- 𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐧𝐮𝐞𝐯𝐞 -

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—Roseanne, abrazame —exigió la mayor con voz autoritaria, y la alfa en modo automático la rodeó con sus brazos, dejando que ambos pechos estuvieran aun mas pegados

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—Roseanne, abrazame —exigió la mayor con voz autoritaria, y la alfa en modo automático la rodeó con sus brazos, dejando que ambos pechos estuvieran aun mas pegados.

La imagen era comprometedora, Jennie mantenía sus piernas a cada lado de las caderas de Rosé en cuanto su torso entero estaba recostado sobre el pecho fuerte de la menor, al igual que su cabeza, que estaba muy cerca de hundirse en el hueco de su cuello, su respiración se sentía caliente justo allí, causandole cosquilleos a su esposa, que luchaba por mantener sus manos solo sobre su espalda, dando suaves caricias que la omega parecía amar, delicados toques lejos de una connotación sexual, porque eso no era lo que Jen estaba buscando.

A solo días de que el celo de su esposa se manifestara con todo su esplendor se encontraban en una fase que la alfa decidió nombrar como "pre celo", porque siempre sucedía, no tenía idea de si otros omegas pasaban por lo mismo, pero Jennie definitivamente sí. Eran días donde sólo quería ser mimada, que la trataran de forma suave y con delicadeza, entonces Rosé no podía negarse a ello, porque aunque muchas veces se quejara, el adoraba ser participe de esta fase, llenarla de pequeños besos y carcias, atender sus tontos berrinches y satisfacer sus caprichos.

—¿Estás cómoda? —preguntó la menor, esperando que dijera que no, porque ella definitivamente no lo estaba.

Amaba mimarla, sí, pero esa no era la posición correcta, las cosas podían salirse de control y no necesitaba a Jennie enojada, unos meses atrás cometió el error de pensar que la omega querría llevar las cosas más lejos, pero estaba tan equivocada... terminó con su esposa llorando, diciéndole que era una insensible por solo pensar en ella como un objeto de placer y no como a una esposa a la cual consentir; desde allí supo que ella sólo quería sentirse amada en esos días previos, no deseada como cuando estaba en pleno celo.

—Sip —respondió bastante segura, sin pensarlo dos veces— ¿Quién dijo que pararas con las caricias?

La menor rodó los ojos pero no replicó, continuando con las caricias del inicio de su espalda a la espalda baja, todavía no tenía permitido ir más abajo, la respuesta de Jen fue inmediata, suspirando complacida, tanto que sus feromonas comenzaron a llenar la habitación con su dulce aroma, relajando a su vez a Rosé, su parte alfa se rendía totalmente ante el aroma de su omega, por lo tanto era una acción que les agradaba a las dos.

Todo parecía ir bien, estaban acurrucados proporcionandose calor mutuamente y dándose cursis muestras de afecto, pero cuando de la nada el pecho de Jennie comenzó a subir y bajar con rápidez y también empezó a sorber su nariz con bastante continuidad, Rosé entendió que las hormonas alteradas de su esposa comenzarían actuar.

—¿Ahora que sucedió? —farfulló con amabilidad, buscando el rostro de su esposa, pasando de acarciar su espalda a acariciar sus suaves cabellos.

Su omega hipó, dejandole ver su rostro con rosadas mejillas y nariz, Dios era tan adorable, pero no era momento de pensar eso, la mayor estaba pasando por una loca lucha hormonal.

—Es que e-eres hermosa —gimoteó como si de un gran problema se tratase.

Roseanne no sabía si reírse o tomarlo en serio, pero al notar algunas lágrimas descender de sus cristalizados ojos supo que las hormonas no estaban de juego.

Les gustaba mucho jugar con el psicólogo de su esposa ¿verdad?

—Lo sé ¿Pero que sucede con eso? —insistió la menor.

Jennie la miró con seriedad, como si estuviera haciendo una pregunta totalmente estúpida que no merecía respuesta.

—Que todos lo notan —siguió comentando entre hipidos— Como la estúpida del supermercado, querrán arrancarte de mis brazos.

¿Su esposa de verdad estaba llorando por eso? Rió bajito tratando de no ser escuchada por la menor, a partir de ahora los días antes del celo serían sus favoritos.

Si tan solo ella supiera que no tenía ojos para nadie más, ni los tendría nunca porque jamás vería a alguien como lo veía a ella, como la mujer a la que amaba, la madre de su bebé y su amante eterno, no había manera de que alguien la arrancara de sus brazos.

—Me recuerda a cuando estabas embarazada —murmuró, guiando sus labios hasta la frente despejada de la otra para dejar un dulce besito sobre esta, pero Jennie contestó con un sollozo, alarmandola un poco— Cariño no pasa nada, nadie va llevarme de tus brazos.

La castaña asintió enterrando su nariz en en el cuello de la alfa, llenándose con su aroma y con efectos calmantes, sus brazos se movieron hasta el cuello contrario para abrazarlo, Rosé no podía decir que la posición era cómoda, pero le gustaba tanto tenerla así, no eran muy seguidos los momentos que tenían para estar encima de la otra como ahora, de disfrutar plenamente de la otra en plan amoroso.

—¿Y yo soy hermosa? —inquirió con su voz siendo amortiguada por la piel del cuello de la alfa.

—Te llevas un perfecto segundo lugar —bromeó la menor.

Jennie levantó su cabeza para mirarla con seriedad nuevamente, Rosé no aguantó soltando una de sus risas contagiosas, y con uno de sus dedos dio un toque en su nariz roja por el llanto innecesario.

—Eres la más preciosa —finalmente comentó, reemplazado el semblante serio de su omega por una radiante sonrisa, porque era lo que realmente quería oír.

La omega se acercó lentamente a su rostro, con toda la intención de unir sus labios con los contrarios, juntandose como siempre solían hacerlo, no tardaron en moverse en sintonía, las manos de Rosé no tardaron en moverse hacía su cintura, apretando justo allí, sin dejar de buscar más y más en los labios de su amada, el jadeo complacido de Rosé le dio pase libre para tomarla con más fuerza para recostarla sobre el colchón de su cama y siendo esta vez ella la que ocupara la posición arriba de la mayor.

Sus labios pasaron de su boca hacía su mentón, y subieron hacía sus mejillas, nariz y párpados, no haría nada que la otra no quisiera, pero las manos de la omega paseándose por su espalda le daban otra señal.

Pero nunca nada fue tan fácil para una pareja con una bebé, porque en ese precioso instante el sollozo de su cachorra llegó hasta sus oídos, siendo como una alarma que las obligaba a separarse.

—Mi bebé —dijo de repente la omega, empujando a su esposa lejos de ella, botandola para que su espalda tocara también el suave colchón.

Rosé se quejó en voz alta, inconforme con tener que despegarse de la omega.

—Déjala llorar —pidió entre falsos sollozos que no fueron escuchados, pues Jennie ya se había levantado yendo al rescate de su bebé.

La alfa se preguntaba, ¿a caso su hija odiaba que estuviera totalmente feliz encima de su esposa? Porque podía jurar que así era.

Poco después Jennie entró con la cachorra en brazos, a penas podía abrir sus lindos ojitos, pero podía notar el regocijo que la situación le causaba en su adorable sonrisa de cuatro pequeñísimos dientes de leche.

"Uhm, aquí huele como a diversión arruinada"

"Uhm, aquí huele como a diversión arruinada"

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muchas gracias por leer ♡

ʙᴀʙʏ ᴛʜᴏᴜɢʜᴛs| ᴄʜᴀᴇɴɴɪᴇ ɢ!ᴘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora