La luna ilumina las decenas de botellines de cerveza vacías y los rostros sonrientes de los nueve jóvenes que ocupan una terraza de un apartamento del pueblo Estartit. El "Yo nunca" ha sido uno de los juegos que ha contribuido a aumentar su embriaguez.
—Chicos, yo me abro —anuncia Manuel, apoyándose en la mesa para conseguir levantarse de la silla—. Sabéis que las cervezas me suben demasiado rápido y me sientan fatal.
—¡A dormir la mona, Pan! —grita Mendi, dándole otro trago a su bebida.
Su amigo hace caso omiso de su comentario y se aleja tambaleándose. Llega a la Habitación 4, se desprende de su camiseta y de su pantalón y se deja caer sobre la cama, sin molestarse a abrir las sábanas.
Poco a poco, los demás siguen los pasos de Manuel. Ana llega a su cuarto sintiendo a flor de piel los efectos del alcohol, su mente se encuentra en otra parte y ahora solo es capaz de hacer caso a sus instintos. Tanto es así como que en cuanto ve al chico dulcemente dormido, se sienta en una punta de la cama y le acaricia el pelo suavemente. Ese movimiento deja a la vista el tatuaje de Ana, su elegante y mortífero garfio, si Manuel supiera que cada vez que ella lo observa se acuerda de él... Se da cuenta de que no va a ser capaz de conciliar el sueño si lo tiene ahí al lado, profundamente dormido, en otra lejana realidad; así que empieza a sacudirlo sin compasión. Manuel abre los ojos y la chica empieza a soltar risitas que son fruto de su borrachera.
—Roncabas mucho —se excusa ella, entre risa y risa.
—¡Mereces un castigo por esto! —clama el chico, lanzándose sobre ella y atacándola con su truco infalible: las cosquillas.
A ambos todavía les da vueltas la cabeza. Terminan tumbados en la cama, sujetándose la barriga por las risas. Pasan unos minutos en silencio, intentando acompasar su respiración. Ella, que todavía se rige por sus impulsos, estira su brazo, en busca de la mano de Manuel. Cuando da con su extremidad, el chico la recibe con amabilidad y entrelazan sus dedos.
—No me acordaba de lo bien que encajaban nuestras manos —dice él.
—Yo sí me acordaba —murmura ella.
—Me he fijado ya varias veces en tu tatuaje, va contigo a la perfección —reconoce Manuel, llevando la mano de Ana a su pecho, para observar más de cerca la tinta de su muñeca.
—Un día te explicaré su significado.
—¿Por qué no ahora?
—Es mejor si te dejo con la intriga.
—Estoy a gusto contigo —confiesa el joven—. Siempre lo he estado, solo que lo había olvidado. Siento haberte tratado de esa manera ese día en la discoteca. Creo que he madurado.
—Ese fue el trato que hicimos, ¿no? Madurar por separado.
—Sí, pero aunque ahora estemos separados eso no significa que haya dejado de quererte. De una forma u otra, nunca dejaré de hacerlo.
Ana se sorprende de su revelación, tanto que se aproxima a él y lo besa dulcemente. Manuel acepta el beso, pero cuando este termina, se separa con tacto.
—¿Por qué me has besado?
—Me apetecía. Tú también me besaste el otro día —susurra ella, sintiendo cómo el calor invade sus mejillas.
—Pero esto no cambia nada —aclara él.
—Me has dicho cosas tan bonitas que me he confundido. Déjalo. No te creas que quiero volver contigo —miente Ana.
Manuel se levanta y se pone su camiseta.
—¿Qué haces? —le pregunta ella.
—Estaba muy bien contigo, pero ahora estoy un poco incómodo y creo que tú también. Mejor vuelvo cuando te hayas dormido.
El chico del flequillo rebelde abandona la Habitación 4, pasa por delante del salón, encontrándose a Mauro estirado a sus anchas en el sofá, y se dirige hacia la soledad de la terraza, pero no es así, una silueta está apoyada en la barandilla.
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Reconstrucción
Teen FictionManuel y sus amigos empiezan el primer año de universidad, mientras que sus compañeros de cursos inferiores siguen en el instituto La Élite. ¿Cómo habrán cambiado sus vidas desde "la batalla de la Élite? ¿Qué nuevas historias surgirán? ¿Qué otras s...