v. en 147 días.

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   Para esas fechas no requería de invitaciones de cualquiera que se viese en la necesidad de llamarlo como a una maldición en el viento porque sabía que era su trabajo no predeterminado el de aparecerse justo como un turbulento viento de miedo

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   Para esas fechas no requería de invitaciones de cualquiera que se viese en la necesidad de llamarlo como a una maldición en el viento porque sabía que era su trabajo no predeterminado el de aparecerse justo como un turbulento viento de miedo.

A Eddie lo querían y necesitaban de diferentes maneras.

Charlie de Overland fue el último en llamar al remolque ésa noche, con un eufórico sentimiento de comprar narcóticos o algo que pudiese compartir con el resto de un montón de pre-universitarios tristes en una fiesta trillada de Halloween, algo con lo que Eddie ya no tenía en sus manos de joven contrabandista.

Wayne no intentó meter la nariz en ése asunto, el timbre telefónico retumbando cada cierta hora en específicos minutos daba entenderle que, evidentemente, a Eddie no lo buscaban para saber cómo seguía de salud o por si—vaya la redundancia—fuesen a preguntar por la estabilidad de su cansado tío.

La tediosa idea de desconectar el amarillento artefacto estaba tentándolo, lo que rechazó de inmediato al recordar que no sabía si reemplazaría de nueva cuenta a otro trabajador de la planta, cosa que terminó sucediendo a mitad de la tarde.

Los accidentes laborales habían aumentado en el último mes atándolo de manos y pies llevándolo a salir más y eso significaba dejar en extrema soledad a su vástago consumido por ése año, sobre todo por ésa fecha.

   —Saben que estás arrestado, ¿verdad?

Intentó hacer de lado la pesadilla de abandonarlo otras doce horas más, interrogándolo con la puerta abierta que dejaba asomar el exterior avivando la noche favorita de todos los años, viendo que Eddie ya no cabía correctamente en el sillón; tan desparramado y desesperado por mantener la misma tosca posición que parecía un simio de trapo.

   —Wayne, no hay que buscarle tanta lógica a esto. Incluso yo llamaría.

El comentario terminó irritando a su tío junto al par de adorables ojos pardos que Eddie coincidió con su mamá, viéndolo jocoso desde el mismo sitio que no intentaría abandonar por el resto de la velada. El maratón de terror para gente que no salía estaba dando inicio.

   —Esto no es normal.

   —Lo era hasta que cateaste la casa —dijo burlón a costa de que a Wayne seguía molestándole el tema y solo se limitó a tararear un suspiro—. Jesús, ríete

Wayne lo apuntó.

   —No, no es divertido y si llego a saber...

   —Te prometo que no sucederá nada —dijo rompiendo con su intranquilidad sin apartar la vista de la televisión—, estaré aquí encerrado estudiando hasta la estupidez.

Aligerando el agarre en el pomo de la puerta principal, Wayne escudriño a extenso pensamiento sobre aquel palabrerío proviniendo a boca de su sobrino. Las mentiras humoristas del chico jamás faltaban como el pan de cada día, le preocupaba el día en que llegasen a hacerlo.

©WHENIR.I.P || Eddie & Chrissy [ A.U ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora