Reconstrucción

CAPÍTULO 2

El insistente sonido de las ruedas de la maleta contra la acera se expande por la calle, provocando la emisión de sonidos quejicosos de los de su alrededor, hecho que no la incomoda en absoluto. Por fin les está dando a sus ojos el privilegio de observar los edificios que conforman La Élite. Tras tres años de insistencia, ha conseguido que su madre la deje matricularse en esta renombrada escuela. Está harta de su madre, la ha aislado de todos sus compañeros de Masterchef Junior 4, los cuales han formado una piña en la cual será difícil integrarse, han compartido demasiadas vivencias sin ella. También estaba ansiosa por forjar relaciones entre los compañeros de otras ediciones, pero para muchos de ellos la etapa de instituto ha finalizado; tan solo quedan los de la tercera edición, que cursan segundo de Bachillerato.
Alejandra recorre el pasillo de la tercera planta, deteniéndose tras el sonido que sale de una de las puertas. Se asoma en ella y observa una sala llena de sofás. No le da tiempo a fijarse en más objetos, ya que Paloma se abalanza sobre ella.
—¡Al fin estás aquí! —la recibe Paloma llena de alegría.
—Me ha costado lo mío, pero ha merecido la pena. ¡Cursaré los dos años de Bachillerato en este maravilloso instituto!
—Tampoco te creas que es un paraíso, ¿o no recuerdas la tragedia de Hugo Ibáñez? —le dice en voz más baja— ¿O la de Lucía Alonso? ¿O la de Lluc Calls?
—Eh, ¡deja de meterme miedo! Ese fue un curso maldito, desde entonces nada similar ha vuelto a ocurrir —le recuerda Alejandra, que aunque no formara parte del alumnado, siempre ha estado bien informada.
Varios compañeros pasan por delante y se detienen a saludarla, excepto Arnau, que sigue su camino sin dirigir la vista hacia el par de amigas.
—¿Qué le pasa a Arnau? —pregunta extrañada, cuando vuelven a quedarse solas.
—Nada —contesta la gallega con indiferencia—, que ayer me lié con él y hoy le he dejado claro que no quiero nada más. El pobre se ha ilusionado.
—Ya te vale, siempre haces lo mismo con los chicos —la riñe Alejandra.
—Precisamente por eso ya deberían de conocerme y saber que yo nunca quiero compromiso.
—Un día te enamorarás —le dice su amiga.
—Quita, quita, qué palo —responde Paloma, haciendo aspavientos—. Anda, vayamos a buscar tu habitación —finaliza estratégicamente la conversación, pasando un brazo por sus hombros y ayudándola con el equipaje.

A 100 kilómetros de ellas, aproximadamente, la pasión se concentra entre cuatro paredes, dejando que la minúscula habitación se empape de la calor que irradian sus cuerpos. Lucas rueda sobre la cama, desprendiéndose del preservativo, todavía con la respiración acelerada.
—¿Te ha gustado? —le pregunta, sintiéndose satisfecho.
—Ha estado muy bien. Uno de los mejores —contesta la chica.
Lucas se levanta, buscando por el suelo su ropa.
—Tengo que irme ya, ya sabes cómo se pone mi jefe si llego tarde.
—Sí, está bien. Lo sé —contesta ella, le hubiera gustado que se quedaran un rato en la cama. Sin decir nada. Solo acariciándose. Pero sabe que a él eso no le va.
—Adiós, Aina. Nos vemos —se despide una vez vestido, molestándose tan solo en agitar la mano.
En cuanto se oye el portazo de la puerta principal, Ana, su compañera de piso, se cuela en su habitación.
—Estás jugando con fuego —la riñe—. Y nadie mejor que yo sabe lo peligroso que es el fuego.
—Vete —le contesta Aina de mal humor—. Estoy desnuda —dice, colocándose bien la sábana.
—¿Solo vas a dejar que disfrute Lucas de tu cuerpo? —bromea su amiga, sentándose a su lado— Sé que no te gusta que te lo diga constantemente, pero no creo que esto te beneficie en absoluto.
—Sé lo que hago, Ana. Nos lo pasamos bien, no voy a colgarme de él, no te preocupes.
La respuesta de Ana se ve ahogada por los gritos de su otra compañera de piso, que irrumpe iracunda en el cuarto.
—Sandrip, relájate —comenta Ana, reparando en el hirviente estado de sus mejillas.
—¿CÓMO QUIERES QUE ME RELAJE TRAS LEER ESTO? —grita, tirándoles un periódico con una increíble noticia adornando la portada.