Preludio.

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❝Si me arrepiento de algo,
es no haberte amado lo suficiente.❞
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Si algo podía afirmar Qi Rong, era que nadie estaba preparado para ser padre

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Si algo podía afirmar Qi Rong, era que nadie estaba preparado para ser padre. Mucho menos para dar a luz.

    Él estaba consciente de lo que eso implicaría desde un inicio. No por nada su temor a pensar en siquiera tener un hijo cuando se presentó la oportunidad de una forma que aún, ni los más expertos, son incapaces de explicar.

    Qi Rong no era el mejor hombre, y era joven; una edad técnicamente adecuada para disfrutar el resto de su vida con comodidades que se merece. ¿Pero ser responsable de una criatura a tan temprana edad?

    Si bien la negación, la duda y el terror fueron sus guías al inicio, renegando la existencia de quien crecería dentro suyo y prefiriendo mil veces deshacerse de eso, algo lo hizo replantearse la situación. Como una voz traicionera que le insistía en el remordimiento futuro, que le exigía obviar sus propios deseos egoístas de jovencito y le recordaba que ya era hora de sentar cabeza, de ser más disciplinado y tener una responsabilidad.

    Y fue esa manipuladora voz la que le hizo no dar marcha atrás, no hacer nada y dejar que el feto continuara creciendo.

    Aunque, por supuesto, una madre era una madre y un padre seguiría siendo padre sin importar qué, ¿o no? Entonces no era nada nuevo que, con el pasar del tiempo, fuera encariñándose con su futuro hijo.

    Los primeros meses fueron tortuosos. Una odisea de la que aún no le es grato recordar. Pasar día tras día siendo minuciosamente monitoreado por su marido, doctores y personal del palacio, incluso los propios reyes, fueron suficientes para que los clasificara como la peor etapa en todo ese proceso. Se sentía tan ahogado y abrumado de preocupación ajena que le era imposible no haber estado de mal humor, apenas y molestándose en disimular su descontento con el trato que le daban.

    Aunque fue gratificante para aquel Qi Rong sin responsabilidades, recibir toda esa atención, el nuevo Qi Rong que comenzaba a formarse lo repelía con ímpetu.

    Simplemente era insoportable. A pesar de las buenas comidas —aunque faltas de muchas cosas dulces, picantes, grasosas y deliciosas—, que se le preguntara su bienestar cada media varilla de incienso... Qi Rong creía que no podía soportarlo más.

    Sin embargo, con ayuda de su buen médico, al quinto mes la vigilancia bajó enormemente.

    Con el anuncio de haber superado las semanas de riesgo para un embarazo de esta índole, Qi Rong pudo ser más libre de ir y venir como se le placía.

    Y por supuesto, no perdió la oportunidad de visitar su lugar favorito del palacio: el jardín.

    Casi cerca de sus habitaciones, el camino que conducía al amplio jardín, lleno de múltiples flores, vegetación y algunos pequeños visitantes, maripositas y algunos gusanitos que se habían vuelto sus amigos, había sido su lugar favorito. Su pequeño santuario en el que podía pasearse a sus anchas y sin limitaciones, incluso podía pensar tranquilamente.

Stay Alive | QiuRong Donde viven las historias. Descúbrelo ahora