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Jaemin entrelazaba sus manos entre ellas, sentía un poco de sudor generarse entre las palmas y las arrastraba por su pantalón para luego volverlas a la posición inicial. Un sentimiento de inquietud se generaba en su pecho, pero intentaba no preocuparse tanto, era muy normal, muy recurrente en él sentirse así.

Devolvió su mirada a la pantalla de su laptop y movía hábilmente el mouse en el navegador.

Casas en venta, Corea del Sur.

Suspiró y se lanzó hacia atrás en su cama donde estaba sentado, el agotamiento recorría su ser; la noche anterior no durmió muy bien.

Recuerdos de las imágenes que pasaban por su cabeza aparecían y aunque sonreía tímidamente, se regañaba. No debía repetirse. ¿Qué persona en su sano juicio andaba con un desconocido fumando en una carretera abandonada? Viéndolo en retrospectiva fue una irresponsabilidad de su parte.

Pero luego la sonrisa altanera de Jeno se apoderaba de él, el cómo le hablaba, cómo se expresaba...

Dios, estaba volviéndose loco.

Nuevamente dirigió su atención a la página de internet que se mostraba en primer plano y anduvo vagando entre links, fotos y precios.

No le importaba si era una casa en venta, un departamento o incluso rentas compartidas con otras personas, pero estaba desesperado por salir de su casa y las otras cosas podían esperar.

Toda su familia siempre le regalaba dinero en festividades, desde sus tíos, abuelos, padres; esto con el fin de que él se comprara algo a su gusto, además que no le daban poco dinero.

Con el tiempo avanzando y con esa idea metida en su cabeza logró juntar una realmente grande cantidad de dinero que seguramente se iría como el agua entre sus manos, pero era un sacrificio que estaba dispuesto a hacer sin dudar, si es que eso le traía un poco de paz y alivio.

No le importaba si la vivienda era una mansión o un pequeño departamento en renta, simplemente quería deshacer el nudo en su pecho que le dificultaba hasta el respirar cuando de lidiar con sus problemas se trataba.

Localizó un número; especialmente de una casa que parecía linda, a un precio cercano a su presupuesto y, sobre todo, alejada de su actual dirección. Marcó el número y llamó inmediatamente, aún eran las nueve, no era tan tarde.

[...]

—Por Dios... No puedes estar hablando en serio. —Dijo Mark mirando al pelinegro desde el marco de la puerta principal, con sus brazos cruzados.

—Claro que lo hago, mírame. —Respondió Jeno mientras botaba su ropa a una bolsa y la acomodaba en grandes cajas de mudanza.

Decoraciones fueron tiradas a la basura, ropa guardada o desechada y muebles tapados con sábanas.

La casa donde Jeno vivió por un corto tiempo con Huang Renjun sería vendida. No le agradaba el hecho de hacerlo debido a que no tenía un lugar en concreto para quedarse, pero no se detendría. Los hoteles lucían como buena opción en ocasiones así.

—Renjun te matará.

—Renjun ya ni me recuerda. —Mencionó el menor mientras recordaba el haber visto a su exnovio tomando una malteada con, nuevamente, Park Jisung para luego besarse como si no hubiera un mañana.

Hubiera preferido ir por un café a otro lugar si eso era lo que le esperaba, aunque no se sentía mal ni mucho menos, seguía manteniendo la postura de que personas como Jisung no eran buenas para él. Pero no se iba a entrometer, a fin de cuentas, no era su problema.

—¿Y a quién le venderás esta pocilga? —Cuestionó el rubio barriendo la mirada por el lugar donde parecía que había pasado un tornado, hasta donde sabía Renjun era el que la limpiaba, cuando abandonó a Jeno, esta se vino abajo.

—Hey, se supone que la limpié un poco. —Gruñó el contrario para luego ladear la cabeza—. No sé, aún nadie me ha contactado, solo espero que...

El teléfono de Jeno resonó en su pantalón y lo sacó inmediatamente, notó un número desconocido en la pantalla.

—Genial. —Festejó bajito—. Seguro llaman por la casa.

—Contesta, entonces. —Alentó su amigo.

Suspiró no muy seguro.

¿De verdad lo haría? Vender su hogar no era tan fácil como sonaba, en cuestión económica y en todas las demás, pero principalmente la primera. Al dejarle ese lugar a otras manos se quedaría sin lugar fijo para llegar y tumbarse en la cama, pero tampoco era como si se quedara sin opciones y fuera a vivir en las calles.

Gracias a un negocio ganaba dinero quincenalmente, no mucho para darse lujos, pero suficiente para sobrevivir.

Miró el botón verde y lo presionó.

—¿Bueno?

Sí, umh, buenas noches. —Dijo aquella temblorosa voz, algo distorsionada por la mala señal—. Llamaba para pedir informes de la casa en venta, estoy algo... Apurado en conseguir algo y su casa parece genial, señor.

Jeno sonrió un poco por el "señor", por la voz, seguro el chico era un poco menor que él.

El menor señaló a Mark una libreta y una pluma para anotar que estaba junto a él, este se la lanzó y siguió en lo suyo, explorando el lugar como si fuera un museo. Un museo muy feo, diría él.

—Claro, dime tu nombre. —Dijo, no perdería los datos de su comprador.

Cierto, mh, soy Na Jaemin.

West Coast | NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora