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Jaemin suspiró pesadamente, estaba hartándose de estar en esa posición, con esa persona. Hyunjin lo tenía abrazado por la espalda mientras dormía pacíficamente, de vez en cuando soltaba pequeños ronquidos poco sonoros. Sin embargo, Jaemin no había podido cerrar un ojo en toda la noche. Ambos estaban sin camisa, el calor arrasaba esa noche y el ventilador se había descompuesto.

—Hyunjin. —Llamó en un susurro, sin embargo, el contrario no dio indicios de querer despertar—. Hyunjin, tengo que irme a casa, ya es tarde.

El silencio abrazaba la habitación en aquella eterna y desesperante oscuridad. Una luz blanca de tono tenue entraba por la ventana y alumbraba, pero no lo suficiente. Jaemin rodó los ojos y se zafó de el agarre que Hwang tenía sobre él.

Miró el reloj que iluminaba la hora en color verde.

03:14 AM.

Tomó sus tenis, se colocó la camisa y salió por la casa azotando la puerta importándole poco que su novio se despertara sin él. Sus padres lo matarían por llegar tan tarde, aunque realmente ellos comenzaban a acostumbrarse a su ausencia.

Caminó por la calle en busca de un taxi, tenía la ligera esperanza de que alguno se apiadara y le diera un pasaje. Pero no. No tenía ganas de quedarse tiempo parado esperando por algo que no llegaría, prefería caminar.

Los audífonos que traía en el bolsillo chocaban con las llaves de su casa generando ruido a cada paso que daba. Miraba la acera y en simultáneo ponía atención a los ruidos a su alrededor en cierto modo cuidándose, a esa hora era muy propenso a ser víctima de algún loco por la calle.

Imaginó la escena que armaría su madre cuando se diera cuenta que apenas llegaba; le preguntaría en dónde estuvo, él respondería "con Hyunjin" y luego le daría un sermón sobre que tiene que cuidarse de ese chico. Era algo que comenzaba a hacerse una rutina, pero llevarle la contraria a su madre también lo era.

Salir de casa, estar con su novio, enfadarse con su novio, ser besado por su novio, volver a enfadarse con su novio y regresar a su casa.

Era desgastante y aburrido, pero solo era temporal.

En sus planes estaba terminar la universidad, conseguir un trabajo y escapar de casa hasta encontrar la felicidad en su soledad, no necesitaba a nadie más que a él y sus conocimientos. Podría buscar empleo como mesero y vivir en un departamento como el de Hyunjin hasta poder sustentar un futuro razonable.

Terminaría con Hwang, huiría y su vida sería total y plena libertad.

No era que viviera de forma infeliz, de hecho su madre era cariñosa y su padre... Su padre era muy serio, pero estaba bien con eso, siempre había sido así. De igual forma, su relación con Hyunjin no era la peor, pero sabía que no había amor realmente, simplemente eran para pasar el rato.

Pero Jaemin veía las cosas más allá de su nariz. Quería salir adelante y convertir el vacío en felicidad, ganarse la vida y morir en paz. Si seguía ahí estaba seguro de que no llegaría a ningún lado.

Llegó a la puerta de su casa y suspiró. Sus piernas comenzaban a cansarse y solo quería estar tomando un baño para dormir plácidamente.

Cruzó el patio lleno de césped y luciérnagas, subió unos pequeños escalones y cruzó el pórtico. Cuando abrió con sus llaves, se encontró a Soomi levantando botellas de licor y limpiando manchas de whisky que había en el sillón.

Alzó la ceja y cerró la puerta de nuevo con llave.

—¿Noona?

La mujer de cabellos negros con uniforme de mucama levantó la mirada y observó al joven Na frente a ella.

—Oh, hola, cariño. Es bueno que hayas llegado, tu madre estaba preocupada. Deberías enviarle un mensaje.

—¿Qué hace aquí tan tarde?

La falda negra y lisa le llegaba hasta un poco más abajo de las rodillas. Tenía unos cuarenta años o más y su cabello se iba tiñendo poco a poco de color claro.

—Los señores Na salieron hace unos minutos, creo que fueron a un viaje y se quedarán en un hotel esta noche hasta que el avión llegue. —Explicó ella—. Me pidieron que limpiara todo después de que su padre estuvo aquí.

Jaemin suspiró. Viaje imprevisto.

—Puedo ayudar.

Sus padres siempre hacían que Soomi se quedara hasta tarde limpiando, por eso, desde que Jaemin tenía diez años se escapaba de su habitación y al menos trataba de acompañarla en ese momento, ya que ella no le dejaba ayudar. Nunca lo hacía.

—No te preocupes, cielo. Ve a dormir y recuerda lo que te pedí, me quedaré más tranquila.

El menor asintió un poco y, tras darle un beso en la mejilla a la fémina por las buenas noches, este subió a su habitación que estaba tan ordenada, como siempre.

Envió un corto "ya estoy en casa" a su madre por Kakao Talk y entró a la ducha.

Colocó sus audífonos en sus orejas una vez llegó a su cama y se dispuso a dormir, esperando a que los días pasaran rápido.

West Coast | NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora