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|04| ¿De verdad tengo que saltar?

Varios metros más adelante, se encontraba la señal que tenía que encontrar y aproximadamente a unos doscientos metros de mi posición se hallaba el lugar. Me acerqué muy cuidadosamente al borde y recité las palabras que había copiado del libro. Casi al segundo de haber terminado, un pequeño punto azul brillante apareció y en un abrir y cerrar de ojos aumentó su tamaño por diez, dando un resplandor que me cegó por unos segundos, haciéndome caer al suelo por el susto. Cuando dicho resplandor cesó un poco y pude abrir los ojos, una tenue niebla había aparecido. Quedé asombrada, ya que una pequeña parte de mí dudaba  que el portal existiera de verdad, y que aquel médico solo se confundiera, pero esto realmente estaba ocurriendo y yo iba a poder verlo. De pronto, recordé que el portal se cerraba después de unos minutos de aparecer, por lo que, tras dudar unos segundos salté. Al tocar la esfera sentí como en menos de un segundo mi cuerpo se durmió y mis ojos se cerraron haciéndome caer en un profundo sueño.

•••

Llevaba mi guitarra colgada del hombro, ya que hacía unos escasos minutos había terminado el ensayo con el grupo. Caminaba en silencio, tarareando la letra de la última canción que compuse. Estaba muy cansada, había sido un día muy ajetreado en el trabajo, así que me dirigía a casa para poder descansar.

Estaba a escasos metros de mi piso, cuando divisé el cuerpo de una chica de más o menos mi edad tirado en el suelo inconsciente. Al principio me asusté, debo de reconocerlo, pero no podía dejarla allí... si le pasaba algo no me lo perdonaría jamás. Por mucho que no la conociera de nada. Sin pensarlo dos veces corrí hacia ella y tras tomarle el pulso y comprobar que estaba bien, la cogí en brazos y decidí llevarla conmigo para evitar que pudiera pasarle nada malo.  Pero había un pequeño inconveniente y es que yo vivo en una casa que comparto con dos compañeros más, por lo que pensé —ilusa de mí— que llevarla a la casa de Luca, vocalista de mi grupo, sería buena idea, así que eso hice. Cargué con ella poco más de cien metros, ya que él y yo vivimos relativamente cerca y con las llaves que me había proporcionado hacía unos meses, en caso de emergencia, abrí la puerta  y con cuidado la dejé sobre su cama. Examiné por última vez que no tuviera ninguna herida y tras ello me fui al salón a esperar a mi amigo.

Estaba nerviosa, muy nerviosa a decir verdad. No sabía cómo iba a reaccionar Luca, era una caja de sorpresas. Había metido a una completa desconocida en su apartamento y para colmo sin avisarle... definitivamente tenía ganas de morir hoy. Tras aproximadamente unos veinte minutos de espera, Luca abrió la puerta y al verme ahí sentada sin esperarme, se asustó y me arrojó el trozo de pan que estaba comiendo.

—¡Francesca, por el mismísimo Satán! ¡qué demonios haces aquí! ¡Me has dado un susto de muerte! —gritó sobresaltado.

Yo sólo pude reír ante su reacción.

—He tenido un pequeño problemita y tú eras mi única solución —sonreí inocentemente.

—¿Qué tipo de "problemita" has tenido y por qué soy yo quien tiene que ayudarte? —comentó con una mueca curiosa en su rostro.

— Sígueme.

Oye, sabes que te quiero pero Aaron es mucho más responsable que yo, te sería de mucha más ayuda.

Cogí a mi amigo y cuidadosamente abrí la puerta de su habitación, mostrando a la chica que había encontrado antes, quien estaba tumbada en su cama, dormida plácidamente. Luca me miró con terror y cerró la puerta de inmediato conduciéndome de nuevo al salón.

Cuando me dijiste "problemilla"... ¡No esperaba que fuese una desconocida en mi cama! —frotó su sien molesto¿Acaso la conoces Francesca?

Bueno... digamos que... —Luca se levantó de golpe del sillón sin dejar que terminara de hablar.

— ¡Estás loca! ¿¡Me puedes dar un motivo razonable por la que hayas hecho esto!? —pidió desesperado tratando de no asesinar a su amiga.

— Todo esto tiene una explicación lógica, lo juro —comenté apurada. Sin embargo Luca no se creía ninguna de mis palabras y me miraba impaciente esperando una respuesta por mi parte, aunque realmente no la tenía— Bueno... te vas a reír cuando te lo cuente, pero la encontré en la calle... Luca se acercó peligrosamente a mí señalándome con su dedo ¡Sé que parece una locura! Pero no podía dejarla allí... Mi conciencia no me lo permitía y tuve que traerla aquí, porque en mi casa no tengo espacio... Sabes perfectamente que no hubiera hecho esto si no hubiera tenido una buena razón.

Luca suspiró frustrado por unos segundos antes de volver a mirarme

—Vamos a ver, Frankie... me estás diciendo que no conoces a esta chica ¿¡Y que lo primero que se te ocurre es traerla a mi casa sin preguntarme ni nada!? ¿¡Cómo me aseguras que no es una asesina en serie o no es peligrosa!?

Estaba un poco alterado, pero lo entendía completamente, si hubiese sido al revés no sé cómo hubiera reaccionado yo.

—Mira, no tengo ni la menor idea de quién narices es, pero no podía dejarla allí tirada... Además parece inofensiva, o eso espero —dije en un tono mucho más bajo tratando de que no me escuchara, aunque lo hizo y me miró alzando una ceja. Bueno, lo siento ¿si? No lo hice bien al traerla aquí sin avisar, pero no puedo llevarla a casa, además no tiene pinta de que sea de por aquí. ¿Tú realmente dejarías a alguien tirado en la calle desafiando su suerte?

—Em... Déjame pensarlo... se sentó en la silla simulando que estaba pensado y se levantó inmediatamente unos segundos después — ¡¡Pues claro que sí lo haría!! Por si aún no te lo he dicho las suficientes veces ¡Es una maldita desconocida Frankie! Y por mucho que trates de hacerme cambiar de opinión..... no... —tapé su boca con la mano indicando que se callara por un segundo, haciéndolo enfadar aún más. ¡Pero a ti qué te pasa! ¡Metes a alguien a mi casa y encima me mandas... —volví a tapar su boca.

—No es eso idiota —dije rodando los ojos—. La chica se ha despertado, he escuchado un golpe y está hablando.

Dicho eso, otro golpe volvió a soñar y ambos corrimos hacia ella. Esa chica es una extraña al fin y al cabo, por lo que no sabíamos que podía estar haciendo. Fuimos hasta la habitación y cuando mi amigo abrió la puerta, la vimos maldecir por un golpe que se había dado. Ella no nos había visto y aunque la chica parecía buena, tenía el presentimiento de que no estaba aquí por casualidad.

Lo que los mortales llaman cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora