tan enojada que su voz se está volviendo más rasposa y chillona.

"¿Cómo que no te sale?"

"¡Todos los ángeles y demonios saben hacerlo!"

"Deja de decir que no puedes porque tú y yo sabemos muy bien que estás mintiendo"

"¿Por qué lloras? ¿Estás consciente de lo que estos humanos hicieron?"

"¡Maldita sea, Marcy! ¡No vomites!"

Sabe que es un desastre y el demonio se ha encargado de recalcárselo durante todo el camino a su habitación. Marcy mantiene la cabeza gacha, contemplando lo feo que vuelve la tierra a su vestido, y claro que se ensuciaría, Marcy era consciente de que el blanco era un color fácil de manchar.

— Me estás haciendo perder tiempo, ¿sabes que yo tengo otros deberes? —Boscha la mira furiosamente al llegar a su habitación, pero Marcy sigue en silencio, como una muñeca sin vida, sus ojos vacíos parecen no tenerla—. Hay muchos pecadores en las puertas del infierno, y por ti ellos están felices sin recibir castigo alguno... Ponte a trabajar de verdad o yo misma te enviaré con ellos.

El querubín de nuevo decide mantener silencio, algo que mantiene a raya al demonio. Su trabajo no era ser una niñera, ella tenía responsabilidades más importantes, pero Sasha ahora le encomendaba adiestrar a esta cosa sin alas, a esta cosa que lloraba viendo sufrir a humanos despiadados, vomitar con las simples imágenes de cuerpos podridos y engusanados.

Marcy ni siquiera colabora.

— Es inútil. No es capaz de hacer ni una sola bola de fuego, sigue insistiendo con que ella solo maneja el agua. La mando con los suicidas y se distrae viendo a las arpías, la mando con los avaros y los deja descansar, la mando con los aduladores y se pone a vomitar sin parar.

Boscha se queja con desesperación, contando cada uno de los problemas que Marcy le ha dado en tan solo unas pocas horas. Sasha, por supuesto, presta atención, sin desviar la mirada del demonio parado en frente de su trono.

— Megera, Electo, y Tisífone no la quieren ni de cerca, y sinceramente, yo no me creo capaz de poder aguantar más de sus estupideces. ¡Ni siquiera puedo mandarla con los lujuriosos porque no tiene fuerza! Y lo único que logra es bendecirlos por las brisas que levantan su vestido: no se quiere cambiar de ropa, ni siquiera cuando menciono el mandato a su nombre. ¿Un ser así merece siquiera tener una oportunidad? Solo estorba en el infierno. Mi reina, se lo suplico, mándela con los ángeles traidores y termine de una vez con esto.

Boscha finaliza agitada. Todo lo que ha dicho no es ni la mitad de lo qué pasó. Creyó que eso sería más que suficiente para que la reina del inframundo la escuche y bote al inútil ángel al río Aqueronte.

Creyó mal.

— Lamento todo lo que te hizo pasar Marcy, pero no puedo enviarla junto a esas almas, Boscha.

Los ojos del demonio chispean de rabia, pero se mantiene en silencio, con la cabeza hacia arriba para poder ver a la reina en lo alto de su trono.

— ¿Por qué?

— Si Marcy mereciera estar ahí, el mismo infierno la habría atrapado cuando entró.

El demonio deja que la ironía estire sus labios en una sonrisa.  — En ese caso, Marcy ni siquiera merece estar aquí-