CAPÍTULO 6

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Luces multicolores parpadeantes, dispuestas a iluminar a todos los jóvenes que se entregan en la discoteca, dispuestos a despojarse de la rutina semanal. La variedad de rostros está asegurada, muchas caras nuevas en la nueva etapa que supone la universidad, pero es difícil abandonar el núcleo de personas que te han acompañado durante la secundaria, y más si han seguido los estudios en la misma ciudad. En este caso, esta noche han coincidido todos los alumnos de la Élite que ahora estudian en Barcelona.
Marta y Manuel saborean su segundo cubata moviéndose tranquilamente en un rincón de la estancia, hasta que "Can't stop the feeling" irrumpe con potencia.
—¿Sabes todo lo que me motiva esta canción? —grita Manuel por encima de la música, llevándose a Marta al medio de la pista de baile.
La alegría le dura poco en el momento en que visualiza a la gallega a través de las luces junto a Aina y Sandra. Suelta bruscamente las manos de su amiga y se dirige a la barra para pedirse otra bebida.
—Me parece increíble que dejes que todavía te afecte tanto —le reprocha Marta, una vez lo ha alcanzado. La chica se acerca más a Manuel, para hacerlo entrar en razón, pero fijando la vista por detrás de su melena logra divisar a lo lejos la figura del chico que tanto daño le hizo. Ahora es ella quien pide otro cubata.
—Mira quién fue a hablar —responde Manuel, descifrando su actitud.
—¿Ya vas borracho? —le pregunta ella.
—Bueno, el alcohol empieza a hacer efecto.
—Estupendo, entonces. Nos ayudará para nuestra siguiente misión.
—¿Es peligrosa?
—Arriesgada, más bien. Se trata de hablar con nuestros ex para mandarlos a la mierda de una vez. No voy a permitir que nos amarguen ninguna noche más.
—Quita, quita —rehusa Manuel—. Yo estoy muy tranquilo yendo a la deriva.
—Siento decirte que es hora de agarrar el timón —dictamina la rubia, dirigiéndose con seguridad hacia Mendicuti, el cual se sorprende de su iniciativa.
—Hola, Marta —la saluda con cautela, reservándose los dos besos.
—Así que tendremos que seguir viéndonos las caras, Mendicuti —le dice ella con desprecio.
—Ahora mismo tus numeritos me dan mucha pereza. Marina está en el baño y no tardará en volver —le informa el vasco, haciendo alusión a su novia. La encontró. La chica misteriosa que apareció hace años en sus sueños era real.
—Vaya, se debe de sentir insegura ante mi presencia. Claro, como ambos sabéis perfectamente que siempre quedará el resquicio de nuestra relación —lo ataca con aire de superioridad, colocando su mano en su hombro—. Marta Álvarez deja huella. Que sepas que me alegro de que ya no estemos juntos —finaliza la conversación con una mentira. Esa mentira que necesita creerse para seguir adelante con su vida.
Manuel, por otro lado, ha conseguido establecer un diálogo nervioso con Ana, repleto de formalidades, desviando esporádicamente la atención hacia Marta y Mendicuti, sintiendo algo sofocante cuando sus cuerpos han contactado.
—Manuel, ¿qué quieres? —espeta la morena, desconfiando de sus raras intenciones al acercarse a ella.
El chico, dispuesto a no apartar la vista del tatuaje que adorna la muñeca derecha de ella, un elegante y mortífero garfio, contesta con inseguridad, remontándose a un pasado del cual no logra hallar la solución:
— Nada... Solo... —titubea— Que sigue pareciéndome mezquino que antepusieras unas fotos a nuestra relación.
Ana saca pecho, sintiéndose innecesaria e injustamente atacada.
—¿Pero de qué hablas? ¡Si fuiste tú el que me había dejado!
—¡Mis motivos tuve! ¡Jugaste con algo sagrado! ¡Y aún y así quise volver contigo!
—¿Y por eso te enrollaste con otra?
—¡Que me tendieron una trampa! —insiste él— ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo?
Ella sacude la cabeza y lo agarra de las mejillas, abrumándose con el fuego de su interior, ese que nunca ha logrado extinguir. Nunca podrá negar los vestigios de su amor.
—Vuelvo a preguntártelo, ¿qué quieres, Manuel? ¿Volver conmigo?
Y él entonces se da cuenta. Se da cuenta de por qué ha ido a hablar con ella. De por qué le ha molestado el acercamiento entre Marta y Mendicuti. Se da cuenta de que le sigue doliendo, pero no porque quiera volver con ella, solo porque lo que vivieron fue demasiado bonito.
—No, solo quiero que recuerdes todo lo que te has perdido —responde contundente, dándole un intenso beso con una sola intención en su mente, haciendo caso omiso de la perfecta armonía que producen sus labios cada vez que se encuentran.
Vuelve al punto de encuentro con Marta, dejando a una Ana confundida, respaldada por el apoyo de sus amigas.
—¿Por qué la has besado? —le pregunta Marta con sutil fiereza.
Manuel arquea las cejas y se muerde el labio. Ella no pasa por alto ambos gestos.
—¿Te ha molestado?
El chico reza para que su respuesta sea afirmativa. Pero es Marta Álvarez. Sabe que las cosas nunca son sencillas con ella.
—Todo lo contrario —contesta, tras haber acariciado su flequillo rebelde con dulzura—. Ha sido una jugada muy a lo Marta Álvarez. Estoy orgulloso de ti.
Los dos sueltan una sonrisa nerviosa, muestra del nacimiento de algo confuso, complicado, pero irremediablemente atrayente.

"Don't feel like dancing", "Never Been in Love", "El Deshielo", "One way or another", "Sweet Dreams"... Ha ido sintiéndolas una a una, dejando que su cuerpo se mueva al compás de la música, entregando su voz y sus preocupaciones a la pista de la discoteca, deseando que estas últimas se pierdan en ella y no regresen jamás.
Con los ojos entornados a causa de las luces y el alcohol, reconoce la presencia de Lucas Mendicuti, el cual se acerca y le dedica un suave beso, acariciando delicadamente sus caderas.
—Hola, amor —la saluda él, dirigiendo su aliento al oído de Rocío.
—¿Amor? —se extraña ella, separándose unos centímetros para que sus ojos queden alineados— Qué romántico estás hoy, ¿no?
—Es que te echo de menos —confiesa.
—Hace días que no quedamos —afirma ella con indiferencia.
—Había pensado en que mañana podríamos pasar el día juntos. Paseos admirando la playa de Barcelona, la comida que se nos antoje, sesión de cine, arrumacos en la cama... —Rocío enarca las cejas, sin acostumbrarse a que su novio le proponga un plan que no va nada acorde con su personalidad. Lucas, que mantiene una postura agradable y receptiva, esta acaba viéndose turbada por el guiño de ojos provocativo que le acaba de dedicar Manu Gil a Rocío, el cual, apoyado en una columna, no cesa de devorar a la chica con la mirada— ¡Será poca vergüenza!
—Déjalo tranquilo —lo frena ella—. Pasé una noche con él.
El mundo se torna negro. Todo aquello que siempre deseó y reivindicó se acabó convirtiendo en un arma de doble filo.
—No puedo soportarlo más —dice Lucas al fin, luchando contra las lágrimas que necesita expulsar.
Rocío suelta una enorme y sarcástica carcajada:
—¿Te crees que no sé que te acuestas con Aina?
—¿Y eso qué tiene que ver?
—¡Que fuiste tú el que me empujó a esta relación abierta! La condición era que no nos enterásemos de con qué otras personas nos viéramos, y menos que fuera alguien que conociéramos.
—¿Y eso qué significa?
—Que no quiero que lo dejemos, porque te quiero. Pero tampoco quiero volver a una relación cerrada, ahora mismo estoy a gusto así.
—De acuerdo —responde él con orgullo. Sin embargo, no quiere que las cosas queden así. Ya es hora de luchar por mantener vivo ese primer amor que tanto le costó aceptar y que por egoísta está a punto de perder.

Acaban de presenciar una improvisada obra de teatro en la discoteca, liderada por Pili, quien les reparte tarjetas de su compañía teatral, estrategia que han usado para promocionarse. No obstante, Sandra no ha podido dejarse llevar por el inesperado acontecimiento, ya que su mente se trasladó a un punto sin retorno hace unos días, tras haber descubierto esa inquietante noticia en el periódico. Ana tampoco está por la labor, todavía permanece el sabor de Manuel en sus labios. Y Aina se ha sentido irremediablemente dañada al verlos juntos, sabe que Rocío y Lucas tienen una relación abierta y que lo suyo con el chico es solo sexo, pero ha necesitado experimentar esa sensación desagradable en su estómago causada por los celos para percatarse de que tiene que cortar de raíz con él antes de que sea demasiado tarde y su magullado corazón vuelva a pagar las consecuencias.
—Tía, ¿sabes que leí el otro día en un diario? ¡Que un chico ha inventado una máquina para entrar en los libros! ¿No te parece increíble? —comenta una chica cualquiera, cuyas palabras llegan a oídas de Sandra.
—Maldito farsante —espeta Sandra, sintiendo que va a desmayarse en cualquier momento. Daniel, ¿dónde estás? ¿Por qué te marchaste?
—Lo que yo os diga, nadie me quiere de verdad —sigue Aina—. Mario me destroza, lo de Lucas solo es sexo... Y al parecer Álvaro me usó para apropiarse del invento del gran Daniel Tabares.
Ambas resoplan, la catalana porque nunca le contó a nadie que Daniel la visitó antes de su marcha, dejándole la máquina a su recaudo, la cual desapareció misteriosamente. Echa de menos a su mejor amigo y siente que lo ha defraudado. La albacetense porque sabe que todavía hay muchas preguntas de las cuales tiene que encontrar respuesta, porque el recuerdo de su amor solo le ha servido para estancarse personal y profesionalmente. Y porque lo único que ahora necesita es volver a escuchar su tímida y nerviosa sonrisa prometiéndole que va a volver y que todo va a salir bien. 

ReconstrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora