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Los sonidos de las pesadas botas que portaban ambos chicos resonaban en la calle silenciosa, crujiendo ante pequeñas piedras del pavimento negro y siendo amortiguadas por la humedad del ambiente, había lloviznando un poco, así que la brisa seguía presente acompañada de viento fresco.

Jaemin detestaba los cambios de clima drásticos, un día podía estar sudando similarmente a si hubiera corrido un maratón, otro día usaba ropas gruesas para evitar pescar un resfriado.

Sin embargo, su cabeza estaba en otro lado. De hecho, estaba familiarizándose con el momento. Tener a Jeno a su lado dedicándole para nada discretas miradas le ponía los nervios de punta y quería salir corriendo, no recordaba tener esa sensación ante otro chico, al menos no como le gustaría.

Pero la curiosidad sobre qué pasaría estaba adueñándose de todo él. ¿A dónde irían? ¿Qué harían?

Muy por sobre todo, su personalidad despreocupada pero pesimista, aquella forma aquel tenía de forma de relacionarse con otras personas y la chispa de duda sobre si era correcto andar por ahí con un técnicamente desconocido, se encontraba... Feliz.

—Llegamos.

Se encontraban en la esquina de un callejón dónde un auto esperaba estacionado por su dueño, era lindo, tal vez viejo.

—¿Ese es tu auto?

Jaemin rodeó el mencionado y se dio cuenta que se trataba de un convertible, no sabía mucho de autos, pero tampoco era tonto como para no notarlo. Aunque el capó se encontraba obviamente cerrado, pudo distinguir claramente pequeños detalles alumbrados por las luces de la calle.

—Lo es. —Asintió Jeno—. Espero que te gusten los paseos.

Volvió la vista al menor y este le sonrió un poco, casi con timidez.

—Créeme que me encantan.

Los botones de seguridad fueron botados y ambos chicos se montaron en los asientos. Colocaron los cinturones correspondientes a los de prevención y tras encender las luces, Jeno arrancó.

El silencio no se ausentó, de hecho, estaba más que presente, así que Jaemin con toda la confianza del mundo se dispuso a encender la radio. Y, como lo esperaba, Jeno no lo detuvo. Sabía que había caído.

—Umh, y cuéntame, Jeno —Remarcó el nombre con burla—. ¿Qué te lleva al West Coast tan seguido? ¿Acaso eres alcohólico o algo así?

Sin quitar la vista del camino, el mayor soltó una risa y se acomodó mejor en el asiento. Negó con la cabeza y habló:

—No lo creo, supongo que me llevan las mismas razones que a ti.

—¿Cuáles?

—No sé, curiosidad, desahogo. ¿Qué más da? Es simplemente... El West Coast es especial, ¿sabes? No hay voces que te juzguen sin piedad, simplemente pensamientos y mucho, mucho humo de cigarrillos.

Jaemin se recargó en el sillón del auto y cruzó los brazos escuchando atentamente las palabras de Lee. La forma de hablar que tenía era tan... Elocuente. Podría decirle que se tirara de un puente y con gusto lo haría.

—Comprendo, supongo que tienes razón. —Se encogió de hombros. Volvió su mano al estéreo y cambió la estación, anteriormente solo estaban escuchando a un tipo dar las noticias nocturnas.

Una vez encontró una estación decente dónde se reproducía una canción aleatoria pero tranquila, la dejó ahí y observó por fuera de la ventana.

Parecía una especie de carretera. Pastizales que apenas se distinguían por las luces del auto, nubes claras y densas indicando que lloverá a pesar de ser tan tarde y nada más que soledad rodeaban todo

—También me gusta ver a chicos lindos, como tú. —Soltó Jeno sin más, sin una pizca de vergüenza—. Que se sonrojan cuando les dicen cosas agradables. Pensé que eras otro tipo de persona.

Jaemin tocó sus mejillas dándose cuenta que estaba calientes, pero inmediatamente alzó la ceja.

—¿A qué te refieres con "otro tipo de persona"?

El silencio reinó de nuevo, como al principio de su encuentro. A pesar de que la radio estuviera encendida, parecía como si todo se hubiera sumergido en la penumbra de la incomodidad.

—Ya sabes, que les gusta aventurarse. ¿No lo crees?

Aquello Jaemin lo tomó como una especie de reto.

—¿Y qué esperas que haga? ¿Que me drogue aquí contigo, en el auto? ¿Que me emborrache y te bese?

Jeno sonrió nuevamente, se estaba burlando.

Entonces detuvo el auto en medio de la carretera, sabía que, como en todas las ocasiones anteriores que salía con Mark o, tiempo atrás, con Renjun, que no llegarían más autos.

—¿Qué haces, idiota? —Cuestionó Na notando que ya no avanzarían por el pavimento.

—Deja de preocuparte tanto, ven.

Atravesó su brazo por el abdomen de Jaemin y abrió la puerta dejándole libre salida. Ambos, una vez se encontraban afuera, caminaron un poco, el menor se posicionó frente a Jeno y este le observó un par de segundos antes de meter la mano por la ventana.

Sacó un paquete de cigarrillos junto a su encendedor y se los tendió a Jaemin.

—¿Quieres?

Na seguía viéndole curioso pero acató. Hizo un ademán y tomó un cigarro. Lo colocó entre sus finos labios.

—No se va a encender solo. —El característico tono burlesco y retador iluminaba las palabras que salían de su boca.

Jeno se sintió morir, pero no hizo más que encender la llama de fuego. Atrajo a Jaemin del brazo manteniéndolo a una muy pero muy corta distancia.

Sus respiraciones chocaban y sus estómagos se retorcían.

—Eres muy lindo. —Dijo Jeno y finalmente acercó el fuego a la punta del cilindro de papel, encendiéndolo.

Se quedaron ahí unos segundos hasta que la punta se volvió naranja. Aun cuando ya no era necesario, se quedaron innecesariamente juntos.

Jaemin inhaló profundamente y volteó la cabeza para exhalar y que no le cayera todo el humo a Jeno. Tomó el cigarrillo entre sus dedos y habló:

— Lo sé.

West Coast | NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora